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La Realidad Mutante

Esta es mi historia, ¡bah! en realidad es el relato de un suceso vivido un año atrás, aún adolescente, cargado de vitalidad y curiosidad, inquieto y soñador, sometido solamente a una selecta variedad de actividades u ocupaciones que terminaban con el tiempo de mis días: la escuela, el básquet, las chicas y por supuesto, los amigos.
Estas cuestiones (como ya aclaré antes) eran sencillamente las actividades que normalmente realizaba a diario, con el objetivo de encontrarme, hallar esa maldita respuesta que tanto nos cuesta encontrar a los adolescentes: ¿quiénes somos? y poder finalmente sentarme, a los 40 años futuros en mi proyectada y prolongada vida, en mi escritorio a reflexionar sobre mi pasado prematuro, y poder sacar la conclusión tan anhelada para mi experiencia de vida: fui feliz, aproveché el tiempo, probé y experimenté todo, elegí correctamente la carrera que pretendo seguir en un futuro incierto, y poder llegar al punto en el que diga “ tengo la conciencia en paz de que no me perdí nada” y que fui lo más feliz que pude haber sido en esos tiempos. Sí, amigos, las grandes dudas e incógnitas presentadas a esta edad son algo tan, pero tan agotador para nuestra mente que la mayoría de nosotros optamos por lo fácil y rápido, sin saber qué será de nosotros, usurpando una identidad que quizá con el tiempo nos demos cuenta de que no nos pertenece, que esa no era nuestra vida.

Suena el despertador. ¡Fuck! es lunes, y eso quiere decir: a la escuela. El perro me levanta con sus húmedas lamidas frotándome las mejillas sin parar. Mi mamá ya se fue al trabajo, trabaja en un banco, no sé específicamente el cargo que ocupa. Pero en fin creo que ella nunca me lo dijo, así que mis culpas de mal hijo se diluyen al instante.
La compu prendida desde anoche; la TV sin volumen, emitiendo esa luz tan molesta del canal 6 y mi cama desordenada. Saco algunas tostadas que dejó mi mamá en el medio de la mesa, tomo un sorbo de yogurt y salgo disparando al colegio. Por suerte me queda muy cerca la escuela de mi casa, son sólo 8 cuadras, me calzo al oído el mp3, esa cosita tan maravillosa que te hace olvidar del sueño que tenés, de los insultos de Gabriela el día anterior en el Chat, del frío y te hace pensar y buscar en tu cabeza de pícaro las mentiras o los versos que le tengo que meter a mi mamá para salir este fin de semana. “O viernes o sábados, Francisco; no se discute más, ¿qué te pensás? ¿Que con tus 16 años te podés llevar el mundo por delante y hacer lo que quieras?, sos muy chico para andar siempre en la calle”... Una y otra vez me taladran esas palabras, que se transforman en cianuro para mi cabeza...

Ya en el colegio, dentro del aula, miro hacia mí alrededor. Es impresionante la capacidad de observación que tengo y es fabulosa la clase para aplicar mi virtud, vamos a ver: Juanchi se ríe muy disimuladamente de la foto que le acaban de pasar por mms ( mensaje multimedia), me encantaría saber de qué se trata la imagen, pero bueno, como podrán notar no estoy cerca de él; Sebas está concentradísimo en su celular, pareciera que está mensajeando a Gabriela porque ella también está muy sometida a ese aparato tan particular; el grupito de chicas al cual yo clasifico y nombro como “soñadoras”( por la utopía de sus pensamientos) está prestándole una gigantesca atención al nuevo DVD de Martina y de su flamante cámara de fotos, regalo de sus 17 años. Se dieron cuenta de algo ¿? las actividades u ocupaciones de las personas que acabo de nombrar tienen algo en común: están conectados de algún modo con la tecnología.
Esta afirmación constituye un claro ejemplo de la vida social adolescente en la actualidad: no podemos estar un segundo sin chatear, sin mensajear a alguien, sin sacar fotos, sin ver películas en DVD, ver televisión y/o navegar por Internet, ¿todo gracias a quién? al fabuloso ingenio del hombre y su impresionante voluntad y curiosidad por las cosas nuevas e intrigantes. No digo que esté mal la sociedad hoy en día con estos cambios tan rotundos, sino que me desconcierta un poco el pasado: ¿Cuál era el hobby de mis padres? si no chateaban ni tenían celular, ¿Cómo se comunicaban entre los amigos? ya sé que existía el teléfono fijo y que leían la mayor parte del tiempo libros para entretenerse, pero ¿eso los divertía? o ¿será que estoy tan “institucionalizado con el nuevo mundo de las comunicaciones” que me he hecho creer a mí mismo que sin esas innovaciones no existiría un mundo similar al que estoy viviendo? En fin no me considero un adicto, pero sí un gran consumidor y culpable de este cambio provocado en la sociedad actual.

