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Y DIOS CREÓ

Antes de seguir con la narración verídica del Génesis, debemos hacer un paréntesis
para poner al lector al tanto de la historia. Entre los ángeles que Dios había creado
cuando necesitaba ayudantes, se encontraba también uno de nombre Satanael. Era
hermoso, alto, rubio de ojos color cielo de verano sin nubes. Ese ángel hacía mucho
tiempo que estaba en el paraíso sentado sobre una nube tocando el arpa, tanto tiempo
que ya se conocía de memoria todo el repertorio de música sacra, porque de otra clase no se permitía en ese lugar. Ya estaba harto de escuchar siempre lo mismo, y sus dedos
delicados ya empezaban a tener callos en las puntas por el roce con las cuerdas. Así que
un día fatídico para la humanidad, se levantó de su nube privada y fue a la biblioteca a
buscar algo con que entretenerse. Yendo de estante en estante encontró entre muchas
obras el catálogo de la creación, es decir, por orden alfabético todo lo que Dios había creado. Lo tomó con mucho respeto y comenzó a hojearlo. Como el comienzo está
siempre adelante, empezó con la letra "A". Bajó rápidamente su dedo leyendo lo que se
había creado que empezaba con la A. Estaba el Abadejo que era un pez, pero como él
era vegetariano no le interesó. Siguió buscando llegando a la Abeja, que tampoco
despertó su curiosidad. Como no encontró nada bajo la A, pasó rápidamente a las otras letras pero nada había ahí que no conociese. Cuando entró en la "M" por primera vez
dejó su dedo marcador sobre una palabra que no conocía; "Maldad".
No sabía el significado de esa palabra, así que lo buscó en un diccionario enciclopédico
y leyó: "Maldad"; acción mala e injusta. Esas palabras no tenían ningún significado para
él, así que buscó otra definición. "Maldad"; acción que no debe ser realizada bajo ningún concepto, pero sí se realiza se debe asumir la total responsabilidad de esa acción. Tampoco eso no le aclaraba mucho. Buscó en otra enciclopedia más nueva y al
fin encontró la definición de la palabra "Maldad". Ahí decía claramente que maldad,
entre otras cosas, era perjudicar a otra persona, ser ruin, miserable, y que al final sería
condenado y castigado por la justicia divina. Al costado alguien había escrito con lápiz
apenas legible,"si te atrapan".
Como todos los ángeles Satanael fue hecho perfecto, sin ninguna tacha, pero parece que
sin querer un bacilo escapó del laboratorio cósmico introduciéndose, no se sabe cuándo
ni cómo, en su organismo. Uno sólo bastó para hacerlo no tan perfecto
Dejó la enciclopedia de lado, y se fue a su nube privada, ahí nadie lo molestaría. Memorizó lo que había leído sobre la palabra maldad. "Ser ruin y miserable y sobre
todo perjudicar a otro"
Eso le parecía algo fascinante. Durante milenios estuvo afinando y tocando su arpa para el deleite de ¿quién? Nunca hubo espectadores que lo escuchaban. Cuando preguntaba para quien tocaba, la respuesta era siempre la misma "para el deleite de Dios" Ya estaba harto de tocar para el deleite de uno sólo por más importante que ese uno era.
Tomó el arpa, la limpió y la guardó cuidadosamente en su estuche hecho de hilos de oro. Estaba seguro que por mucho tiempo no iba a tocarla más.
Caminó hasta el borde de la nube y miró hacia abajo. Otro mundo se le abrió a la vista.
Vio praderas y ríos que no conocía, plantas y árboles que levantaban osadamente sus
ramas. Era otro mundo, y quería conocerlo. Esperó hasta que oscureciera y sin ser visto
se deslizó por la escalera, la misma que más adelante Jacob iba a ver en su sueño. La
escalera estaba apoyada en la tierra y su cabecera tocaba en el cielo: y he aquí ángeles
de Dios que subían y descendían por ella. Pero esa noche Satanael descendió solo por ella. Su corazón le golpeaba en el pecho por la audacia que había cometido. Miró hacia arriba pero nada pudo ver, ni nadie pudo haberlo visto a él. Miró a su alrededor, todo estaba oscuro.
Aguzó los oídos y a lo lejos pudo escuchar un ruido raro. No lo supo distinguir, nunca había escuchado nada igual. Despacio se acercó y vio a dos humanos durmiendo. De la boca de uno de ellos salían esos ruidos que había escuchado. Se acercó más y vio que no tenían puesto ninguna ropa, estaban desnudos y parecía que no tenían vergüenza de mostrarse con lo que Dios los dotó.
Pacientemente se sentó cerca de ellos para esperar que se despertaran. Tan pronto
comenzó a amanecer primero uno y después el otro abrió los ojos y se sentaron.
Asombrados miraron a ese ser que los estaba observando.

