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Como cuando nací en aquel cuartucho rentado. En aquel invierno legendario. ¿Me recuerdas cuando andaba por el mundo despreocupado? Todo se parecía tanto a mí, como un espejo.
Vitalidad, siempre que jugábamos a que estábamos en el desierto y no nos encontrábamos. Y llorábamos. Para calmar nuestra sed con nuestras lenguas probábamos la sal. Te amo tanto Lucia. Roberto me hablo de ti, y nunca te conocí.
Te amo tanto lucia, como cuando jugábamos a que probábamos nuestras lagrimas con nuestras lenguas secas.
¿Te recuerdas triste?
Lucia nuestra hermandad no culmina dramáticamente. El final se asoma como un día común y corriente.
Y siempre fuimos idiotas en nuestra comprensión del mundo. Hoy estoy encerrado en mí, como encadenado.
Deje la redención y ella me dejo a mi, nunca funciono bien nuestra relación.
Lucia, tú me condenas con tanta dulzura que en verdad lloro, y lloro como un infante. Me has condenado con suavidad y eres invaluable. Lloro de alegría. Te amo en verdad, lo hago.
Federico.
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Texto agregado el 23-06-2007, y leído por 102
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