Como la rueda y el bolígrafo, como la catrera y el vino tinto, las más grandes ideas no siempre se le ocurren a los genios. No necesariamente los intelectuales más elegantes ni los científicos más avanzados son artífices de aquellas ideas-fuerza que revolucionan el conocimiento.

Así es amigo mío, hasta un hombre simple como yo puede, casi involuntariamente, descubrir aquella premisa que permite explicar lo inexplicable. Más que una hipótesis, un postulado. Más que una teoría, un axioma. Una verdad universal que ilumina claramente los más alejados rincones de ese universo de horrores que conforma la historia de nuestra especie, ese caótico camino de la evolución humana.

Pa no darle más vueltas al asunto se la hago cortita:

Las mayorías siempre se equivocan.

Trate usted de curarse de todas esas deformaciones culturales con que le han lavado el cerebro, y aplique siempre mi premisa en el análisis de cualquier hecho social por más complejo que parezca. Verá entonces que la verdad, simple y pura, surge sin mayores esfuerzos.

Por ejemplo, terminará usted comprendiendo cabalmente las ventajas del voto calificado. O acaso hace falta ser un “erutito” para darse cuenta de lo absurdo que implica darle el mismo valor a MI voto que al de cualquier zaparrastroso, ignorante, vago, drogadicto, peronista o hincha de Boca.

Ergo, que por esta vez, no le cobra nada.