Las escuálidas calles de aquel pueblo parecían bellas y hasta brillantes a la luz del sol que recién asomaba. A pesar de que el otoño había llegado, las doradas hojas aún no caían; aún no nos regalaba la bella alfombra de oro que cambia el paisaje.
A quien tocaría esa mañana arrojarse al río? Nadie lo sabría. Tampoco el porque de estos sucesos. El gran misterio yacía en lo profundo del río.
Seguí mi camino. Observé desde lejos el gran muelle; quería saber quien sería la nueva víctima sin acercarme mucho, por temor a ser yo, claro.
Esta vez le tocaría al viejo Ramón. Era la quinta víctima, pero la pregunta es de quién?
Entré en su vieja cabaña. Era extraño. Todo estaba sucio y desordenado. Una extraña sustancia verdosa caía desde su almohada al piso. Quizás fuera la respuesta a todo.
Caí sobre ella al resbalarme. No quise quedarme un minuto más allí.
Salí justo cuando estaban sacando el cuerpo del agua. Me encargué de que nadie me viera. Podrían haber sospechado de mí.
Llegué a mi casa dispuesta a darme una ducha y acostarme. Una horrible cefalea me estaba acosando desde que salí de aquella cabaña.
Dormí... dormí demasiado. Cuando abrí mis ojos ya estaba en lo profundo del río. Las algas se habían apoderado de mi cuerpo. Yo ya no sentía el aire en mis pulmones. Pero sabía que estaba viva. Aún sigo estándolo porque no tengo miedo a estar sola. Se que alguien verá la sustancia y vendrá a hacerme compañía... Quieres ser tú?