Aún no escribía y ya esbozaba una sonrisa melancólica. Aún no escribía y ya había descubierto que las palabras estaban acurrucadas en el más inaccesible rincón, ocultándose de mí, impidiéndome crear algo "estético".
Aún no comenzaba y ya sabía que todo sería de mi desagrado; ya sabía que en un papel no podía decir todolo que pienso; no sería capaz de expresar mi sentir como quería.
Así que empecé a plasmar sobre la hoja lo ingratas que eran las "negras perras" ¿Cómo, si no, acudían a mí sólo cuando de ellas hablaba? Descubrí que estaban celosas, no soportaban que las empleara para llegar a ti. Entonces decidí escribir que las odio, que no quiero estar con ellas, que las utilizo solamente porque no sé expresarme de otro modo, que no se les puede acariciar, que no me dan lo que deseo, que no sirven en absoluto...
y que por ti siento lo contrario.