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-¿Cómo esta eso que ya diste el séptimo paso y vas por el octavo? …si no has comenzado siquiera a caminar- Preguntaba Rogelio con prepotencia circense al pensativo Alejandro, quien mentalmente articulaba la respuesta cuando su padrino continuó… -es posible hacerlo si, pero se requiere de una intensa fe en el espíritu, en uno mismo cabrón, en….- y levantando el dedo índice señalaba con resorteo en dirección al cielo.

Convertirse en “humildad con patas” es el requisito fundamental para creer que has dado esos pasos, y con lo que me platicabas la semana pasada…- Alejandro le miró con una expresión que refleja como mentalmente se esforzaba por recordar lo que se dijo en esa semana, Rogelio se percato y le dijo -…dijiste que tu padre se encontraba mal por tu culpa, por eso y más dudo que te encuentres apto para haber dado siquiera los otros seis pasos, o que... ¿esos son pendejos? Adelantarte en los procesos de curación de el alma, son lagunas en la conciencia del adicto; alcohol, drogas, telenovelas no importa cual- Jaló aire y continuó su discurso. -Es la desesperación experimentando los cargos en su contra y hasta hoy, ninguno en el país, que yo sepa, los ha resuelto y menos si tiene un historial tan vasto como el tuyo; basado en autodestrucción, y el atropello a terceros. Ahora, dices que les buscarás para redimir los perjuicios, solo te exijo que recuerdes que puedes hacerlo siempre y cuando en tu intención no vuelvas a herirlos,…pero como has dejado las cosas… perdona, yo dudo que algo compongas; cada quien puede hacer de su vida un cacahuate y un desmadre, pero no tiene el derecho de afectar y mucho menos de volver a perturbar la de los demás.

No dudo de tus capacidades y tampoco estoy haciendo menos tu existencia, ya que tú puedes ser de gran utilidad para la humanidad, pues intelectualmente me he percatado que eres un tipo con el gusto por los libros y el hábito de escribir; confieso que aunque yo sea más viejo, he aprendido mucho de ti. Físicamente también puedes aportar mucho, ya que eres un tipo de imponente tamaño y complexión, no en vano mal encausaste ese dote aventándote incontables “trompos” en donde fuera, desarrollando una fea habilidad para ello.

¿Así que tu ego dice que lograrás tus objetivos antes que todos los alcohólicos y drogadictos que no han recaído y los que si?, muy bien…, independiente mente de que lo logres o no, recaigas o no en tus excesos, para tu objetivo necesitas tiempo y no hablo de unas semanas o meses, quizás años pasaran antes de que llegues a entender y aceptar que tienes un grave problema-. Con la misma serenidad que refleja el momento pensativo en cualquier persona, Alejandro respondió:
-Precisamente por que ya no hay tiempo. Me he infectado de VIH y tengo que aprovechar y agradecer “un minuto más de vida”.

Un cuarto de servicio en la azotea era su hogar, las condiciones de salud le habían arrebatado empleos por discriminación, amores por fragilidad ante cualquier culminación física, amistades por miedo a infectarse por obvias imprudencias de costumbre en sus actos. Y familia, esto desde antes de enterarse que no tenía una, al contraer la enfermedad, perdió hasta sus parientes postizos.

“Basurero de almas” sonaba en el “mini componente” que su padrino le había prestado; con la angustia y el coraje que provoca “ebria danza” en sus canciones, Alejandro ingería el medicamento correspondiente a la hora, su pensar perseguía, evadía y resolvía en desorden. Al tragar cada comprimido miraba lejos el llegar a considerar una simple gragea, mejoría en su situación, más bien eran para él cartuchos quemándose, ya que su cuerpo por si solo ya no desarrollaría más defensas. Su cabeza sacudió las ondas finales que provoca una pastilla recién tragada, sus ojos miraron otra vez “los del dolor”; al principio fue como una especie de cortejo al autoestima, hoy es un fastidio de rutina al realizar esto día con día, a lo largo de ya once años.

