me gusta caminar después de comer, sobre todo cuando he comido demasiado. hace mas de cinco días que tengo una cocinera en casa. viene cada medio día, se cambia de ropa y empieza a cocinar. siempre pregunta qué comida me gusta mas. yo le respondo que cocine cualquier cosa, me da igual, con tal que me llene, estará bien. la mujer alza sus hombros, o abre sus redondos ojos mas, y dice ok. se da media vuelta y camina hacia la cocina, dejándome solo en el viejo sillón de mi difunto padre, leyendo lo que tengo que leer, o escribiendo sobre mi cuadernillo lo que tengo que escribir... pero cuando el olor de la comida entra en mis narices, mis ojos o mis dedos dejan de trabajar y me pongo a pensar en lo que voy a comer, o en cualquier cosa que no sea lo que usualmente hago. me paro y camino hacia la cocina. veo la espalda del la cocinera, y no sé por qué, me gusta verla de esa manera. le observo todo el cuerpo, es bello su cuerpo. tiene unos brazos hermosos, un cabello negro atado por un lazo blanco, así como su uniforme. mis ojos siguen resbalándose hasta llegar a su espalda, amplia y encarnada. noto que no usa sostén, no tiene esos lazos que marcan sus carnes. noto su gran trasero cubierto por el uniforme, las líneas gruesas de sus bragas asfixiando esos dos glúteos deseosos de ser apreciados. todo ello me pone cachondo. me le acerco sin decir palabra, andando con pasos de tigre. puedo oler la preparación de la comida, caliente. escuchó su aliento, suave, largo, es riquísimo. quisiera tocarla, no puedo, es mi ritual, pienso que si la toco, no volverá mañana. me aparto de ella porque amo esa belleza intocable como un cuadro de leonardo. me saco el falo y me masturbo sin que ella escuche ni se de cuenta de este ritual, mi diaria actuación detrás de su acción. luego, me visto, limpio y vuelvo a mi sillón. termino de leer o escribir hasta que la cocinera me avisa que está lista mi merienda. me siento en la mesa y escucho que ella se prepara para irse de casa. escucho que se muda de ropas y se va sin decir una palabra. antes, escucho que recoge el dinero que le dejo sobre la mesa. cierra la puerta y espero que vuelva al día siguiente. lo raro de todo esto es que me quedo satisfecho y no recuerdo lo que he comido, pero salgo a caminar sin parar hasta que llega la noche para luego retornar a mi casa, sentarme y ponerme a leer hasta quedar dormido hasta el día siguiente en que llega la cocinera, la mujer que prepara mi comida, como un ritual...
san isidro, junio de 2007
|