Ayer alguien me abrió los ojos. Yo siempre había creído (o terminé creyendo) que era buena, casi perfecta, una hija modelo y una hermana como pocas, justa, sincera.
No vamos a hablar de todos los demonios, ni de todos los ángeles que habitan dentro mío (que son muchos y muy diversos), no soy mala, pero tampoco buena.
Pero ayer me liberé de un demonio que me hacía creer que era mejor que ella, y juzgarla sin conocerla. Y aunque la salida de éste provocó mucho dolor, hoy me siento aliviada... aunque profundamente triste.
Porque me he dado cuenta del poder maldito que tiene una sustancia sobre una persona. Una combinación química, del mundo real y físico, que sin embargo consume un espíritu, lo deshace, lo diluye. Hay personas que lo superan y se logran librar, pero hay otras, menos afortunadas que pierden el alma en el camino y se quedan huecas, vacías.
Las últimas veces que hablé con Lili ya no era ella, era un fantasma, decía incoherencias, ni siquiera su tono de voz era el habitual. Y su mirada—antes profunda e intensa—estaba vacía.
¿Cuántas veces habrá tratado de pedir ayuda? ¿Alguna vez estuvo en mis manos ayudarle? Y no lo hice. Tampoco soy adivina, no podía saber la gravedad del asunto, pero ayer me di cuenta de lo que alguien sufre para dejar una adicción.
Ella estaba tan sola, y yo le quité mi amor y mi apoyo porque pensaba que no los merecía, y tal vez cuando lo hice fue cuando ella más los necesitaba...
"Ella ríe sin saber porqué
ella habla sin saber porqué,
ella mira a su alrededor
...y no ve más que dolor..." |