Sobre un antiguo escritorio había un púlpito de sillas amontonadas. A lado se encontraba la mesa, y sobre ella, había media garrafa de agua, rodeada de medicamentos cuidadosamente acomodados, representando un calendario marcado por día y por hora que cubría los próximos tres meses, también había hojas deshidratándose por ésa vida en otoño; una encima de la otra; poemas, experiencias, sucesos importantes a resolver, incluso había una obra de teatro a la mitad. Todo esto en palabras escritas de dudosa utilidad todavía, traspapelada la foto de su amada Esther. En el otro extremo de la mesa estaba la Biblia que le había obsequiado su madre; aunque biológicamente no existía ese conectivo con esa mujer, sin embargo emocional y moralmente si lo había, pues en cuestión de títulos él era su hijastro.

Había llegado el momento de hacer sus oraciones, mientras se hincaba, sonrió al sentirse contradictorio, pues recordó que en otro momento su postura y actitud “punkie” se habrían mofado del libro, ahora tenía la necesidad de leer un pasaje que le inyectaba fortaleza, las rolas de los “Clash” ya no surtían el efecto de antes. Desde que recibió el libro realiza su propia ceremonia espiritual todas las mañanas, justo antes de salir a la calle, limpio de resentimientos y torpes impulsos complicándose en su naturaleza, para regresar con bien y sin dañar a alguien.
Al terminar empuñó pluma sometiendo papel en blanco para escribir:


Un día la tormenta concluirá
El gélido padecimiento también
La séptima trompeta habrá sonado
El sol brillará
Lázaro se levantará
Y sabrán que nunca escucharon al quinto mensajero.


Puso candado a la puerta tras accionar cerrojo con un desarmador por llave, las aves que tenía enjauladas en los tendederos su padrino Rogelio, comenzaron a inquietarse ante su presencia, Alejandro “el coyo” se detuvo a mirar al imponente halcón que estaba en la última prisión, tratando de absorber un poco de la majestuosa aura de ese hermoso animal, algo que le sirviese para mantenerse vivo el siguiente minuto.

Tenía de sobra una hora para visitar a su madre, su padre no estaría y debía aprovechar el lapso de tiempo, al fin que solo hay que caminar dos cuadras. Antes de entrar a la calle “Mina”, se topo con “el ganso” y este le dijo que le habían ido a buscar unos “güeyes” que parecían “judas”; -¿Que hiciste ahora pinche “coyo”?- No respondió solo le dijo: -Chido- Aquel soltó una risa de graznido y Alex siguió su camino más aprisa.

Después de varios saludos a distancia en el trayecto y haciendo un reconocimiento de paranoia, llegó y llamo a la puerta, su madre preguntó desde el interior -¿Quién es?- mirando ambos lados él en tono suave reveló -Su hijo “mi cabecita blanca”- Con la expresión agitada y de mediano alivio, la señora mostró su rostro entre la puerta y el marco, -pasa hijo, pasa güero- Cada uno adoptó su puesto en el comedor como regularmente lo hacían cuando charlaban. -me contó “el ganso” que me vinieron a buscar unos tipos…- -Así es hijo, al principio creí que había sido tu padre el que se había metido en problemas ya que anda “chupe y chupe” desde hace días, pero se metieron preguntando por ti, mientras revisaban la casa- La anciana se detuvo para acompasar su respiración con el ritmo cardiaco -¿y luego? Preguntó mientras se ponía en pie para abrazar a su madre simbólica, la señora al borde del llanto le confesó y espetó con su tono de voz -…que te iban a meter unos balazos por haber contagiado a la hermana del más rabioso de los tres- ¡Madres! pensó “el coyo” enterándose de algo que en el fondo ya sabía, presentía pero eludía, pues cierta noche hubo roces peligrosos, además no era normal que una chica sana fuera a pescar una toxmoplasmosis así como así.
–…que en el hospital le hicieron un análisis de sangre y ahí se dieron cuenta- ¡Pendejo! ella no tenía que infectarse para demostrarme su amor, no debí permitir que eso pasara- Chilló poniéndose de pié después de dar un puñetazo en la mesa, sus emociones entraron lentamente en el rincón más agrietado de su pensar, dibujando una sonrisa que sonaba a música “lounge” de los 60’s. Mientras lentamente se arqueaba su egoísmo, pues ahora no se iría solo de este mundo, solo le faltaba persuadir a la familia de ella, para que los dejaran vivir juntos sus últimos días.

