Punto acordado
Por la noche, cuando te has separado del enorme rebaño que vuelve a casa, estás pastando el fin de un insípido día de trabajo, el interés por el rededor que retumba en nuestro cansancio, no provoca el más mínimo efecto, pues te escurres en el asiento paladeando sensaciones y sabores, sobre todo el del desgaste que emanas con un suspiro cuando ves que el conductor ha echado a andar el espantoso transporte colectivo, al cual se le agradece la acción en verdad por que lo único que quieres en esos momentos es echarte en el sofá; ya ni siquiera en la cama por que la habitación está a unos pasos más lejos de ese precioso sillón quejumbroso. Minutos después, la urgencia del descanso se cimbró con un repentino jalón en reflejos del chofer, asomar un poco la cabeza es el reflejo del pasajero para tomar desganadas imágenes de insultos emanando a gritos que después le transforman la voz en claxon, buscando así ofender la inexcusable negligencia del conductor de aquel automóvil perdiéndose en su velocidad. Atestigua con indiferencia y cierra de nuevo los ojos escuchando otro hilo de palabras desvaneciéndose enrojecidas de ardor.
Ha llegado el momento en que parpadea la abstracción de agotamiento; editando la pesadez, te levantas bailando con el equilibrio del movimiento para así descender del autobús en la próxima calle, lo haces forcejeando con aquellas personas que con imprudencia se posan cómodamente en obstáculo frente a la puerta. Esa preferencia la despide el transporte con smog y carraspeo en su motor, anunciando a su vez los contados pasos que faltan para tu objetivo. La escasa gente que se mueve al contorno del desesperante transcurso, pasan desapercibidas unas de otras, cada una con su rostro relata en esa expresión, los sucesos fantasma que acontecieron en ese agonizante día, o a lo mejor, para algunas de ellas apenas comienza a esas horas.
La meticulosa atención que exige tu trabajo, ha despertado la extraña habilidad de poder separar la mente del cuerpo, pues físicamente te encuentras camino a casa, pero tu cabeza oscila aún con las hojas que dejaste sobre el escritorio de la oficina. Ininterrumpidamente divagas en las primeras dos calles, pero ahí es cuando acontece algo que te recomienda desenchufar la mente para despertar el instinto; ojos bien abiertos por el repentino apagón que inundaba todo el barrio; desde que encontraste domicilio por aquí, no habías prestado tanta atención al sendero que diariamente, en la longitud de diez años, te ha conducido hasta el confortante hueco de tu hogar; tenía que ser un panorama familiar sumergido en la oscuridad total, el momento en que apreciarías mejor toda su estructura, cualquier movimiento lo detectaría en un santiamén, como aquella mujer que ha virado en la esquina con dirección contraria a la tuya, no prestaste mucha atención por la fresca sorpresa que expuso la oscuridad en su plenitud, la escasa visión continúa sin interrumpir el andar, devuelves la atención a esa sombra y distingues que está cada vez más próxima, sus facciones se van definiendo mientras gradualmente va adoptando una belleza sobrenatural, a tal grado que comienzas a bendecir el repentino apagón que permitió ver como el vaho de la noche ha cobrado vida con la presencia de esa pálida mujer, vestida con ligeras prendas negras que se tornan grises y blancas en el filo del pliegue, pues la luna inocentemente desnuda protuberancias, conjugando esa tonalidad con el viento soplando en el vacío de la negrura accidental.
Una mirada buscaba la otra, pero aquellos ojos eran de una profundidad que solo permite encontrar la imponencia más espesa que hayas sentido, únicamente experimentas el destello que dispara imágenes en flash back, proyectadas en tu memoria para ir reconociendo de inmediato cada una, pues pasan en un orden tal vez cronológico en el relato de tu pequeña vida, solo requirió de algunos segundos para llegar hasta el instante en que se rompió el cuchicheo del silencio con una hermosa voz que te llamaba verbal y mentalmente por tu nombre, ahí se notó concreta la segurida y la confianza de que en verdad, ella sabía lo que pasaba por tu mente, esta nueva y espeluznante sorpresa se resbalaba con balbuceos que nunca supieron por donde comenzar a preguntar como es que sabía cosas relacionadas a ti, sin que antes lograse reconocer aquel rostro que flotaba en lenta elegancia, gozando de envidiable perfección y emanando una fría blancura de su lisa piel; la inquietud tampoco te permitía ubicar esa voz finamente delgada, tan deliciosamente liviana y confortante, que con su majestuosa personalidad solamente bloqueaba y entorpecía más el intento que deseaba triturar las dudas acerca de ella, y su habilidad para hurgar en tu interior con tan solo mirarte. -¿Cómo es que sabes mi nombre?-, -¿Te conozco acaso?- ....entonces ella susurró -Es innecesario que intentes entablar contacto, por que ésta es la primera y última vez que podrás mirarme y hablarme-, respondió irguiendo lentamente la cabeza con cada palabra, ahora sus ojos quedaban expuestos por el antifaz luminoso que la luna le acomodaba en seca expresión. Esa respuesta incrementó las preguntas que pensaste todavía en desorden, cuando lograste articular otra se adelanta una vez más la misteriosa dama diciendo –también sé que en este momento tu hijo se encuentra en su alcoba, y aunque esté dentro de ella, está corriendo un irremediable peligro, y de nada servirá el que te encuentres cerca para evitarlo-, la seriedad de su mensaje borró el horizonte de preguntas, esquivar a la mujer sin tocarla para salir corriendo en busca de una esperanza, tal vez para desmentir las visiones de una persona que posiblemente no se encontraba en sus cabales, pero tampoco podía dejarse a la suerte aquella prueba que le dio al pronunciar su nombre después de silbar su vida sin conocerle siquiera, con ese simple hecho quedó abierta la posibilidad de que fuese cierto.
