RETO 9 PROSA
Tema: La bruja
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gmmagdalena
Agarrá esa porquería – La voz sonó enérgica mientras la niña atrapaba el muñeco que pendía del árbol. Graciela había querido alcanzarlo pero no pudo, así que alzó a la pequeña y Rosalía tomándolo con sus gordezuelas manitos, lo bajó.
Con asco y rabia, Graciela tomó el fetiche de manos de su hija y lo arrojó sobre la tierra. Sin dudar lo bañó en alcohol y prendió fuego.
Rosalía, sin entender nada, reía y aplaudía, mientras unos preciosos hoyuelos se formaban en sus mejillas.
- Loca de mierda – masculló entre dientes – refiriéndose a quien sospechaba la autora de la broma; tendría que poner “candado” a la puerta que separaba su patio de la que fuera su amiga hasta que, accidentalmente atropellara su gatito. No lo había visto, salió distraída y apurada, pero Renata no le creyó y a partir de ese momento se declaró su enemiga.
Cuando vio al muñeco reducido a cenizas, dio por terminado el asunto. La niña retomó sus juegos y ella ingresó a la casa.
- Por suerte no me afectan sus veleidades de bruja – siempre estuvo convencida de que no existían las brujerías, era algo mental, pura sugestión.
Sintiéndose una mujer inteligente, se dirigió a la cocina, Germán llegaría en cualquier momento y ella aún tenía que cocinar el puchero. Hacía un tiempo que las cosas iban mal, cada vez menos trabajo, cada vez menos dinero. Malas épocas. Nadie andaba bien económicamente en el barrio. La única que parecía estar en una etapa floreciente era Renata. Pintó la casa, compró auto nuevo y ya no compraba en el almacén del barrio, compraba en un “Súper”. Seguramente había hecho algún arreglo con el diablo. No pudo evitar una carcajada, ya pensaba como sus amigas.
Sacó cubos de “hielo” para la bebida, Germán querría tomar algo fresco, el calor era insoportable
Ella no creía en brujerías.
- Pavadas, Renata sólo está loca.
Terminaba de arreglar la mesa para el almuerzo cuando escuchó el alarido aterrorizado.
- Mamá, mamaaaaaa –
Corrió al patio acuciada por los gritos, al atravesar la puerta, la imagen de su hija envuelta en llamas heló su sangre.
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Ysobelt
En medio de la plaza había una fuente cuya figura principal era, una bruja de “hielo” perpetuo que si sabía de antemano que tú deseo se iba a cumplir guiñaba un ojo, y sino se reía escandalosamente.
Mucha gente del pueblo lanzaba monedas y hacía deseos con la esperanza del gesto bueno, pero la mayoría recibía una sonora carcajada que les sacaba los colores y provocaba las burlas de los demás vecinos.
Así que, durante la noche, me escabullí a la fuente y le comenté mi sueño en un susurro. “Deseo salir en primera plana del periódico como un héroe.”
Me mantuve de pie, temblando y preparado para salir corriendo en cuanto escuchase el comienzo de la risotada, pero de pronto y sin aviso, obtuve una serie de guiños que parecían no iban a acabar nunca. Les conté, trescientos sesenta y cuatro en total. Más de los que nadie había obtenido jamás.
Camine canturreando hasta mi casa; todo era perfecto, la luna llena que iluminaba las calles cómo una potente farola, el frío, el “candado” abierto de la verja de la tienda de dulces de la señora Tartelina… ¿El candado abierto de la tienda?
Aquello no era normal, una de la madrugada y abierto, era definitivamente una situación nada habitual.
Entré sigilosamente y le vi frente a la caja registradora con un fajo de billetes en la mano y toda la cara manchada de chocolate. Era un hombre con pasamontañas verde que al verme salió corriendo, con tan mala suerte de irse a resbalar sobre una placa de hielo en medio de la calle y fracturarse un pie.
Al momento le atrapé y sin mucho esfuerzo le lleve a la comisaría. Al día siguiente salí en primera plana. Y al siguiente, y al siguiente, así durante trescientos sesenta y cuatro días seguidos.
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