¡Ay, ay! se me acaba de diluir en mis pensamientos la clase de Matemáticas, como siempre yo volando en mis conclusiones matutinas sobre el porvenir del mundo, las de Historia, Geografía e Introducción al Derecho también constituyeron un gran paseo para mi conciencia, ésta aventura que me cobró 5 llamadas de atención y un 1 por señalar incorrectamente el Trópico de Capricornio, ¿estúpido, no?
Al llegar las 12:30hs, estaba muy feliz de que por fin podría salir de este pozo de inspiración y desconcentración para mi mente, o sea, la escuela. Dejemos de lado el colegio por un rato, ya que en este momento me encuentro en mi casa, acariciando mi perro... la mochila tirada sobre mi cama, como de costumbre, devorando sin remordimientos la milanesa con puré que me dejó hecha mi mamá en la mesa. Ya metido en hábito hogareño de “comportarme”, me saco los zapatos y me conecto, pongo la música muy fuerte y me despego de la realidad por unos instantes.
De pronto, mi mamá entra al dormitorio sin previo aviso con cara un poco agria, pero normal en fin y me comenta sus planes para el fin de semana con destino a Córdoba, acompañada por Carlos, su nuevo compañero o “pareja”. Yo, lamentablemente quedaría a cargo del “cuidado” de mis tíos, unos seres estancados en la Edad Media sin modernización alguna en sus pertenencias. Ellos son de María Grande; y me iría al cabo del partido que tengo que jugar allá. Como comentario al aire mi mamá me recalca que va estar mi “primita” Rocío (una ballena humana sin femineidad a la vista).

Y fue así, pasó tan volando la semana que no me di cuenta de que ya era viernes y que estaba en el medio del partido; 98-72 marcó el resultado final a favor de la visita, sin grandes aportes míos pero con una leve esencia de satisfacción triunfal al fin. Salí del club para dirigirme, como estaba previsto, hacia la casa de mis tíos, pero noté algo ligera mi mochila, ¿pero qué...? me dije en mi interior, abrí el bolso y me quedé helado al ver que ninguna de mis preciadas reliquias estaba allí dentro. Corrí hacia el estadio y nada, es más, basándome en mis experiencias pasadas nunca pero nunca han devuelto lo que he extraviado y menos si me lo han ¡robado! así que perdí la esperanza (alguna) de recuperar mis tesoros. Pegué la vuelta y fui sin consuelo hacia lo de mis tíos.

