Comenzaba la noche, salía de casa con mas de mil pesos robados del cajón secreto de su padre, lo acompañaba un amigo, flaco y con el cabello desordenado al punto que se veía bizarro; caminaron hasta la avenida donde consiguieron un taxi que los llevo al hogar del amigo, donde abrieron una botella de whisky que habían comprado anteriormente y empezaron a tomar.
Se acerco la hora, salieron en estado de ebriedad hacia el bar donde creían iban a pasar el resto de la noche, llegaron temprano, a las nueve cuarenta, ordenaron un par de cervezas y se sentaron a esperar a que los mecanismos de la alegría y la satisfacción empezaran a funcionar.
Nadie llego, salieron y le hablaron a otro amigo, que estaba todavía en el trabajo. Lo fueron a esperar afuera de las oficinas, sale el amigo contento esperando algo espectacular, la noche apenas empezaba, son las once. Hacen mas llamadas y terminan regresando al mismo lugar, que ya esta lleno.
Todos estaban ahí, se acomodaron entre el gentío, la música, los olores y la humanidad distraída en un lugar oscuro que destilaba diversión sin reflexión. Nuestro protagonista le pide a su primer amigo que le consiga lo que sea, quiere alejarse de aquí, pasársela bien.
Consiguió algo, lo compartió con el segundo amigo y la noche se alegro, con una sonrisa en su rostro ya se sentía parte de ellos, del mundo entero, cantaba a compás de las canciones con el resto del lugar. El edificio adquiría vida, latía y ronroneaba complaciente.
La ve a ella, el reflejo opaco de lo que ama situado en otro cuerpo, un cuerpo horrible y desgastado, siente la nostalgia acomodarse en la medula de sus huesos. La droga hace bien, empuja las pulsaciones de melancolía muy por debajo de lo consciente.
El tiempo huye, y él se mueve demasiado lento, sonríe idiotizado, comenta su felicidad como si fuera algo solemne. La figura que ostentaba su amor desaparece en la multitud, indiferente.
Regresa a casa de su amigo, todos se acomodan con las luces bajas y la música suave, el mundo se mueve tan rápido. Tropieza y se burla de su torpeza, empapado de licor busca en el armario de su amigo y se viste como un bufón, para después volver a ponerse el mismo atuendo que llevaba antes.
Son las seis y media de la mañana, detiene un taxi y con dificultad le da la dirección, llega a casa sin dinero, se acomoda en la cama y cae rendido. Mañana le espera la realidad como una bofetada, como un dolor de estomago, y por ultimo, como una sensación de nostalgia que ya se advertía tiempo atrás.
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