Esta vez hemos caminado bastante como para seguir ignorando el hecho de que nos conocemos. Hemos andado en esta ciudad en ruinas por años, juntos, y no podemos hacer a un lado un dato tan importante como ese.

Te conocí cuando eras una niña. Jugabas entre los escombros de lo que alguna vez fue un edificio de apartamentos. Levantabas restos de bloques y te confeccionabas un pequeño hogar, que cuando lo vi no pude evitar desear ser parte de él. Así que te ofrecí mi ayuda, y la aceptaste inmediatamente, sin siquiera voltearme a ver.

Juntos construimos un hogar con los restos de un mundo que ya no era nuestro. Crecimos y nuestras manos nunca se entrelazaron, pero a veces se rozaban, y atemorizados las alejábamos, como haciendo a un lado ese conocimiento intimo de nosotros mismos que con el tiempo ha crecido para convertirse en un templo a todos los amores secretos del universo.

Lucia, has sido mi acompañante más fiel en este infierno que cayo sobre nosotros inocentes, que mutilo a nuestros padres, sus edificios y sus virtudes.
Esta vez vengo a ti como un enamorado, y puedes saber, al ver mis ojos brillar con tu reflejo que en verdad te amo, pues me conoces de tal manera, que estoy seguro lo sabias ya, mas no lo esperabas.

Te miro asombrado y veo un futuro donde no había ninguno. Has roto la promesa de un presente interminable, y la esperanza brilla en tu sonrisa.

Hemos andado por el mundo, y no puedes ignorarme.


Ernesto.