Inicio / Cuenteros Locales / Onanista_por_palabras / Historia de ¡Oh!
El ruido de sus tacones chocando con la acera, rítmicos y suaves, sonaban al compás del que no tiene prisa. Se recreaba en sus pensamientos mientras caminaba. Su cabeza, aún retenía la imagen de la pasión desatada en casa de su expareja. Había ido a recoger ropa y sin saber quién ni cómo empezó, se encontraron besándose en el pasillo. Arrastraron el beso hasta el salón, empezando a desvestirse a empujones, mientras danzaban hacia el dormitorio. Llegaron a la cama a tientas, lanzándose como si de una piscina se tratara. Entre besos llenos de saliva, de aliento, de labios y lengua. Sacaron toda la pasión que sentían el uno por el otro. Pasión que, por otro lado, les llevaba al laberinto sin salida de su incompatibilidad de caracteres. La habían descubierto unos siete meses atrás, pero hacía tan sólo un mes que habían decidido separarse.
La eyaculación de él, les devolvió a la realidad. Ella no llegó al orgasmo por poco, pero al entender que aquello era el quiero y no puedo, se detuvo. Se volvieron a vestir incomodados, tensos, sin saber qué decir por aquella falta de control. En silencio, y seguida por la mirada de él, ella fue recogiendo ropa de algunos de los cajones y metiéndola en una gran bolsa de papel. Cuando terminó, ambos se dirigieron a la puerta, se dieron dos besos y al separarse ella le dijo: “Ésto no puede seguir pasando”. Él bajo los ojos en un gesto de resignación y cerró la puerta cuando ella salió, demostrando cierto enfado al hacerlo con más fuerza de lo normal.
Caminando por la calle, ella pensaba que tenía que acabar con aquellas explosiones de pasión. Aún así, seguía excitada, se le había quedado el orgasmo atravesado y provocaba la continua evocación de la escena recién ocurrida. Ante aquel cúmulo de emociones, la lógica reaccionó expulsando al orgasmo, que cayó al suelo.
El orgasmo, que a partir de ahora vamos a identificar con el nombre de ¡Oh!, al verse arrojado del cuerpo y tirado en el suelo, se levantó y empezó a mirar curioso, todo lo que tenía alrededor. Una muchedumbre iba y venía abarrotando la acera. Nadie se fijaba en él, ni siquiera tenían tiempo para sentirle. Saltando entre aquel bosque de piernas, logró salir de la acera y se metió en un pipi-can.
Allí se encontró con un caniche, que con algo de nerviosismo, olisqueaba los rastros de los congéneres que habían pasado por allí. En cuanto sintió la presencia de ¡Oh! empezó a moverse con mayor ansiedad. Cerca del pipi-can había una señora de unos cincuenta y cinco años. Llevaba un traje-chaqueta blanco de gran resistencia, probada al aguantar la gran cantidad de carne magra que tenía la doña. Impresionante era ver como aquella señora conseguía sostenerse sobre un par de zapatos, que aunque no eran de aguja, tenían tacones de considerable altura.
¡Oh! había empezado a jugar con el perrito, que no paraba de correr de un lado a otro del pipi-can y le fastidió ver como aquella enlacada y estirada señora lo llamaba con un nombre tan ridículo para un perro, como Ramón. Ramón respondió corriendo hacia ella, moviendo aquella bolita de pelo que tenía como rabo. La sorpresa para la señora, fue ver como Ramón saltaba sobre su pantorrilla derecha y se enganchaba como una ventosa con sus cuatro patitas. Ante los obscenos movimiento del perrito hacia arriba y hacia abajo. La robusta señora empezó a realizar una especie de danza saltarina entre la jota y el hip hop, mientras gritaba: ¡Qué haces Ramón! ¡Suéltame! ¡Sit! ¡Ramón, sit!. Entre tanto salto la mujer perdió el equilibrio y, atravesando la puerta del pipi-can, cayó sobre su manchada y marcada tierra. Varias personas acudieron en ayuda de aquella croqueta con moldeado, mientras Ramón y ¡Oh! huían, uno detrás de una chiguagua que había olido y el otro hacia la boca de metro, que le dio cierta sensación de seguridad.
¡Oh! bajó las escaleras y se encontró con un largo pasillo únicamente interrumpido por las taquillas. Se acercó hasta ellas y vio una puerta semientornada, tras la cual había una taquillera que con cara de aburrida, sólo reaccionaba cuando le decían; un sencillo. A lo que respondía apretando el botón para sacar el billete y devolviendo el cambio.
