Esto es lo que recuerdo de aquel momento.

Estaba yo en un Café Internet por ahí por el barrio revisando Mi Libro de Visitas. Era de noche, lo sé por que mi vista daba hacia una ventanita cercana a la puerta. Fue una suerte encontrar puesto, así que me acomodé en el rinconcito que quedaba y empecé mi labor. Mi PC era de los primeros de adelante y el lugar andaba concurrido. Muchas personas en su mundo, y yo en el mío, emocionada, acompañada y sonríente.

Al abrir mi página, encontré unos cuantos comentarios simpáticos de esos que suelen dar algún valor agregado a mis textos (Debo decir que me reí inmediatamente, con esa inevitable sonrisa delatora y picarona que uno trata de disimular pero no puede). Procedí a hacer mis respectivos aportes y a contestar la gran cantidad de comentarios; así que podrán imaginar el color de toda mi pantalla: Azul clara con letritas negras (algunas azules), una que otra foto, estrellitas amarillas, letra verdana o arial (no tengo claro cual es); y otra ventanita blanca cibernética en la esquina superior izquierda de mi pantalla, esperando ansiosa que yo la bombardeara con mensajitos animosos y recargados de suspiros.

Leía, me reía, escribía y escribía, clic en “privado”, “envíar”. Atendía invitaciones, comentaba y estrellaba, y “envíar”. Leía otra vez, cerraba una página, abría otra, escribía otra vez, “privado”, “envíar”…Así lo seguí haciendo entretenidamente en varias ocasiones y el tiempo se hacia corto, la gente se iba, y noté como poco a poco el café se desocupaba. Yo sentía que el tiempo no me iba a alcanzar, y eso me preocupaba, yo tenía mucho que hacer, tenía muchos amigos por visitar, historias por contar, cuentos por leer, sentía que se me acababa la vida y era ahora una lucha en contra del tiempo.

Tan concentrada estaba yo, que al momento de sentir aquella mano en mi hombro dí un brinco absolutamente vergonzoso (ahora que lo recuerdo), estaba casi muerta del susto y no me quería ni mover. Todo fue en cuestión de segundos. Lentamente giré a ver quien era y unos ojos negros se encontraron con los míos….Quiero contarles que si no me morí del susto, definitivamente en ese momento, sentí que me moría de amor.

No se como explicarles. No podía pensar en ese momento, tenia el pensamiento nublado, se me mezclaba el color de la pantalla, con la luz de las bombillas del local. No sabía como reaccionar. No sabía si saludar, reírme, pasar desapercibida (bajo perfíl, que llaman), hablar, quedarme callada, no sabía ni siquiera si darle la mano, por que me sudaban ambas, no sabía si decirle “hola” por que no tenia muy claro si esos ojos eran amistosos o misteriosos. No sabía que hacer, tenía el amor de mi vida tan cerca, tan repentino, tan inesperado, que me cogió por sorpresa y no me dejó reaccionar de manera lógica y coherente.


—Hola —dijo él con voz firme y gruesa—, Que pena ser tan chismoso, pero noté que visitabas la pagina de los cuentos. Escribes Allí ¿verdad?



(yo no lo podía creer. Me quedé muda mirándolo como tratando de entender lo que decía. Creo que estaba en shock)


—Si. (Temblaba)

—Vaya que bueno. Yo también. —Mucho gusto —dijo mientras me extendía su mano—, Me llamo Ramiro, y tu nombre es…

(Parecían los instantes más eternos de mi vida, no quería soltar de su mano. Era tan grande, tan fuerte, tan bonita… No quería que el momento se acabara nunca)


—Luisa. Me llamo Luisa Fernanda —y mientras sonreía y lo miraba incrédula agregué—: Soy Annakiya en la página de los cuentos… ¿Me has leído alguna vez?



(Imaginaba su respuesta. A ver, estamos hablando de más de 200 mil usuarios, seria absurdo que diera con uno de mis textos)


—Sí claro. Mi nick es hombrecitoenlaluna. Te he reconocido, por eso te hablo. También te he dejado bastantes comentarios. ¿Ahora me recuerdas?



(Mi cabeza estaba en un proceso de aceptación de la información. ¿Qué me estaba diciendo? ¿Acaso estaba yo alucinando? Estaba el hombre de mi vida justo en frente mío, diciéndome que había leído mis escritos, que los había comentado y que me había reconocido. Y yo ahí sentada como una estúpida, roja como un tomate, sin hacer nada, tratando de hacer recorderis de quien era él, de sus comentarios, de sus escritos, pero era inútil. Yo tenía la mente en blanco, solo podía limitarme a verlo. Es que él era perfecto. Era muy alto, tenia unos ojos, ¡Dios mío que ojos! Me encantaban por que hacían juego perfecto con sus cejas pobladas y su cabello negro. Tenía labios suaves y una sonrisa tierna, conmovedora, sensual y cautivadora. Yo realmente tenía unas ganas enormes de ponerme de pie en frente suyo, cerrar los ojos y darle un beso. (El beso que más he anhelado durante toda mi vida)

En ese momento la chica que atendía el café, informó que iban a cerrar, así que me hice la loca con la respuesta y solamente le sonreí. Ambos nos acercamos a pagar la cuenta, agradecimos y salimos. Hacía mucho frío en la calle, y ahí estábamos parados ambos, en frente de la puerta y en absoluto silencio.

— ¿Quieres ir a tomar algo? —me preguntó súbitamente—. Aquí cerquita hay un lugarcito en donde venden capuchinos deliciosos. Podríamos conocernos mejor, hablar un rato, y por que no, escribir algo juntos para la página.


—Me encantaría —dije. Y mientras lo tomaba por el brazo agregué—: Siento como si te conociera de hace mucho tiempo.


—Que extraño, a mi me pasa lo mismo con vos —Dijo él mientras caminábamos buscando el lugarcito.

Y así, mientras íbamos felizmente caminando y conversando sin parar sobre su vida y la mía todo se oscureció de repente y yo desperté. Abrí lento los ojos para corroborarlo todo y luego suspiré. Era aún de noche. Acomodé las cobijas y seguí durmiendo.