-¿Quién eres tú? atinó a preguntar Adán, porque de él se trataba. El ángel estaba a punto
de decir su nombre cuando se acordó que en realidad estaba en otro mundo, y por lo tanto también podría elegir otro nombre. Es muy difícil en pocos segundos pensar en uno, así que solamente acortó el suyo.
-Mi nombre es Satán, dijo con voz suave. (No quería asustarlos desde el principio.)
-Y cual es el tuyo le preguntó a la hembra, que apetitosa como una jugosa manzana
estaba sentada delante de él.
-Me llamo Eva respondió ella coquetamente, (con esto queda demostrado que la vanidad, con la cual la mujer procura agradar a muchos hombres, está en sus genes desde la creación, y por lo tanto no debería ser censurada por eso).
Satanael (perdón Satán) preguntó:
-¿No tienen hambre, que van a desayunar?
Adán que no le gustaba el modo en que ese tipo, delante de él, miraba a su mujer le contestó secamente.
-Tenemos todo el huerto para elegir, menos los frutos del árbol que está en el medio, de
ese no debemos comer, por una ordenanza de Dios o moriremos.
-No crean todo lo que oyen por ahí, contestó Satán. Al contrario, si comen los frutos de
ese árbol tendrán conocimiento del bien y del mal, y serán como dioses.
.Al ver Eva que los frutos de ese árbol eran buenos para comer y eran agradables a los
ojos y codiciables para alcanzar la sabiduría, tomó uno de esos frutos.
-Anda, vamos la animó Satán, no tengas miedo, confía en mí, come de esa fruta.
Pobre Eva, ella no tuvo madre que pudiera haberla aconsejado de no confiar jamás en
un hombre que dice "confía en mí". Su "pecado" fue haber sido un bebé de probeta.
Así que Eva dio un mordisco a esa fruta cuyo jugo le resbalaba por el mentón, y
convidó a Adán, el cual comió también porque no quería ser tachado de cobarde, y
menos delante de ese extraño que lo miraba con unos ojos parecidos a una serpiente.

Y fueron abiertos los ojos de ambos y se dieron cuenta que estaban desnudos,
avergonzándose de ello.
Eva corrió detrás de un arbusto para esconder su desnudez y Adán arrancó la primera
hoja grande que encontró cerca que fue la de una higuera. Más cerca aún tenía una de
parra, pero quiso hacer alarde, ostentación de algo, aunque no sabía bien de qué, porque
a la vista estaba todo, y ese todo no era para jactarse y con eso se inventó también el alarde masculino sobre su órgano genital.

De pronto se oyó la voz de Dios llamando al hombre, ¿Dónde estás tú?
Y él respondió: -oí tu voz en el huerto y me escondí porque estaba desnudo.
Dios díjole, ¿quien te dijo que estabas desnudo, acaso comiste del fruto prohibido?
Adán ni tonto ni perezoso, le echó toda la culpa a Eva.
- Esa mujer que me diste como compañera me la ofreció; (sin aclarar que la comió con gusto).
Entonces Dios se volvió hacia la mujer. – Tú mujer, ¿qué es lo que has hecho?
Y Eva que era muy rápida en aprender, le echó toda la culpa a Satán.
–Él fue quien me engañó y comí, pero estoy muy arrepentida mintió.
Dios se volvió a Satán y le dijo: Por cuanto esto hiciste te declaro persona “non grata”
en el paraíso. Lo que te queda de vida lo pasarás en la tierra tratando de enmendar el
error que cometiste. Satán bajó la cabeza en señal de arrepentimiento, pero no lo estaba
para nada. Por primera vez en su vida había saboreado la semilla de la maldad y el gusto
le gustó. Se dio cuenta del poder que tenía la traición, la infamia, la mentira, la
deshonra, la vileza, y en su fuero interno se prometió de seguir aprendiendo las sutilezas
que lo harían un Maestro. Y cumplió su deseo.
Tuvo muchos alumnos que se diseminaron por toda la tierra, siguiendo sus enseñanzas al pie de la letra. En el correr del tiempo cambiaron de nombre pero no de hábitos. Siguen buscando el poder cueste lo que cueste, mientras no le cueste a ellos sino a los otros.
Dios se volvió a la mujer y le dijo: parirás con dolor tus hijos, desearás sólo a tu marido
(¡que poco conocía a las mujeres, claro está si nunca tuvo una!) y él será tu amo y
señor, (muchos se creen aún hoy que lo son).
Y al hombre dijo: por haber obedecido a tu mujer, comerás el pan con el sudor de tu
frente. (¿Con el sudor de qué frente?, si es la mujer que lo amasa).
Y por miedo de que el hombre comiese también del fruto de la vida, y viva para
siempre, Dios los sacó del huerto del Edén, dándoles túnicas de pieles para vestir su
desnudez ya que era invierno. Pensó que en el verano podrían seguir con las hojas, pues
siempre las tendrían frescas, no había necesidad de darles otra muda de ropa.
Y conoció Adán a su mujer (¡como si no la hubiera conocido antes, si ella lo metió en
ese lío!) Y ella concibió y parió a Caín, y después de seguir practicando concibió y
parió a su hermano Abel.

Y aquí termina esta parte de la historia. Hay mucho más pero no viene al caso.



Texto agregado el 25-06-2007, y leído por 241 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-06-2007 Se supo, el hombre le echó la culpa a la mujer, y la mujer a otro. Ninguno de los dos reconoció su culpa. Me gustó, una interesante reescritura. marielavit
 
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