Ya son los años exáctos.
Ya es la hora precisa.
La Historia debe ser contada.
De una roca sale el guijarro,
de un peñasco sale la roca,
de la montaña el peñasco,
pero todos vienen de la Tierra.
Un jovenzuelo artista nació con el deseo de ser diferente y con el don del convencimiento. Tomó de la leyendas de los viejos los más finos detalles y creó la figura de un Dios mágico, con poderes de la Tierra y el Mar. Los chamanes se reunieron y consagraron a este imberbe en el Elegido, Moha, el Sabio. Y comenzó todo. Las promesas y riquezas fueron una sola palabra, pueblos enteros dejaron sus poblaciones y nomadizaron por los prados junto a su pastor. Se convirtieron en metalúrgicos, en artesanos, en orfebres, en profesiones nuevas o desconocidas para ellos. El Elegido de Moha, su sucesor, murió dejando una enorme tribu de hábiles hombres. Ese día fundaron Sim alo Moha y comenzaron a contar sus días. Sus patriarcas desendieron en linajes y sucesiones al igual que sus dominios sobre los pueblo vecinos. La religión Mohalí se extedió y sus templos también. Sabios decretaban en ellos, sobre el destino y la muerte de sus siervos. La prosperidad y conocimientos de sus antepasados crearon escuelas y doctrinas, tratados y tratadistas. Pero la creencia en Moha y sus predicciones, la lectura de los santos libros, no acompaña a la política y sus asuntos, sino a este Dios único en el que todos confiaban ciegamente y pocos interpretaban. Los nuevos profetas dividieron la religión en muchas castas y sectas y estas, a la vez, dividieron los territorios. Los patriarcas de cada casta creyeron en su elección divina y comenzaron la proyección de su ideología a través de un mecanismo común: la Conquista. Guerrillas y batallas, fuertes y débiles, que luego invertirán los roles, establecieron la escena para que apaeciera él. En el año 580, en la gran y única Sim, un Teniente inició otra sublevación más y ascendió al poder. Se llamó a sí mismo Moha, el conquistador y estallaron las revueltas en todo el país acusando de sacrílego al usurpador. Con un ejército de fanáticos controló la zona central y, una vez más, las promesas y la riquezas fueron juntas. Su verdadero nombre se conoció el día que tomó la última ciudad del Este, él fue el Tys. Creó un Imperio de la fé y junto con él el Tyssanato.
Su sucesor, Fero, el Tys, creó una ciudad administrativa, su templo, y sus palacios. Una vez establecido, dedujo la única forma de continuar con la sumisión y lealtad de su pueblo, el Oeste. Los países de Grossiria, Balú, Yiná y Fremezonia, ya eran del parte del Tyssanato, pero había que cruzar el Itsmo, el país de Sulima. La conquista comenzó, nadie lo esperaba y el multidemensional ejercitó arrasó y asentó la leyenda: máquinas de guerra, endiablados jinétes, infantería indestructible, petos y armaduras impenetrables, un ejército de otro mundo. Las casas de occidente se reunieron en concilios. Diferentes clanes, de variedades impensadas, concertaban opiniones. La emergente prisa elevó a Clan Maestre al de los Ossos, el más numeroso conformado por doce Casas, eran hombres de los bosques del Norte, de gran porte, y no vivían en ciudades sino en pequeños establecimientos nómades, siguiendo los ríos y los rebaños de antílopes. Se fundó una alianza y se formó un nuevo Clan, el Clan de Gibbon, la ciudad más grande, sede del último concilio. Se repartieron los sectores de defensa, los ossos se repartirían por todos los clanes como pelotones, algunos de infantería, otros de caballería, todos con muy poco conocimiento táctico.
La guerra comenzó, dando giros inusitados. las tropas Tissanas se dirigieron hacia el Sur del continente. El flanco más débil, fue devastado y establecieron sus fuertes en sólo días, reforzaron las defensas y se dedicaron a resistir. El objetivo había sido capturado. Una reserva de Lhilas, un material precioso y con propiedades extrañas, sólo conocido por los huraños de las minas. Al terminar la veta, pequeñas incursiones atacaban en ráfaga los puestos vecinos. Al poco tiempo comenzaron a avanzar, lentamente tomando posesión de Puestos avanzados, Mangrullos, Fuertes, Torres y hasta ciudades. No tengo conocimiento del final de aquella guerra, ni si tuvo final. Yo era centinela del más grande ejército reclutado por el Clan de Gibbon, teníamos seis tipos de infantería, caballería reforzada, arqueros a caballo y otros de muy larga distancia, especialistas incendiarios para las máquinas de guerra, un avanzado escuadrón de exploradores de terreno, tramperos y entrenadores de animales salvajes. Pero fui capturado en una misión de reconocimiento y traido como esclavo a Sim, jurando previamente como Mohalí, Creyente en el Tys como encarnación de Dios. Mi vida fue perdonada y serví a mi culto amo hasta que él me otorgó la libertad. El me enseño el oficio, su inclinación por la historia y la Verdad como el llamaba a los fundamentos de Moha, antes que el espíritu de este olvidado profeta fuera manoseado por el poder.
Hoy, este fiel escriba, devenido en el primer Tractator del Tyssanato de Oriente, deja este legado a pasar a las generaciones futuras.
El Gran Derro, 596 Era PSaM. |