Al secarme las lágrimas, me di cuenta de que estaba tan sólo a tres casas del Instituto Anti-Diversión Moderna, o sea, la cárcel de la casa de mis tíos.
Voy a obviar la presentación de mis tíos, ya que me parece poco interesante en mi relato. Pero no la de mi prima. Aquella ballena de la cual les había comentado cuando hablé con mi mamá, se transformó en una encantadora morocha de ojos café, de boca carnosa y a simple vista parecía tierna y dulce, nada que ver con lo que era hace tres años. Le resalté sus cambios tan rotundos y la halagué por su nueva figura, pero mi tía interrumpió la conversación con el anuncio de la cena, una especie de sopa tan cremosa que parecía moco de dinosaurio.
Al día siguiente, un sábado como todos, pero con la diferencia que estaba a kilómetros de mi Chat, de mi perro, y aislado totalmente de mi círculo social, quebrado por dentro por la pérdida invaluable de mis objetos, a Rocío se le ocurrió tener una conversación conmigo acerca de los intereses o prioridades de cada uno, no me opuse ya que sus ojos me inundaron de ternura, los cuales me pudieron dominar tranquilamente. Chicas/os, salidas a boliches, música, comidas, preferencias en el deporte, celebridades del espectáculo y libros leídos fueron los temas que abarcó la charla de 3 horas que fue interrumpida con un suculento plato de estofado en el almuerzo.
A la siesta, sin sueño alguno, nos acostamos en una hamaca paraguaya, nos contamos chistes muy malos, ella me explicó porque las chicas de su edad a veces se comportaban de manera tan pegajosa o histérica con los chicos solamente para llamar la atención, yo le enseñé mis secretos de chamuyo para endulzar a una chica y debatimos toda la tarde con una taza de leche sobre si existe verdaderamente amistad sobre el hombre y la mujer.
¿Algo se me olvidó decirle? Sí, están en lo cierto. En ningún momento nombré a mi celular, mi cámara digital, mi mp3 y my playstation, ¿saben por qué? porque no los necesité, ella con su palabra, su presencia, su oído y su voluntad para hacer cosas creativas y compartidas me hizo entrar en un mundo que había olvidado hace ya mucho tiempo, ese mundo que dejé cuando sólo tenía 11 años: el mundo real, un mundo en el cual tenés que hablar y no escribir para relacionarte, en el que todo percibís con los ojos, como el pelo de Rocío recién salido del baño, sus ojos reflejados en la luz del sol al atardecer y su aroma tan, pero tan femenino que te derrite con solo sentirlo, y no el mundo que te muestra a través de una pantalla una imagen que podés agrandar y hacer a tu antojo, que te prohíbe escuchar la voz del que está del otro lado; sentir su olor y su esencia. Este faboluso paraíso del cual me había perdido hace mucho tiempo.
No entiendo qué me pasó, o mejor dicho, no sé cómo me dejé transformar en un simple consumidor, cliente, producto y hasta en una máquina que sólo chateaba, mensajeaba y escuchaba música. Pero lo más frustrante es que perdí uno de los valores esenciales de la vida: la familia, por un lapso que se podría haber prolongado durante muchos más años si no me hubieran robado. Le agradezco a Rocío por haberme abierto los ojos y despertar de un sueño enterno en el cual estaba sumergido, lleno de espejismos y alucinaciones, abriéndome las puertas al mundo real, ese que tanto amé y eché de menos en mi infancia. Gracias al ladrón por haberme hecho ese enorme favor, del cual los dos salimos muy beneficiados y por último, gracias a Mamá por haberme llevado a la fuerza a Maria Grande y poder contarles hoy, con 17 años, la experiencia que viví.
¿Las cosas que perdí? no quise, obviamente recuperarlas, sino que le expliqué a mi mamá que se las había regalado a la “ballena” de Rocío porque me daba lástima. Mi computadora (que desgraciadamente se salvó del robo) la vendí y me compré una colección de libros de todas las secciones posibles, desde ficción y aventura como Harry Potter hasta recetas de cocina del Gato Dumas.
¿Mi mamá? se enamoró de mi nuevo cambio, ya que cooperaba en casa en el tiempo libre que malgastaba en el Chat, hasta me dediqué un tiempo a la jardinería gracias a las enseñanzas de Rocío (ella tiene un vivero). Hablando de ella.... ¿que habrá ocurrido?

Texto agregado el 19-06-2007, y leído por 110 visitantes. (0 votos)


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