Continuaron charlando, exponiendo y recomendando posibilidades y soluciones mutuamente por un rato hasta que vieron entrar por la puerta a “Don Ernesto”, su padre. -¿Que haces aquí cabrón?, ¿No ves que te busca la tira?- -vete antes de que los llame- Sin prisa “el coyo” agarró su “mocla” y se inclinó para despedirse de su “cabecita blanca”, “el Don” entro a la cocina y salió con un cuchillo en la mano, intentando por enésima vez, clavárselo a su hijo con infortunados logros. –Suéltalo- ordenaba la señora. El hombre de la tercera edad resulto debajo de “el coyo” sin golpe o avería alguna, solo estaba inmovilizado por las rodillas de un gigantón sangrando de la barbilla y de la pierna por los besos que alcanzó a darle la hoja; nada grave para él, pero si para la gente que llegase a estar cerca, pues de sus heridas emanaba ese néctar mortífero, lesiones que son flores abiertas de la muerte lánguida.

Llorando salió de ahí, los últimos cuatro años nuestro zombie se había vuelto cada vez mas sensible, desde niño ya lo era, así que todo ese chamaqueo dentro y fuera de su casa lo desconcertaba y agudizaba gradualmente en su temporal inocencia. Tenían que pasar veinte años para enterarse que él era el producto de una aventura de su padre, un accidente, un hijo no deseado, por eso su existencia abrumaba a Don Ernesto; Alejandro representaba el arrepentimiento y su consecuencia en odio y negación; mientras tratara mal a su hijo ilegitimo, los otros le irían perdonando la gran falla que cometió al “abrocharse” a una vecina del barrio, del cual desapareció, una vez concebido el hijo protervo.

Al llegar a la chamba, Rogelio se dio cuenta que algo le había ocurrido, pero no preguntó nada; no por que no le interesara, si no por que ese tipo de cosas tienen que salir voluntariamente, además a su padrino le urgía comentarle que la primera oportunidad de remediar culpas del pasado se presentaba con la noticia de que Arturo alias “el huevo”, seguía vivo. Años atrás Alejandro tuvo un enfrentamiento con él en la calle; una botella rota en el abdomen, dejo una terrible incertidumbre de años, tras haberlo dejado tirado desangrándose en la esquina de “Soto” y “Camelia”. -¿Me das chance de ir?- preguntó “el coyo” con un alivio experimentando una urgencia.

Por costumbre a este tipo de acontecimientos en el barrio, Alejandro no huyó de las consecuencias que pudiera acarrearle un muerto en su conciencia, sin embargo nunca le persiguió un ajuste de cuentas.

Tras la negativa de Rogelio tuvo que chambear y aprovechar la hora de la comida para buscar al que “andaba de parranda”. Primero comió y después fue al domicilio de Arturo, pero no se atrevió siquiera a llamar a la puerta; para auto justificar la abstención, buscó una serie de pretextos que resultaban tan absurdos como el motivo por el cual se desató aquella pelea que terminó con una botella “clavada en la bodega”. “Por puto”, esa fue la razón que le dicto tal suerte, si no hubiera aparecido tan bravucón ante “el coyo”, abrían llegado a un acuerdo. Arturo era de actitud y apariencia que caracteriza al hombre rudo, su debilidad, era “la funda de su pistola” y respondía al nombre de“Violeta”; un gay de apetito promiscuo que le gustaban los hombres grandotes y fuertes como Alejandro. El hecho que provoco el enojo de “el huevo”, fue que “Violeta” le ofreció al “coyo” una feria para que “le empujara las tripas”; nuestro zombie aceptó perversamente libre de prejuicio. Un par de días pasaron antes de que la noticia se divulgara y los celos se apoderaran de “el huevo”, para inmediatamente pasar a cobrar su indignación, pues si “violeta” traía dinero, es por que Arturo se lo facilitaba. –Puras circunstancias, no tengo nada que remediar aquí- concluyó pávido.

