Isabella

Las cenizas de la conciencia se ondulan
en el Mare Nostrum cazando la dramaturgia entintada de espantos conversos en tus uñas esculpidas a carne
incinerada.
No te amilanó la cómoda desaparición de sefardíes en Iberia ni el aullido legítimo
del hombre en su celda de salmodias.
Has de saber Isabella en tu goce degradado
del arte de sepulturas que las lechuzas dan a luz
un escacalofrío en el pecho desnudo de las piedras.
Los salvajes deletrean el nombre de un dios
Hiperbólico
y sumiso.
La ira es un racimo de golondrinas en los ojos de la tristeza,
la cruz se hunde en la impotencia de las arenas movedizas del espíritu flagelado.
Tus bragas embriagadas de sangre bautizan
con entusiasmo un demonio pontificio.
¿Qué boñiga habita en la entraña de tus fauces
cuando pujas el éter al goce de tus grupas?
El mar es un brinco negro en el poniente,
una perra lacerada se desnuda en el lecho
con el sueño tranquilo de haber
consumido el tiempo
al arrancarle a la tierra la costra de las lastimaduras...