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Inicio / Cuenteros Locales / 7600182 / ¡Stacy aún podemos dar contigo!

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Stacy es una niña que siempre vivirá turnándose de casa en casa por los nefastos errores que cometieron sus padres en la juventud. Hoy apenas cumplió diez años de vida. Pero quien la observara desde lejos pensaría que tiene muchos años más.
Aunque su comportamiento refleje en todas las personas, que comparten con ella las friolentas tardes de este invierno, un sentimiento mucho más grande que un repudio; nadie puede negar que muy adentro de ella exista una niña temerosa en busca de paz, amor y comprensión.
Es de tes moreno pero el racismo no llega a tocarla ni mucho menos intenta entristecerla. Es traviesa –demasiado a mi gusto– pero no tanto para tratar de borrar de su memoria todos los tristes recuerdos que vivió en familia. Stacy siempre vivió alejada de caricias y siempre vivirá sin el calor envolvente de una madre. Por la simple y penosa razón de no saber el motivo por que sus inmaduros padres nunca llegaron a quererla.
Stacy nació en la maternidad de lima apenas acompañada por la mujer que le dio luz a su existencia. Y a pesar de la llovizna intensa que entristecía los pasillos del –solicitado– hospital, nadie pudo impedir que ella naciera a pesar de la sabiduria del viento al exponer el destino trágico que pesaría por el resto de sus días. Aunque Stacy ahora, en la actualidad, se arrepienta de la lluvia tan pobre en fuerza como para impedir estos sucesos desgarradores. Stacy creció de una manera un poco acelerada, como si el tiempo tratara de borrar su triste presencia, en rapidas mudanzas que siempre tenían como final dos indecisos destinos. Barrios Altos siempre fue de una manera menos cruel el mejor lado de su vida. Pero en La colonial siempre supo, a pesar de la solvencia económica vigente en contraste a la miseria que habita en Barrios Altos, que ella sería, siempre, la niña menos feliz de este mundo. A pesar de su estricta y beneficiosa educación que la obligaban a acatar todos los días del año. Siempre trato de ser feliz sin importadle que viviera solo para el beneficio de ella misma.
Los años pasan, lamentablemente, y Stacy cada vez es más consciente de su desgracia. Y en sus pensamientos lentamente se amotinan más los conceptos de rebeldía. Quiere olvidarse de todo lo malo que la vida ah puesto en su camino pero aun es muy pequeña y en el intento se desvanece su idealista meta. Fue en unos de esos momentos cuando la conocí –verdadera e interiormente– junto con mi hermana. Su piel era ligeramente oscura cuando nos percatamos que ante nosotros ya se desvanecía la niña que habíamos conocido todas las navidades en familia. Su pelo era largo, negro y siempre se le resbalaba por todo lo amplio de su cuello. Y sus ojos ligeramente estirados por fin nos emitieron una mirada que exaltaba algo mucho más que una emoción: cuando por fin supo el significado de la palabra cariño. Stacy que había de cierta manera calmado un poco su sentimiento de melancolía por la penosa vida que llevaba, ahora ya no podía vivir sin nosotros. Quería irse a vivir a nuestro departamento pero mi hermana siempre fue muy tajante con sus respuestas así esta le rogara todo el día: "No se puede, Stacy, compréndenos". "Primo, por favor... Solo un fin de semana. Solo dos días. Por favor…" me rogaba. "No se puede Stacy. Lamentablemente no se puede". Siempre me costaba responderle de la misma forma cuando ella esperaba que yo diera mi brazo a torcer en el asunto.
Stacy, sin saberlo, comenzaba a sentirse enormemente querida otra vez –mejor dicho por primera vez en su vida–, al ver que alguien por fin abogaba cuando, de cierto modo, esta incurría en una travesura por el estado hiperactivo que no podía controlar. O cuando en ella destacaba una virtud, que en verdad eran muchas, pero sin ser reconocidas. Stacy siempre fue y seguirá siendo víctima de maltratos sicológicos. Y en su pequeña cabecita siempre sobresaldrán todos esos malos recuerdos cuando sus propios familiares la menospreciaban y le eran indiferentes.