Mientras volvía a la chamba pensaba –tal vez ahí me infecté… o quien sabe- La posibilidad se amplificó, ya que tras esa aventura, encontró una forma para sacar varo fácil; unas vueltas por Garibaldi para prostituir su persona con homosexuales; con un aderezo de adrenalina después de abrochárselos, ya que al “terminar”, los madreaba y les robaba todo.

-Pude haber contraído el virus en una de esas, o quizá fue en alguna de las jeringas que utilicé para mi vicio, o tal vez fue cuando tuve un desgarre al bombear con cierta prostituta… no sé- Un coraje burbujeaba en su interior, eferveciéndo al contemplar la microscópica posibilidad de haber sido más cuidadoso, o sea, meter y meterse todo eso, pero con las debidas cautelas.

El día llegó justo al punto en que se une la tarde con la noche. Alejandro cerró el changarro y esperó a Rogelio en la puerta. Esta ocasión llegarían antes al “grupo”, necesitaban limpiar el espacio de experiencias anónimas que acontecen en doble “A”, además debía estar preparada una buena jarra de café.
Cuando el padrino salió, el más joven le recitó el poema que escribió por la mañana, también comenzó a enlistar las moralejas que ya había ofrecido el día; después de la sesión sería más complicado exponerlas, ya que se apaleaban los desperfectos de “los enfermos” por largo rato, y eso, era realmente exhaustivo.

Era Alejandro el que departía las cosas que Rogelio deseaba escuchar y “el coyo” aguardaba en el hemisferio atrofiado de su cerebro. La parte inteligente era a menudo cimbrada por la erudita intuición de un “viejo lobo de mar” que “ya se la sabe”. Cuando terminó de contarle su postura ante la situación con “el huevo”, el otro dijo. –secretamente sientes que eres capaz de flotar por encima de los demás, ¿y así alardeas haber pasado el séptimo paso? Alejandro dio un chasquido de lengua y paladar intentaban bloquear y mantener a salvo su conclusión falsa. -No hay tiempo para hacerlo digno de “beato” o “mártir”, el deterioro en mi cuerpo ha dado sus pasos…-abogó “el coyo” mientras se acariciaba la calva con ambas manos -…yo debo dar los míos como sea, sin importar si ajusta o no, además tu me dijiste que si la integridad o salud de las personas a buscar, se sentía o veía amenazada, sería mejor ni siquiera intentar sanar su daño-.El que escuchaba soltó una mueca y le dedicó una expresión que se conjugaba con sus palabras. –No debes sentirte acorralado, engáñame si lo deseas, tú sabes cual es la verdad. Es como aquella historia que me contaste del tipo que te quiso asaltar con puñal en mano, que le arrebataste el arma y en el forcejeo terminaste clavándoselo en una nalga…- -¿Eso que?- cuestiono “el coyo” –Pues días mas tarde, averigüé que omitiste un pedazo muy importante- al escuchar esto “el acorralado” giro la cabeza en medio circulo, anunciando la entrada del agravio. –Tú en compañía del “nalguita ponchada” se iban a “arponear”, solo que tú te metiste la dosis de los dos y eso mi estimado, encabrona fácil y de gravedad a cualquier adicto. Más que ser, como presumes, estás maldito y eso, es muy diferente- La solapa de Rogelio se frunció con el amedrentamiento del muchacho, y como si fuese una marioneta, articuló su postura contra la pared para hacerle escuchar:

-El único método que he encontrado y que puede apoyarme, en realidad me resulta peligrosamente insuficiente; he recurrido a organizaciones e instituciones hasta que contraje el virus, en su momento no lo hice por supuesta ideología e identidad agnóstica; la cual en ciertos aspectos, hoy considero ridícula, ya que para mí las opciones resultan crudamente volátiles- Lentamente aflojó las ropas de Rogelio, paralelamente las ventanas esféricas de su endeble sensibilidad, comenzaron a derretirse en límpidas lágrimas, y con voz de cenizas al viento reveló:

