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Entre los usos y costumbres de nuestra sociedad mexicana existe una tradición tan arraigada como las bodas con mole y pollo; es el repudio a despedirse de quien se va.

No me refiero a retirarse de una reunión, de una fiesta, del salón de clases… Sino a las despedidas significativas, cuando alguien se va para no regresar, o por lo menos no hacerlo en un par de meses.

Un caso contrastante al acto de despedirse cuando tu eres el que se va.

Pero ¿Por qué no nos gustan las despedidas? He estado intentado comprender esto desde hace un par de años, pero hasta ahora creo poder entenderlo un poco. Claro que para esto tuve que apreciar las despedidas desde los dos ángulos básicos. Irme y quedarme

Primero hay que entender porque cuando nos vamos son tan gratas las despedidas.
Cuando convives con algunas personas de una forma regular o con cierto agrado se forma un vínculo de costumbre, aprecio, cariño o dependencia. Cuando te despides rompes con eso. Es tu decisión, te entristeces como cualquiera, pero aun así lo haces. Eso te da un cierto grado de heroísmo –Que fuerte y que maduro al tomar esta decisión- dirán algunas tías chismosas. Que este ambiente se perciba no necesariamente significa que así sea. Tu partida puede responder a varias circunstancias, puedes simplemente huir de la ley, irte a broncear a la playa, buscar a una ex novia de la que te enamoraste en primaria o querer comprobar si es verdad que en Europa puedes drogarte sin que nadie te critique. Sea cual sea la razón no perderás tu status de héroe.
Es por esto que al despedirte todo el mundo hace fiesta, recuerda que tan buena personas has sido, y olvidan todas las cosas malas que provocaste; eres un héroe que se va.

Cuando ya te fuiste, lejos de tu familia, tus amigos o tu perro pachon, caminas con un aire de triunfo, ya que tú también te creíste que el cambiar de residencia es un gran logro, así que el extrañar a la gente solo se te hace más fuerte y virtuoso.

Así es cuando te vas.

Cuando te quedas es un poco diferente. El mismo vinculo se rompe, pero en ese momento te das cuenta que la persona que se va es mejor de lo que pensabas. El factor “héroe” también se presenta aquí, olvidas todo lo malo y solo recuerdas todos eso buenos momento que te hizo pasar; y si no los hay los inventas. Te dedicas durante días a enumerar frases descriptivas del despedido junto con todas las personas afectadas, frases que son realmente innecesarias ya que solo enuncian cosas que todos ya saben, o que bien podrían decirse casi de cualquier persona y nadie notaria la diferencia así que de descriptivas pasan a ser ideas melancólicas para recordarlo con tristeza –“Era tan simpático”, “Siempre se preocupaba por los demás”, “Tenia una risa tan linda”- .

Cuando ya se fue y tu te quedaste, aun estando con todas las demás personas importantes para ti, con todos tus compromisos, tu trabajo y tu perro pachon; te sientes sin ánimos, un poco “vació”, como si esa despedida hubiera sido realmente destructiva para ti y tus actividades diarias. Pero no te preocupes, esto pasar pronto, es cuestión de darte cuenta de que solo nos gusta montar un drama para darle un poco mas variedad a nuestras aburridas vidas.

Jaime Carcaño Hernández.

Texto agregado el 22-06-2007, y leído por 565 visitantes. (0 votos)


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