A ¡Oh! le pareció divertido lo que para aquella mujer era una terrible rutina, y se acercó asomándose sobre el mostrador de billetes e intentó tocar el botón. La taquillera no entendió que le empezó a pasar cuando apretó aquel botón y la recorrió una especie de cálido hormigueo desde el pubis hasta la nuca. Tampoco lo entendió el viajero que le había pedido un sencillo y vio como la taquillera sacó un billete junto con una especie de gritito y una expresión de sorpresa. Más extraño fue cuando volvió a sacar otro billete aumentando el volumen de lo que parecía un gemido y trocando la expresión de sorpresa por la de sonrisa asombrada. Los billetes empezaron a salir uno detrás de otro, como si de una máquina tragaperras se tratara. Los gritos se oían en todo el pasillo y la expresión de la taquillera ya no se veía, porque se había arqueado sobre su silla con ruedas y gritaba hacia el techo. La mano siempre puesta sobre el botón de despachar billetes.
El cristal de la taquilla parecía un escaparate lleno de personas. Entre ellas, dos guardias de seguridad que entraron en la taquilla e intentaron sujetar a la expendedora de billetes. A ¡Oh! no le gustó el trato que le estaban dando los vigilantes a la taquillera para intentar frenar aquella locura y le pisó un pie a uno. El hombre reaccionó girando la silla de la mujer e intentando borrarle los labios con los suyos por las ganas y pasión con que la besaba.
¡Oh! se abrió paso entre la muchedumbre, justo cuando el guardia se despojaba de sus esposas y su porra, y la taquillera se abría la blusa. No entendió porque alguno gritaba; ¡Oeoeoeoeh!. Pero huyó por el pasillo y bajó por las escaleras hasta el andén. En él estaba el metro parado y con las puertas abiertas, por lo que ¡Oh! se coló en un vagón. Las puertas se cerraron y el metro reanudó su marcha.
El vagón estaba lleno, aunque no se oía ni una conversación.Lo único que destacaba era una pareja de chavales que se comían a besos, entre tanta presencia ausente dejándose mover por el ritmo del tren. En frente, tenían lo que parecía un matrimonio de unos 60 años, que miraba a los chicos con bastante desagrado y desaprobación. Aquella expresión no le gustó a ¡Oh! e intentó acercarse al matrimonio de ancianos procurando conservar el equilibrio. Se abrió paso entre piernas, empujando sin que le notasen demasiado, iba apoyándose en quien podía, hasta llegar a su objetivo. Una vez allí agarró las manos del matrimonio de ancianos y esperó la reacción.
Los chicos pararon sorprendidos al ver como la pareja de ancianos parecía imitarlos, pero enseguida continuaron son su ocupación. Aquello se había convertido en una competición.
Sol-Callao-Plaza de España. Los viajeros que esperaban en la estación se extrañaron al ver llegar el metro con los cristales empañados de uno de sus vagones. Y más se sorprendieron cuando al abrirse las puertas, el vagón escupió alguna pareja besándose, tropezándose y cayendo juntos al suelo, pero sin soltarse ni un momento.
Entre los viajeros de la estación estaba yo. Alcancé a ver un poco el interior de aquel vagón. Aquello parecía una bacanal. Jovencitos con maduritas, solteras con casados, hombres con hombres, mujeres con mujeres con hombres y albañiles con ejecutivos, amas de casa con turistas japoneses, el diseñador de turno con la filóloga bohemia y un torero con cantante de coplas. Entre todo aquel jaleo, sentí salir a ¡Oh!. Lo atrapé al vuelo y me lo llevé a casa metido en mi cabeza.
Esta es la historia que me contó ¡Oh! aquella noche. Le reconocí entonces. Dejé que se quedase a dormir en la cama que le vio nacer. Utilizó mi mano para jugar un rato y desapareció en uno de mis suspiros. |
Texto agregado el 10-03-2004, y leído por 795
visitantes. (9 votos)
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Lectores Opinan |
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13-07-2007 |
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te lei varios, este es fantastico***** alexandrocasals |
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26-05-2004 |
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Sólo quería dejar mi firma aquí. Se me asoma una sonrisa.Un beso, oh 2! lautopica |
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11-04-2004 |
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Ya sabes dónde estoy. Ceboncita |
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11-04-2004 |
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Déjame que os bese a ti y a Epi. Adiós. Ceboncita |
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31-03-2004 |
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Buenisimo relato...original y creativo....que mas puedo decir??? misterioso |
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23-03-2004 |
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huau ceboncita si que sabe expresar todo lo que tu escrito hace nacer en uno, es magnifico bravo, bravo, bravo...lastima que solo se puede votar una vez.jiji un beso lisinka |
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23-03-2004 |
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ohhhh, es magnifico si intento decir algo mas, quedaria muy mal.mis estrellas. lisinka |
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23-03-2004 |
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¡VAYA! no sé como comentar esto. porque simplemente me ha gustado (y eso es mucho), siempre me sorprendes con lo mucho que sabes expresar las vivencias de muchos (o de pocos) eso nunca se sabe.(y ya prefiero no creer en las encuestas)...así que sólo eso, que para mi, es insuperable. a ver como sales de esto ahora...jejeje Ysobelt |
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17-03-2004 |
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¡Que desbordamiento de imaginación! Suscribo los comentarios de Herminia y Elena. Ya me dirás cuándo quedamos y me pasas a ¡Oh! en un frasquito, sólo para un par de días, te lo juro. juanrojo |
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16-03-2004 |
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Después de mucho cavilar llegué a la conclusión de que lo leído y releído provocaba más admiración de la que suelo permitirle a mi espíritu crítico. Armada de lupa y linterna no podía convencerme de que esta vez me dejaras con la boca abierta sin palabras y con sólo un pequeño enojo.
