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La vida en la colonia solía se muy tranquila, trabajábamos duro pero obteníamos grandes resultados. Nuestros días transcurrían con el trabajo continuo e incansable, acarreábamos ramas, yuyos y montones de tierra de aquí para allá. Pero gracias a ello nuestra casa era la más hermosa de todo el baldío. Colmada de largos túneles su belleza se erguía bajo tierra.
Quisiera poder decir que la esplendidez de nuestro hogar y sociedad duraron por siempre, pero aquel imperio que tanto nos había costado construir se derrumbó en pocos días con la llegada de las criaturas mas crueles que habitan este planeta.
Aquellos despiadados gigantes llegaron un día de caluroso verano y todo indicaba que habían llegado para quedarse. Aunque nosotras éramos muchas mas en cantidad, ellos nos multiplicaban miles de veces en tamaño; y estaban decididos a exterminarnos.
Al principio fueron los temblores. Una fuerza indescriptible que hacía estremecer nuestra morada, provocando grandes derrumbes de tierra que nos aplastaban contra el piso. Destruyendo con cada retumbe nuestro hogar. Invadiendo nuestro ser con el miedo, el terror y el pánico frente a lo desconocido, frente a algo que nos era completamente ajeno.
Pude entender de que manera lograban aquellos terremotos cuando salí al exterior: era un aparato filoso que brillaba a la luz del sol y que controlada por unos de ellos se hundía en el suelo y cuando salía levantaba colosales porciones de tierra, apuñalándola y destripándola.
Nosotras somos por naturaleza trabajadoras incansables y grandes guerreras, y no íbamos a permitirles victoria sin antes luchar con todas nuestras fuerzas. Atacamos entre todas a aquel gigante que controlaba la maquina destructiva. Mas fue en vano: sus enormes pies arrebataron contra nuestros cuerpos una y otra vez. (Lamento decir que muchas de mis hermanas murieron de esa manera).
Cuando ocurría esta batalla apareció de la nada la otra maquina de guerra con la que contaban los invasores. En un breve lapso de tiempo el sol se oculto, pero sólo para volver a aparecer sobre un artefacto transparente que multiplicaba su calor ciento de veces, y que con una luz que enceguecía perseguía a cada una de nosotras. Cuando esa luz tocaba nuestro cuerpo la muerte estaba próxima. Mis compañeras morían por llamas que salían de la nada y las devoraban. La calcinación extermino a cientos de nuestra especie. Este artefacto era también manejado por uno de ellos, aunque de menor tamaño. A este monstruo en particular parecía divertirle nuestra muerte, pues mostraba una cruel actitud de emoción y excitación.
Recuerdo que tuve la impresión de que estaban jugando conmigo y que en pocos minutos, cuando estuviera a punto de salvarme, esa muerte misteriosa, tan rápida como el paso de la luz, saltaría tras de mi para matarme.
En el momento nunca pensé en la salvación; corría y escapaba, creyendo constantemente que aquel seria el fin del mundo tal como lo conocía.
Aquellos monstruos asesinos ya habían planeado nuestro destino: o bien huíamos o moríamos.
El exterminio fue prácticamente absoluto, sólo unas pocas sobrevivimos para contar la historia.
No duramos mucho tiempo en lo que había sido nuestro maravilloso hogar. Nos privamos de la luz del sol, ahora tan temida, y nos enterramos bajo tierra durante días. Mientras tanto los temblores continuaron, y cuando al fin cesaron los continúo el agua, que se colaba por la tierra humedeciendo nuestra existencia.
El pasar de los días nos reveló el plan que los invasores llevaban a cabo: entre nuestros túneles comenzaron a crecer plantas y raíces; todo había ocurrido por la intención de instalar un jardín en nuestro espacio. Toda la destrucción y la muerte tan sólo por unas pocas flores y hierbas.
Lo que quedaba de nuestra sociedad huyo por los túneles subterráneos que nos vimos obligados a construir como medio de salida. Durante días interminables cavamos y extrajimos tierra; nos fuimos abriendo paso a la vida, huyendo de la muerte que quería alcanzarnos.
El tiempo transcurrió y nos re-establecimos en un nuevo lugar, pero desde aquella vez el miedo se convirtió en parte de nuestras vidas, y ahora estamos siempre preparadas para huir de posibles invasores que puedan, injustamente, atentar contra nuestra sociedad.



Texto agregado el 19-06-2007, y leído por 134 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
10-11-2007 No comprend[i bien las reflexiones de Neison y Dax. En el proximo cuento me resulto curioso que siendo mujer escribas como hombre, en este, que escribas como hormiga. Me gusto como manejaste la crueldad del hijo con su soplete lanzallamas. Es una vision interesante. ekirne
23-06-2007 un texto muy bien logrado has puesto mucho de tu parte tiene mucho sentido para el lector te felicito me gusto****** neison
22-06-2007 una parabola bien construida. se siente el sonido de la muerte, los tacos de las botas. el cuento te guia y te lleva hacia el horror. el miedo continua, depende de nosotros deshacernos de el. 5 DAX
 
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