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En el Abismo.




Loki, Set y Fenris marchan por los ignotos túneles que conducen al centro del Abismo. Los temblores son constantes, el olor es lo más fétido que han sentido. En las paredes hay cadáveres encadenados que luchan por soltarse. Ambos dioses siguen caminando hasta que por fin se encuentran con el que los va a conducir hasta donde reside su aliado en esta batalla que están por librar.
Una figura tétrica se les presenta ante sus ojos. No pueden ver con certeza lo que es, aunque tampoco les importa, sólo pueden distinguir que está vestido –asumen que es un hombre– con una túnica negra que le cubre toda su existencia.
- Saludos –dice el extraño–. Soy uno de los Nigromantes y los voy a guiar directo hacia donde se encuentra mi amo.
- Está bien –contestó Loki. Mientras se disponía a seguirlo.
Set imitó a Loki y lo propio hizo Fenris. Así, los cuatro continuaron el recorrido de los lúgubres laberintos. Era una estructura extraña la que tenía ese reino de los muertos. A veces, los túneles parecían grandes y frías cavernas de roca sólida y en otras ocasiones se hacían tan angostos que los viajantes tenían que caminar encorvados. Cuando esto pasaba, el frío paralizante de las grandes cavernas se transformaba en un calor sofocante que en ocasiones hacía alucinar a los intrusos.
El Nigromante se deslizaba –no caminaba– por los laberintos como si fuera parte de la estructura. Cuando el frío hacía temblar a Loki y a Set –recordemos que Loki viene de un lugar frío–, el extraño guía no parecía sentir estímulo externo alguno. Cuando los túneles se encogían, el Nigromante se encogía con ellos. Fenris, a pesar de su enorme tamaño, podía metamorfosearse en fuego puro y recorrer los escuetos espacios sin problema. Tampoco lo afectaba el frío y mucho menos el calor.
Pasaron largas horas de recorrido hasta que por fin llegaron a una habitación hecha de roca sólida, todo lo que en esta habitación había estaba tallado en roca. El lugar parecía una escultura gigante.
Perfectamente ubicado en el centro de la habitación había un trono vacío. El Nigromante les señaló este trono y les dijo que se acercaran más, que su rey los esperaba. Ambos dioses quedaron extrañados ya que no veían a ningún rey, pero decidieron hacer caso a su guía. Después de todo, en ningún momento los había engañado. Así que se acercaron, y fue entonces cuando oyeron una voz que emanaba directamente desde el trono de piedra. Era una voz femenina.
- Acérquense, señores de las sombras. Yo soy Ereshikigal, la reina de los muertos.
- Lo sabemos –respondió Loki.
La diosa lo señaló.
- Tú debes ser Loki, el padre de Hel. Yo me he estado comunicando con tu hija. Pero de todo eso ya debes estar al tanto.
Luego señaló a Set.
- Tú debes ser Set, el matador de Osiris. Aunque tengo entendido que se te atribuye una muerte mucho más reciente y más difícil.
- Así es –respondió el dios.
- Y por lo que puedo ver, no es mentira lo que dicen. ¿Es esa en verdad la espada de oro de Crisaor?
- Es muy real.
- Entonces también debe ser verdad lo que dicen las profecías, que con esa espada se liberará al fuego.
- El fuego ya está liberado –interrumpió Loki–. ¿Cuándo veremos al Príncipe?
No se impacienten que lo que nos sobra es tiempo. Ahora mismo los guiaré hacia donde descansa Pazuzu.

Texto agregado el 21-06-2007, y leído por 116 visitantes. (1 voto)


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