Sabía que llegar era difícil, pero tenía las fuerzas que da el amor y no cejó en su empeño de lograr conquistar a Mariela, iba tras ella sin que lo advirtiera, la admiraba y deseaba como una fruta madura a la que deseaba hincarle el diente.
Los días pasaban y el encuentro no se producía, por temor o timidez nunca al diálogo llegaban y su pasión aumentaba tanto como se postergaba el momento de encararla.
Un día por fin a su lado se acercó y con algún tartamudeo sus intenciones declaró, lo miró ella extrañada por la forma de actuar y sonriendo levemente sus palabras contestó, que no le era indiferente, que ella notó su interés y que esperaba justamente que se acercara para hablar.
El sintió un fuego dentro de si, no podía comprender como había esperado tanto, le habló de sus sentimientos y a su lado caminó soñando con su amor hasta que la implacable campanilla del reloj como todas las mañanas lo trajo a la realidad.