-La vida te cambia cuando te dicen que vas a morir, hasta “hippie” te vuelves y comienzas a creer en mitos y supercherías que te engañan con tremenda degradación, respaldando la existencia de una cura para el VIH; tanto científica como fantástica. Pero solo me han hecho perder el poco tiempo que me queda.
Así que decidí dejar de mentirme, ya que las expectativas para los que la hemos cagado ciertamente, son nulas, tanto adentro como afuera y cada esfuerzo resulta efecto dominó, pues incluso las piezas restantes, parecen estar hechas de la misma inmundicia. ¿Y sabes que?, para mi no existe enmienda, solo confort y por eso me tropiezo con mis patas cada vez que intento convivir bien con la demás gente y con los escasos amigos que me quedan. Creo que amo a la vida egoístamente-

Ya con las manos sobre los endebles hombros del abatimiento, Rogelio señaló: -No sé si te has dado cuenta, pero estuviste reprobando cada intento de razón en tu vida, pero irónicamente acabas de tener esa lucidez que dices no haber logrado llevar hasta tus actos; es señal de que están ahí, solo te falta soltar ese saco de mierda que se ha venido acumulando a lo largo de tu vida y que aún tienes cargando- Agachados y abrazados se dibujó la silueta de la consolación, los dos saboreaban el desahogo del desperdicio en finos destellos de luciérnagas ilusorias.

Al tercer gimoteo un golpe en la nuca para cada uno desencajó el profundo momento. Arturo “el huevo” había reunido en complicidad a “violeta” y a un grupo de “amigas”, para besar en los labios a la imagen divina de la venganza. Alejandro se tambaleó pero no cayo, solo alcanzó a escuchar entre palos –¿que hacías frente a mi casa hoy en la tarde “puto”?- Los reflejos del “coyo” respondían sin acertar, bajó la banqueta tratando de sacudirse un poco la intimidación pero un coche lo aventó lejos y el después se tornó negro.

La desafortunada lección para Rogelio, le fue hundiendo en ausencia para los conflictivos del barrio, pues instintivamente sintió que debía reventar todo tipo de contacto con “el “coyo”; este sin rencor, lo entendió y aceptó, ya que fue palpable la posibilidad de haber dejado sin vida en un parpadeo, a su pasajero y mejor amigo. Así, poco a poco, aprobaron voluntariamente la presencia de los fenómenos naturales y eternos como el olvido, para inmiscuirse y desmembrar el conectivo que alguna vez hubo entre ellos.


Un par de años se filtraron por el cedazo del tiempo. Esther murió y “el coyo” seguía vivo, una novia nueva parecía curarle todo padecimiento ahora, según él, ella estaba al tanto de todo referente a su condición, a Rogelio se la presentó un día que se toparon por casualidad; ambos fingieron no recordar cuando fue la última vez que hablaron, y para ello, recurrieron a bromas simplonas, mientras miraban las cicatrices de la golpiza que compartieron. Cuando Rogelio pregunto por Esther, la expresión de Alejandro se enfrió -No sobrevivió- respondió entre dientes –pero no te preocupes por mí, lo he superado, estoy bien. Gracias. La vida ahora me ha tratado mejor y lo más chido es que todavía sigue-

Las palabras son las únicas que pueden tocar sentidos divinos y perniciosos sin dejar de lado su significante; bendiciones y maldiciones recurren a ellas para manifestarse y ellas siguen moviendo un mundo paralelo y perpetuo. En impensables lenguajes también se utilizan, solo que nadie, sabe escucharlas, entenderlas y mucho menos sentirlas.

Rogelio no pronunció una sola, ni siquiera con señas se despidió, Alejandro y compañía continuaron indiferentes. El “shock” condujo al padrino con lento andar y un torbellino en su pensar. Con el mismo ritmo hurgó en su billetera y se quedo mirando fijamente en el compartimiento transparente, pensando en la necesidad del silencio en ciertos momentos, sobre todo cuando las palabras que describen las vidas que te rodean y que te permiten averiguar más acerca de los secretos que deseaste haber compartido con algunas de ellas. Esa afonía es lo más valioso para personas en la situación de Rogelio, pues lo único que puede hacer ahora, es besar la foto que ahí cobija; esa figura acariciada en su abstracción, corresponde a Esther: su amor acorazado de silencio.





Texto agregado el 18-06-2007, y leído por 113 visitantes. (0 votos)


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