sé que soy nada, que sirvo para nada, para las tormentas, para los polvos de odio que salen de uno mismo cuando, en medio de la noche, se saben solitarios los que no quieren morir ni vivir...
sé que no sirvo para mucho, y que nada es todo, sé que nadie más me da la mano cuando me quedo sin fuerzas...
sé que soy el olvido mismo, la muerte y la desolación, y que nadie más se preocupa de ver cómo me ahogo en la sangre negra de mis lágrimas...
sé que la oscuridad me llega desde dentro, y que la luz de la vida que quieren llevar los que me rodean, los quema... por eso cada tanto vienen, llegan, se refugian... Y luego yo, parte de la noche y de las barras, los veo, los recojo, los junto, los colecciono... hasta que se dan cuenta que no se puede estar y vivir y ser de esta manera...
entonces la noche me pertenece de nuevo...
me deja encerrado en mí mismo... me saluda desde lo alto de este poso que habito, y se entrega a asesinar las estrellas de ojos negros, que me siguen en estas calles, haciéndome el mismo daño que a un gato negro en medio de una jauría de perros bien alimentados, que matan por placer... |