Soñábase John Maice siendo un sapo. Un sapo cualquiera en un día cualquiera sentado a orillas de un estanque- un sitio usual para los sapos, tomando en cuenta que éste es su hábitat natural- junto a los juncos y demás flora silvestre que usualmente habitan en las viejas ciénagas de el condado de ‘‘x’’.
John Maice ‘’el sapo’’ decidió refrescarse por décimo nona vez en el día –( pues era un batracio y es usual ver a los batracios húmedos y no secos como a los perros u otros mamíferos en general)-.Al salir del verdusco estanque percatose de un incidente muy peculiar. Un leve tintineo llamaba la atención de sus enormes y nigérrimos ojos de sapo, batracio u anfibio, como gusten definirlo. El pequeño tintineo era producido por el reflejo de los rayos solares que caían perpendicularmente – (setenta y dos grados exactamente pues a esa hora de la tarde el eje terrestre adopta una leve inclinación en el hemisferio boreal debido a los necesarios movimientos de rotación y traslación terrestre)- hacia el lomo de aquella pequeña casi ínfima e insignificante mosca plateada, la cual hallábase suspendida en uno de los juncos de la ciénaga , mal lugar de reposo para un insecto con tan llamativo ‘’camuflaje’’. John Maice ‘’el sapo’’ decidió acercarse a los juncos donde se encontraba aquel díptero plateado. Abrió de manera cautelosa la boca y rápidamente su lengua, cual saeta del cielo, poseyó al pequeño insecto degustando así aquel extraño sabor metálico, que iba adormeciéndolo. Veinte segundos después treinta y dos moscas azules devoraron el cuerpo del pequeño anuro. John Maice despertó.