Confesiones en el diván

No quiero tener que recordar a mi madre en mucho tiempo
Pero la hipersensibilidad que heredé de ella me obliga
Mi padre sufre en perpetuo silencio
Jamás abandona la casa, me valgo de excusas fundamentales para evadir el consuelo

Imposible olvidar el valor sentimental
E imposible olvidar sus responsabilidades de madre
Una obvia mutua atracción corrompe la resistencia
Me gusta sufrir sin lastimar
Que problema el saber perdonar, confundido en mi intelectualismo generacional

Por donde comenzar a evaluar estos 19 años como mortal
He sorteado y sobrevivido a los problemas que hoy se vuelven peligrosos
Concisas respuestas necesito, coraje de un hombre adolescente
Retroceder en un mar de lágrimas para arrancar de raíz la misantropía

Que hipócrita al tratar de negar la estimación, que desagradecido soy
Compasión amorosa de una hermana para mi instantánea salvación
Comprensión al prójimo en teoría
Hipótesis que soportar con supuestos resultados separatistas

Caminar del trabajo a la universidad, y de allí a la familia
Esperanzado por una exitosa conciliación verbal
Es pretencioso exigir la estabilidad emocional
Y son ellos, hipodérmicos seres caminantes envolventes e inconscientes de mi dolor

Ese crimen femenino, como aguas sucias, contaminadas
Que mi juicio espiritual permita limpiar tu imagen
El cruel abandono en mi rostro
Y tú, ese ejemplo original de madre mujer dedicada al cuidado de tus hijos

No son prejuicios ni convicciones de este cuerpo
Empíricas similares situaciones que aborrecen tu condición inevitablemente para mí
Es el potencial de la desilusión, de la sorpresa
Repugnancia es lo que siento, tal vez cosa del momento
Vergüenza, si fueras perfecta me gustaría unirme otra vez a vos
La revelación con fines convenientes pero resultados destructivos

Necesito una reflexión, una memoria verdadera
Sentirme libre para llamarte, quizás con frecuencia
50 dólares la hora, acostado en un incómodo y antiguo diván, un robo
“Buenas tardes doctor, lo veré el próximo lunes”