Baja la escalera. Lleva el cabello mojado, recogido, se pega a su espalda pero no siente esto, no siente nada. No, no es eso, siente un dolor, como una quemadura, que late, que late... y no puede sentir nada más. Y digo ¿ baja la escalera? No. Está aún en el primer peldaño. ¿El tiempo se ha detenido? El aire es tan denso que siente presión en los oídos y no quiere seguir bajando; no sabe dónde ir, no tiene donde ir; no existe la esperanza del día siguiente, ni de tres años, tres días, tres segundos atrás, más valdría no haber nacido...y tiene que seguir bajando; y lo sabe, lo sabe, todo en ella lo sabe, pero no deja que la idea tome forma. Piensa, que cuando llegue al final de la escalera y abra la puerta ya nada, ni ella ni su pequeño mundo, ni la vida ni su sentido, ni el tiempo ni su concepto, ni los sentimientos ni sus múltiples formas... Nada de lo que ha sido volverá a ser. Y no hay bóveda rasgada, ni eclipse, ni bandadas de pájaros negros que huyen, no, todo sigue insoportablemente quieto, ajeno, impasible, como una sonrisa irónica de brazos cruzados. Llega al último peldaño y no está el can Cerbero guardando la puerta pero ella sabe que allí empieza el infierno. |