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La noche más larga

Había sido un día distinto, intenso hasta más no poder. Hubo malos entendidos, enojos, alegrías, abrazos y hasta una bofetada. Hubo sensaciones que jamás habían aparecido, emociones para las que no tenía un nombre. Por momento me sentía muy lucida, me parecía que había hecho cosas productivas,”buenas”, distintas, sin embargo, me sentía, de un instante al otro, la criatura más sucia deplorable y empobrecida que había sobre la tierra.
Estaba cansada, no había dormido desde hacia dos días.
Tuve la sensación de que tal vez debía perecer para que otros pudieran reavivar su vida, sentía ganas de estar, pero a la vez de desaparecer.
Se me junto la noche y la mañana, se entremezclaron el odio y el amor, lo vivo y lo muerto, el nombre y lo sin nombre.
En mi cuerpo por instantes, aparecían los recuerdos de algún beso, un abrazo, o una boca castigando. Se amontonaron los años aquel día, podía ver mis ilusiones carcomidas. Y otras que asomaban punta enrojecida y perforaban hondo la cervical, podía verlas, veía cosas que antes no veía.
Fue un día distinto me senté, me relaje tensionada...
Camine mucho. Era verano, podía escuchar el correr del agua en los canales y el canto de diferentes aves que posaban sobre los árboles. Encontré un camino, lo seguí; a un lado manzanos, durazneros, cerezos, nogales, al otro, viñas, higueras, ciruelos. Cada uno de sus aromas era perfectamente distinguible.
Empecé a cruzarme con gente. Me llamaban en idiomas y de modos diferentes, de alguna manera sabía que decían mi nombre, me conocían. Mucha, mucha gente. Gente corriendo, caminando, llorando, bailando, peleando, conversando, había niños y ancianos jugando.
Mientras caminaba, iba probando cada una de las frutas que allí se encontraban eran las frutas más sabrosas y dulces que jamás había probado.
Vi una casa, con detalles pintorescos y flores de muchos colores en el frente. A los costados, muchos perros sujetados a sus cadenas y junto a ellos, alguien atendiéndolos. Dudo pero sigo acercándome. Los perros ladran y menean su cola como si me conocieran; la persona junto a ellos voltea y sonríe al verme, automáticamente se acerca a uno de los canes y lo libera, el animal se abalanza sobre mi dando lengüetazos en una de mis mejillas y me acompaña hacia quien pareciera ser su dueño. Es una persona mayor en apariencia, pero sus movimientos hablan de alguien muy joven, su cabello no tenía un color definido.
Cuando estoy frente a él, no dice una sola palabra, me abraza con mucha fuerza y yo devuelvo el gesto de la misma manera. Me llamó de manera muy extraña – Imaít Osin Ehih-Tenía un rostro raro, con rasgos femeninos y masculinos que no podían determinarse muy bien, el aroma en su piel y en su cabello era el aroma de niños. Sus ojos denotaban tristeza, pero su modo de hablar y el ritmo de sus movimientos reflejaban algo distinto. Sus manos estaban muy estropeadas, con rasgaduras teñidas de grasa o aceite. Su ropa era impecable.
Me invita a pasar, poniendo un brazo sobre mi hombro. Arrima dos sillas, sirve un vaso con agua. Nos sentamos como formando una “v”quedando nuestros rostros hacia la parte mas abierta.
Estas muy seria –dice- te desconozco.
Empieza a recordar momentos de mi niñez, travesuras, caprichos, momentos de sufrimiento y momentos de mucha alegría, lloramos, no reímos. La voz le iba cambiando por momentos era de mujer y en un instante de hombre.
Ahora habla de peleas , por juguetes, por celos; Como si nuestras edades no fueran tan distantes; La voz sigue oscilando, pero tiene un tono más jovial.
Mi hija se parece a vos – dice-.
Las risas y el llanto siguen apareciendo, mientras vamos recordando. De repente su voz se pone ronca y pausada, me cuenta de mi padre cuando niño, de lo inteligente y gentil que siempre fue, se ríe y me cuenta de mi madre (la voz nunca deja de oscilar entre masculina y femenina) de la belleza y la franqueza que la caracterizaba.
Lamento no haberme despedido –dice- me abrasa con fuerza y pega un beso tan profundo en mi frente que tuve la sensación de que sus labios y las manos en mi espalda se había juntado por un momento. No termino de vivenciar eso y se esta riendo a carcajadas como un niño, canta y me pelea. Dice que me quiere pero se divierte haciéndome enojar, se ríe, llora, yo también.
Ahora en el ambiente se siente como mucho movimiento, solo somos dos cuerpos, pero tengo la sensación de que somos muchos mas los que ahí estamos. En su habla se entremezclan, ahora todas las voces; canta, llora, me habla de la vida, de la muerte. No soy yo, no eres tú –dice- somos nosotros. El brazo sobre mi hombro había permanecido allí todo el tiempo.
De repente un ventarrón abre la ventana y un frió invernal y húmedo... me despierta. Abro los ojos. ¿Qué paso? Me pregunte. Mire el calendario era otro día, había dormido veinticuatro horas seguidas. Me sentía tranquila, relajada, entusiasmada, potente.
En el instante me di cuenta que ya no era quien creí que era. Apoye los pies sobre el piso frío, me actualice, Amaít Osin Ehih, resonaba e insistía. Me di cuenta que la noche mas larga había logrado resignificar mi existencia, en compañía de mis afectos mas queridos. El abrazo, los besos, la mano en el hombro, las voces, el sabor de las frutas, los sonidos, me acompañan en mi soledad.

María Eugenia Berón.

Texto agregado el 16-06-2007, y leído por 89 visitantes. (0 votos)


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