NINIVE |
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16-03-2004 |
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Ohhhhhh!!! Bien por mí que no bajé el comentario en la primera lectura, me hubiera privado del valor agregado del genial comentario que esa masa crítica estupenda de ceboncita le ha dejado a este trabajo. sabes cielo, me late que aqui tus dos mitades se pusieron a trabajar en común unión. Corre por el filo del absurdo mágicamente. Van cinco, sólo porque no hay más. si no fuese un graffiti sesentista, este cuento gritaría la imaginación al poder. hache |
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15-03-2004 |
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Lo he vuelto a leer. Con esta ya van cuatro veces, pero ya te dije que este texto se merecía un comentario con calma. Tras esta última leída, me reafirmo en lo que te dije. Me recuerda muchísimo la imagen de Como agua para el Chocolate, en la que la comida es impregnada de tanto amor, que vuelve loco al personal que asiste a un convite de boda. Además de lo tierno del tema, tiene un toque surrealista que me encanta (no puedo evitar imaginarme a Oh! como un peluche redondo de pelito suave y blandito, color azul, ...). A parte de todo esto, destacaría dos cosas: una imagen -la del orgasmo atravesado, definición perfecta y precisa- y un párrafo, el último en el que tu protagonista se reconcilia con aquel ser juguetón, tierno y blandito. No podía tener mejor final, marcos. Un beso. anapolar |
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14-03-2004 |
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guauuuuu¡¡ oh¡¡ ah¡¡, jajajja, que bueno es reir, sonreir y todo eso. Excelente por lo original, por la recreación que has hecho llegar a mi cabeza, gracias por ese oh¡ burbuja |
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12-03-2004 |
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Jajajaja, eso pasa cuando lo que solo le pertenece a la Mujer, tiene un cavildeo y llega al mundo. Y mejor que toda la historia de oH! quede guardada siempre dentro de la mujer y de vez en cuando se escape para recordarnos de la naturaleza de la felicidad. Estupendo relato mis estrellas. adrianu |
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11-03-2004 |
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Excelente, con nota de humor, de erotismo, sin caer en ningún momento en la vulgaridad, tratando a ¡Oh!, tal y cómo es.
Un bes ¡Oh!,jajaja, solo un beso, muacssss. Airedevalencia |
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10-03-2004 |
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¡¡¡¡¡Ahhhhhhh!!!!! (este grito puede ser interpretado al gusto del lector). ¡Qué barbaridad!. Voy a hacerte una alabanza muy propia de vanidosos, pero qué se le va a hacer, es lo que hay. Siento el placer rabioso que depara la lectura de un texto que entusiasma hasta el punto de hacerte sentir que quisieras haberlo escrito tú. Qué idea tan brillante. Me pregunto cómo habrá podido ocurrírsete algo tan disparatado y tan genial, y me muerdo el labio, admirada, preguntándome por qué no se me habrá ocurrido a mí.
Confieso que al llegar al punto en el que ella se desprende de orgasmo dejándolo caer al suelo, el punto en el que se cierra la secuencia de la expareja, me preparé para el descenso, porque aquello no podía seguir a semejante nivel. Pero, para mi sorpresa, me encuentro con que tras unas escenas en que destripas con maestria honduras sexuales y amororsas de la leche, comienza la narración, igualmente magistral, del viaje que emprende placer- esa pobre ciatura traviesa - para darle sentido a su vida, un camino de redención entre la necesidad de autoafirmación y la generosidad sin adjetivos. Cielos, cómo he disfrutado, qué bueno me parece esto. Bravo por el juego de perspectivas, bravo por el ritmo trepidante, bravo por el montón de imágenes que valen un Potosí (el lanzamiento sobre la cama como si fuera una piscina, los cristales empañados, la intermitencia del dedo sobre el botón, insistente...), bravo por tu habilidad narrando movimientos, bravo por tu habilidad describiendo emociones, bravo por tu mirada encendida sobre el mundo y sus habitantes, bravo por un universo de dolor y de carcajada, bravo por el placer a borbotones como consuelo desesperado de la insusficiencia del amor, bravo por tu inteligente incursión en el complejo mundo del orgasmo femenino... Sigo en tu libro de visitas. Ceboncita |
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10-03-2004 |
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Me encanto la manera de manejar el erotismo sin entrar en la vulgaridad o el estilo rosa, delicioso final. Deborah |
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