......................... historias de nuestra gente .....
ANHELOS DE POETA
Le dije a una rapsoda: Ansío hacer poesía, mas sólo soy prosista humilde, la copa de mi vida está vacía de cantares, las musas no me alumbran y no atino. ¿Me ayudas?
La amiga poeta contestó: Recorrimos juntos angostos senderos polvorientos y unidos surcamos ásperos atajos, comimos hogaza tierna y en ocasiones compartimos mendrugos de pan enmohecido, nos arropamos con la misma manta en el reino de las noches de la luna y saciamos nuestra sed con el agua encontrada en los caminos. Reposemos pues a la sombra de este sauce, entornemos los ojos, juntemos las manos, serenémonos en el remanso de este río y hagamos poesía.
Mi compañera, con lírica elocuente, lanzó flores y loas en honor de la corriente. Henchida de placer, galanteada, el agua temblaba y se agitaba. La acuosa masa cristalina oscilaba halagada al son de la tonada y en su camino, en un meandro, en la cascada del molino, al fragmentarse su cauce en las rocas del rincón, sus aguas sinuosas se oyeron removerse alborozadas. Violetas azuladas, blancas margaritas y doradas campanillas, se enredaban al borde de la orilla. Unos pececillos nos miraban mientras jugaban a enredarse en los juncos de una poza y, desde su islote, encaramada en la arista de una roca, creando pompas, una rana diminuta nos croaba. Las ramas del sauce se estiraron, bebieron del torrente y besaron nuestras frentes. Trenzaban acrobacias las libélulas, acudían golondrinas a bañarse, trinaban ruiseñores en las zarzas, volaban variopintas mariposas y hasta soñé delfines en el agua. Burbujas nacaradas acariciaban nuestros pies cansados y, el río, agradecido por la alabanza recibida, con suaves trazos, en su albina espuma, quiso dibujarnos serpentinas. Nuestras miradas se cruzaron extasiadas, el tiempo se paró e iluminada mi alma, de versos se inundó. Llegaban fragancias de lavándula, las aguas del río me arrullaban y, deslumbrado por la belleza del momento, recobrado el vigor en mi cuerpo y ahíto mi aliento, manaron rimas de mi boca que se entrelazaron con los versos de mi amiga.
Seguían unidas nuestras manos y ella, la trovadora, con voz emocionada, me dio la alternativa de poeta y musitó: ¿Te has dado cuenta que hiciste poesía?
Sólo fui poeta una jornada y nunca se escribieron las estrofas de aquel día. Nacidas por el embrujo del momento las idílicas loas fueron seducidas y, aspirando a ser parte del agua, se quedaron ancladas en el fondo de mi río. ¡Cuánto lo recuerdo! A veces lo visito porque sólo él conoce las letrillas de mis versos. Nunca me defrauda, siempre me las canta a la vez que me refresca. Su cauce con aires de grandeza, pues se adivina mar un poco más abajo, entona mi otrora poema complacido.
En el crepúsculo de la tarde terminada, en la penumbra de una noche que comienza, tímidas ondas, con vocación de olas en océano bravío. me despiden y, sereno el río, nada ajeno a mis ansias de juglar, de nuevo me recita los últimos fragmentos de mi copla.
Él sigue su curvilínea marcha satisfecho pues sabe que me conforta, que tonifica mi zozobra, que mitiga, de este modo, mi frustrado anhelo de poeta.
José Luis García Martínez Noguera
Albalate de las Nogueras, España
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