Se fue una noche (diría oscura, pero que noche no lo es).
No dijo nada, no dejó nada, solo su recuerdo, simplemente partió con prisa, partió mi corazón.
¿Por qué?
Porque el amor es como un perro enfermo, porque la suerte tiene cara de sabio antiguo, porque...
no tengo la más remota idea por qué.
Solo sé que ahí estaba yo, solo en una cama demasiado grande para mí.
No solo la cama, luego sentí que el cuarto me comía, el apartamento se me antojaba eterno, la ciudad era infinita, el mundo era un pañuelo.
Hasta mi vida, esa cosa que no era capaz de explicar sin nombrarla, ese conjunto de casualidades químicas cobraba sentido solamente cuando ella estaba presente.
¿Qué hacer cuando la vida misma es muy grande para nosotros?
Nada,
de todos modos siempre lo es, por lo menos hasta que encontramos ese alguien que la completa (platónica la idea, ¿no?);
el problema llega cuando perdemos ese alguien, la sazón se va, queda un vacío tan lleno de dolor...
Quisiéramos poder olvidar que esa persona existió, que Juliana fue una ilusión, un sueño,
quisiéramos que desapareciera como esa ridícula canción que suena en la radio una y otra y otra vez hasta que se vuelve desesperante, al punto que me perforaría la sien con un taladro con tal de librarme de ese maldito ritmo.
Quisiéramos, pero igual quisiéramos que volviera, y ninguna de las dos cosas va a pasar.
¿Que no valió la pena morir por ella?
Puede que sea verdad, puede que yo hubiera podido llegar a hacer cosas grandes, ser el primer ser humano en Marte, o el primer perro en Mercurio, pero ¿de que me serviría si ella no lo podría ver?
Pensé que muriendo podría volverla a ver, y así es, la veo todo el tiempo (que no es tiempo ya que ni eso existe aquí), pero es una visión masoquista, es una masturbación mental que lo único que logra es producirme eyaculación precoz de ideas.
Es inútil, igual que mis deseos.
Deseo que ella estuviera conmigo.
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