La presión de velocidad y temor aumenta mientras corres, un titubeo de engaño te hace disminuir la velocidad casi en seco, meditas buscando vanamente a tu informante por constantes reojos, sigues repasando el extraño encuentro que te sorprendió en una regresión, la cual no recuerda haber deseado encontrar voluntariamente, definitivamente aceleras otra vez en donde tan solo falta una calle más para doblar en la esquina, la fusión de tu desconcierto y preocupación, atraviesan hacia la otra acera con deslumbrada precaución, poniéndote a merced de un fuerte aventón por aquel auto circulando con luz tuerta. Después del aturdidor contacto, desde el piso alcanzas a ver nebulosamente la imagen del carro que inmediatamente reflejó en su carrocería el susto del autobús, ahora se perdía en el chasquido del irresponsable acelerador, o al menos eso le pareció haber visto; era obvio que comenzaras a dudar de todo, tu estado había golpeado con fuerte aturdimiento. Ahora giras tu adolorido cuello intentando detectar la puerta del hogar para deducir que solo faltaba por caminar algunos metros, para topar ese zaguán blanco que materializa y representa, un trozo del insuficiente esfuerzo que te ha venido partiendo la espalda por varios años, hasta ahora que alguien se adelantó, y te la partió primero por completo. Medio consciente te arrastras dañado de una pierna, la intención es sofocar la predicción de esa hermosa mujer que había provocado el accidente, al solo ir soltando palabras celestialmente frías de orgullosa certeza. Nada más falta por cumplirse una de las profecías dictadas para tu sangre, en este lugar totalmente aislado de cualquier contacto social.
Por un momento logras ponerte en un pie e intentas caminar, soltando gritos retorciéndose en deformes quejidos de dolor y miedo; aterradoramente desesperados ante la posibilidad de tampoco alcanzar siquiera a conocer los resultados, en las predicciones que le habían tocado a tu único vástago de ya veinte años. Difícilmente logras llegar hasta ahí, turnando tus movimientos entre arrastre y desfigurado andar, el que solo consigue articular un sin numero de contusiones con serio daño. Condición moribunda de obvia sensación en proximidad al precipicio. Por fin has comenzando a tocar con densos manotazos la borrosa blancura de esa puerta; un grito de sorpresa fue inmediato, el tono le correspondía a una mujer nadando en la oscuridad del apagón con angustia y frágil perturbar, sin embargo, vuelve a dudar en confusión como alguien que ha sido arrollado por un conductor inoportunamente imbécil; que con el hecho de haberse presentado en aquel conflicto vial, fue suficiente para que lograse infiltrarse desapercibido, en el cansancio más desgraciado de este momento, armonizando todos los minutos en los que se ha visto envuelto el resonar de cadenas que se abrazan de infortunio absurdo, mofándose del invaluable esfuerzo que ha realizado no nada más para sí mismo.
Hasta ahora, se ha ido desfigurando el feliz regreso a casa, sobre todo por el remate del golpe, que ahora amenaza con matarte. Tu esposa abre la puerta casi inmediatamente después de haber preguntado la identidad del visitante, ella abre sin agachar la mirada, y desde el suelo se anuncia aquel cuerpo tirado en el daño, asustándole nuevamente cuando comenzaba a articular con voz deforme la pregunta que en su preocupación le atropelló, pero ella no te permitió terminar y soltó un puntapié ciego en el cuello, para después decididamente cerrar la puerta a ese espantoso sonido que emanó del suelo, pero antes de escucharse el azote de la aterrada bienvenida, alcanzaste a despostillar su nombre con ensangrentada voz; así que la cónyuge respondió de inmediato, abanicando la puerta ante el acaloramiento de sustos que lleva por esta noche repleta de sorpresas raras. Pasos y puntapiés que han ido dejando al descubierto la satisfecha sonrisa de alguien que seguramente está manipulando todo esto.