Una tarde en plena tertulia con mi hermana, mientras nos sentíamos rodeados de cada vez más parientes, no pude evitar voltear mi mirada para verla bailar como una artista: a Stacy. Era su cumpleaños y todo salía bien, a pesar de algunas miradas de indiferencia de una u otra tía envidiosa. Ella bailaba y todos comenzábamos a rodearla para cantarle el happy birthday to you mientras otro tío apagaba la luz para que todo el onomástico se cubra de una atmósfera de felicidad. Ya era de madrugada, cuando alce la mirada para ver el reloj que marcaba mi retiro, y con el licor afectando la cordura, las personas comenzaban a dejar de aparentar lo que no son y empezaban a mostrar ante los sorprendidos, el verdadero mounstro que habita dentro de ellos. Las personas no cesaban de bailar. Pero el licor en pocos minutos hizo que todos se sentaran en los muebles a platicar sobre sus hijos. Mientras trataban a su vez que se les pase la borrachera que apestaba en todos los rincones del pequeño departamento. Hasta que una tía –inconsciente de su estado etílico– se levantó tambaleandose con un aire aristocrático –que apenas podia fingir ahora– y que con una mirada que aparentaba seguir estimándola, comenzó a acercársele y trato de Minimizadla al compararla con sus insoportables hijos. No se pudo defender Stacy era muy pequeña para ponerse boca a boca pero ella, su propia tia, se aprovechaba de las circustancias y la hizo quedar como siempre en un ridículo infundamentado. Haciéndola llorar, como siempre, frente a todos los familiares que la miraban como si ella hubiera sido la culpable. Entraba a su cuarto corriendo con lágrimas que sonaban en el suelo y empezaba a gritar de una impotencia que ella jamás supo apaciguar. Y cuando intentábamos consolarla ella siempre nos decía sin abrir la puerta la misma frase que nos perturbó por tanto tiempo en nuestras vidas: "Ustedes ya saben que siempre tiene que ser así. ¡Que mas da un par de lagrimas más!" "No puede vivir así ni un día más. ¡No es posible que nadie pueda quererla tan siquiera un poco! ¡Una mínima caricia! ¡Solo una!... Tiene que salir de esta casa. Será lo mejor. Tendrá que regresar para ya no volver jamás a, esa, su otra casa allá en Barrios Altos. Allá con su madre será mejor que acá con su Padre que solo sabe reírse y nada más" aseveró mi hermana. "Si lo sé, pero no podemos hacer nada nosotros aún" le dije. Y salimos los dos de la casa tirando la puerta de la sala ante el estrepitoso carcajeo de nuestros tíos que aun se mofaban de la escena ocurrida.

Una mañana mi celular sonó en mi departamento. Escuchaba lloriqueos a lo lejos, no podía reconocer quien era, pero cuando susurraron el nombre "Stacy" mi cerebro idealizó que algo malo había pasado. "Bueno esta bien, salgo volando" le dije a mi tía que me había llamado para informarme que Stacy estaba desaparecida desde ayer en la noche. Apenas colgué el teléfono empecé a cambiarme o eso intente. No se podía pensar en nada y mientras me lavaba la cara le comencé a contar a mi hermana lo que había ocurrido mientras esta recién reaccionaba y se estiraba del sueño. Salimos del departamento los dos con la esperanza de encontrarla, pero mientras más afiches pegábamos en los postes y mientras más caminábamos alocados gritando su nombre mas nos desalentábamos de dar con su paradero.
Eran los 8:00 p.m. y nadie podía dar con el paradero de Stacy. Y, encima, ya todos estábamos exhaustos de tanto pegar, regalar y gritar su nombre. Así que decidimos regresar todos a casa de una buena vez. Y mientras unos veían televisión, y otros hablaban por teléfono o comían, dentro de la casa, las miradas de todos no podían dejar de entrecruzarse y oscilar. Y en todas, con excepción a la de mi hermana, brillaban de un color amarillento que se reflejaba en la ventana y salían disparados como rayos sobre mi rostro haciéndome dar cuenta que ya nadie quería ir a encontrarla nunca más.

Su paradero aun se desconoce. Y después de aquella noche ya nadie se dio la molestia de ir a buscarla. Y yo con mi hermana por más que intentamos dar con ella, nunca pudimos encontrarla. Han pasado 5 años desde la desaparición y ahora yo me encuentro fuera del país, tratando de sobrellevar mi carrera , y aunque aun me duele su partida inesperada, no puedo negar que siento una mínima felicidad al saber que ya no estará en manos que nunca supieron valorarla.

Texto agregado el 16-06-2007, y leído por 112 visitantes. (0 votos)


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