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(homenaje al doctor Lorenzo Marizán)

Nunca cuestioné la ausencia de mi madre en mi niñez. El cariño que me daban dos viejitos desbordaba mis expectativas y respondía a las inquietudes agresivas de mis condiscípulos. No ví diferencia, al suplir mis necesidades básicas, con los demás ‘tigueritos’ del barrio. Todos íbamos vestidos con el mismo ‘kakhi’ y el mismo viento nos revoloteaba una corbata negra, cuyo nudo acentuaba el horrible calor del áula. Cuando comía, el orgullo de saber que esos víveres los había intercambiado el abuelo por sudor, me permitía solo saborear manjares.

Además, y como a todos, me llevaban a pelar con Don Ramón y él, también para mí, ponía una tabla sobre los brazos del vetusto sillón de barbería, tratando de nivelar mi cabeza con sus tijeras. Al igual, disfruté de los chistes de ese simpático peluquero y si era al medio día, estaba forzado a compartir con él ‘La Tremenda Corte’. El Catecismo sabatino estaba en primer plano en mi agenda y mi abuela, gustosamente, se encargaba de que mantuviera esos records actualizados. Me bañé en las frías aguas del Charco de Guzmán y exhibí como trofeo una hedionda viajaca traspazada por la boca con un tallo de Juncos. Fuí como los otros, pero no sé si como Yo, ellos querían un día ser médicos.

Un día sucedía al anterior y parecía que nada se alteraba en ese contínuo proceso y así fue, excepto, que los viejos, cada vez tenían menos fuerzas y Yo que cada vez era más hombre. Mi ideal se hacía obligación y ser un galeno traspazaba lo subjetivo para entrar brúscamente en un plano real. Evidentemente tenía el porqué, pero me faltaba el cómo. Ese cómo, implicaba un desplazamiento a una ciudad donde hubiera una alta casa de estudios, una vivienda, un respaldo económico y el cariño que quedaría atrás, impreso en dos rostros arrugados.

Una mañana eché a mis espaldas el equipaje que había preparado la noche anterior y puse a rodar mis planes. Al llegar a aquella urbe y mientras el tormento era mi único acompañante, en la búsqueda de una ubicación, apareció mi madre. Hoy, soy doctor en medicina.

Texto agregado el 16-06-2007, y leído por 440 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
31-07-2012 Muy buena !!!tierna y sentida Te felicito reina
11-02-2009 Bella historia... mis felicitaciones por tu logro... lo quisiste, lo planeaste y lo lograste... bien... y es de agradable lectura. Saludos Ta_Shi_Lau
10-10-2008 Es una historia preciosa de crecimiento constante, donde el título nos da la pauta para el triunfo personal. 5* taber
20-02-2008 Una narración diríamos... ¿ESPLËNDIDA! 5* jardinerodelasnubes
05-02-2008 <Precioso, como siempre. margarita-zamudio
22-11-2007 Felicitaciones. mapata
19-08-2007 da gusto leerte. inalicia
28-07-2007 wow! que impresionante como asimila el personaje los cambios de vida sin perder de vista el amor y el afecto. Uno a veces no entiende pero se acomodan las cosas para que sucedan asi y uno solo las ordena...creo...genial el cuento! lluviadeverano
15-07-2007 Es una historia que llena todo de recuerdos. La nostalgia se palpa en cada línea. Mis 5*s anyglo
14-07-2007 Hermoso relato. Es una muy bonita historia, muy bien escrita. Me gustó mucho. marielavit
11-07-2007 Muy buen relato. margarita-zamudio
09-07-2007 excelente narración, un gusto leerte. Besos dea
05-07-2007 El rencor es algo que debe quedar de lado cuando crecemos como personas. Mis 5*. rosariopaz
30-06-2007 Muy bueno, saludos!! diego_alberto_calire
29-06-2007 Muy buena historia, relato o escrito. Gracias por invitarme a leerlo. Me gustó mucho: "Evidentemente tenía el porqué, pero me faltaba el cómo". Tiene mucho sentido. Mis 5***** para El día que supe que el rencor es inútil. Besos y abrazos. Francisca Sofía amal
29-06-2007 Me parece una historia preciosa de leer por lo sencillo y humilde del texto. La ternura de un niño que en sus recuerdos y ya con ojos de hombre da un repaso a su joven vida aún. Excelente, se lee muy suave y agradable. ***** Claraluz
23-06-2007 Interesante relato. Puede que continúe... sereira
19-06-2007 da optimismo***** ismaela
17-06-2007 Què bueno estuvo tu texto, pero debe seguir, porque sacàndole la ùltima oraciòn, quedan màs cosas para decir. Muy bien! doctora
 
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