-¡Pero mira como vienes¡-, dice con voz aterrada y mente preocupada, al instante comienzan a vibrar horribles sonidos, intentando articular la advertencia que supuestamente adivinó aquella fría señora, acoplándose al compás de tus inservibles palabras, el grito que daba ahora tu hijo, las congeladas olas que sopla ese instante, eriza la piel que cubre tu espina dorsal, con impaciencia de experiencia y trauma, intentaste alertar a tu mujer de cada detalle en su maldición, pero ella agachándose y levantándose en inseguro movimiento, con doble nerviosismo, se adelantó diciéndote con voz agrietada: -¿qué sucede?- preguntó mirando por encima de su hombro y palpando la primera impresión de su delicado estado-, en respuesta, solamente lograste pronunciar correctamente las vocales, pues el efecto de las consonantes burbujeaba con la sangre y el sonido estremecedor de tu garganta, lo que dijo fue descifrado por sorda casualidad, -espérame aquí, iré a rectificar que tu hijo Rafael este bien-.
Con otros intentos de hablar mezclando quejidos de dolor, observaste la imagen negra que se traga la silueta de la ahora doble preocupación buscando a su único hijo. Difícilmente podrías explicar sensaciones escurriendo de frescura tenebrosa, y este instante queda fuera de ser considerado una excepción, nuevamente solo gira en posibles grados tu cuello, mientras siente como te carcome lentamente la angustia, el miedo y la horrible intriga de imaginar como será el final de estos escurridizos infortunios. Con nebulosa razón sentiste desmayo, pero la condición te reprendó con fuertes dolores, los sentidos ahora funcionaban involuntariamente, en una ensalada de pensamientos e impresiones que producen estas cosas en el alma, tal vez no hayas alcanzado a echarte sobre el sofá, pero al menos estas recostado tratando de descansar; cierras los párpados por un instante, comenzando a visualizar el taladreo que producen los huesos rotos, la insistencia de la perforación era cada vez más tenue y traicionera porque te engaña volviendo con fuertes punzadas cuando creíste sentirte estable, porque para mejorar era demasiado pronto. Lo que pareció tranquilizarte en ese momento, fue ver el reverso de tus párpados totalmente iluminados por el retorno de la luz artificial, pero la mente había comenzado a cerrar el cinescopio de aquellas imágenes, que había proyectado con perfecto y misterioso método, esa divina figura que apareció cuando el telón se abrió en total oscuridad, y que con el timbre de su hablar había apresurado tu arribo con escalofriantes predicciones, aunque lo único que parecía haber acelerado, era su retirada, por que ahora escuchas el llanto de tu mujer demasiado lejos, tanto que se percibe expandiéndose en su reverberación.
Todos los esfuerzos de tu vida son incomparables con el que tuviste que hacer para entre abrir los ojos, un suspiro escapó con dificultad cuando viste el rostro de tu hijo totalmente humedecido en lágrimas y horror por la escandalosa apariencia de un hombre arrollado, tu mujer se aparta nuevamente de él para buscar ayuda, tu hijo trata de tranquilizarte con palabras de confort, tartamudeas palabras que buscan reafirmar el convencimiento de que tu hijo se encuentra bien y de que nada le ha pasado, -Ese grito tuyo en la oscuridad me había convencido de que había llegado demasiado tarde-, el joven solo entendió algunas palabras escurridas en sangre, con minucioso cuidado, acomodó tu cabeza sobre su pierna y dijo con tembloroso temperamento, -no intentes seguir hablando, en este momento nada importa, solamente descansa-, las facciones dispararon una sonrisa cuando escuchó eso la piltrafa de hombre que eres ahora, -estoy así porque la visión de una mujer me dijo que estabas a punto de ser víctima de un fuerte peligro- pensó a punto de comentar, pues tu hijo nuevamente interrumpía delatando el conflicto que atravesaba él por tranquilizarse y tranquilizarte la angustia. Inconscientemente se dedicó a susurrarte palabras cuidadosamente seleccionadas, asegurando un buen restablecimiento entre otras inocentes falsedades, también se fue aclarando sin querer, la razón del grito que amenazó el esfuerzo directamente a escondidas y que a tu hijo había despertado en un desahogo tan inquietante, flotando entre las aguas del desconcertante shock, terminó confesando su presencia en el accidente a través de una pesadilla.
Por las características de un oficio eterno se detectan las distintas direcciones que puede tomar el tiempo por acontecimientos, todos se rigen por gusto individual, algunas posibilidades son cerradas para acorralar el trayecto que le traerá hasta las manos del impensable poder de la absurda ironía que le ha concedido el capricho a ese par de hermanos, todo es claro ahora, la luz ha vuelto y tu hijo te sostiene con cuidado, un insignificante tumulto observa la escena armada, tu mujer vuelve corriendo prometiendo una ambulancia, la muerte se sube al auto, y en el descanso de Carlos el sueño le es robado por una luz deslumbrantemente blanca, evaporándose con ella cualquier posibilidad de conocer el auténtico destino escrito, nunca antes visto.
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