Un taxista esperando en Lavapies.
- Eh, eh, pssss. Tú el de la corbata, si tú. No me mires con esa cara de panolis. Soy yo el taxista. Estoy en el bar de Lavapies. ¿y ahora qué?
- La propuesta dice que tienes que esperar. Pero tú no puedes hablar con el narrador, eso no es serio.
- Esperar, ¿Esperar qué? Bueno, si lo digo por ti. Por qué te va a salir por una pasta, tengo el Taxi fuera con la bandera bajada.
- Pero Tío, no puedes cobrar a un narrador porque te ponga en una historia.
- ¿Cuántos taxistas has metido en tus historias?
- Eh, creo que ninguno...
- Es que eres un agarrado, colega. ¿De que crees que vivimos los taxistas?
- Pero que eres de ficción. Que no puedes cobrar. Que es imposible.
- Acaso crees que tus personajes de las historias, no cobran un sueldo o no tienen que pagar facturas. Qué crees que vivimos del aire. O me pagas o te denuncio.
- Vale te pagaré, pero cállate un poco, es que lo taxistas no podéis callaros ni en un cuento, eh.
- Bueno, bueno, sin faltar.
- Es que es el último cuento, y Clara me va decir que se ve la voz del narrador y que no me creo el personaje y todo eso...
- ¿Quién es Clara?
- La que dirige el Taller.
- Ahh, pues dile que el Taxi no me arranca bien, creo que son los manguitos. ¿Sois un taller caro?
- Es un taller literario, li-te-ra—rio.
- A mí con que me arregléis el Taxi me da igual de lo que habléis, como si habláis de metafísica. Me la refanfifla.
- Ocho personas escribiendo sobre taxistas y me tiene que tocar a mí el graciosillo, si es que hay días que es mejor no levantarse.
- Bueno, bueno, que yo no te he faltao. Y no he dicho nada de la mierda de bar que se te ha ocurrido, he ido a la barra y no tenían Anís del Mono, y me han dao Castellana que no hay Dios que lo beba. Y mira que hay bares.
- Pero, ¡joder! Que es mi relato no puedes hacer lo que te de la gana. Yo soy el que escribe la historia no tú.
- Sí espero a que se te ocurra algo me duermo.
- Vale. Ya me has hartado. Sabes lo cojonudo de escribir un cuento, es que eres una especie de Dios. ¡Y te vas a cagar! Al que esperas no viene. Y encima te roban el Taxi.
- ¡No jodas!
- Ah, empieza a llover, y tienes que volver andando a casa. Y da gracias que no soy Laura que sí no te acaban matando por el camino.
- Pero que cabrones sois los cuentistas, y luego somos los pesetos los que nos llevamos la fama.
- Que no, que ya no puedes hablar, que el cuento se ha acabado.
- Hay que joderse con el cuentista, y los derechos constitucionales de los personajes. ¿Qué?
- No te gusta el final, un taxista deambulando bajo la lluvia por las calles vacías de lavapies. Yo prefería hablar de una puta tuerta de mediana edad pero las propuestas son las propuestas.
- Pero vaya mierda de cuentos que escribes, no. ¿Se acaba así?
- Si. Será verdad que es una mierda, pero el próximo taxista que saque en un cuento será mudo. Ya es bastante aguantar taxistas en la realidad para aguantaros en la ficción. Así que Adios. Bye bye. ¡Me esta empezando a gustar esto de escribir cuentos!
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