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Historias de un Lanzador

El entrevistador le preguntaba a Mauricio cómo se había iniciado en tan extraordinario arte, mientras el hombre luchaba por concentrarse en el estudio de televisión. Las luces, las cámaras, el público en el estudio, todo el espectáculo de hombres y mujeres moviéndose de un lado hacia otro, casi sin pestañar, toda esa marea necesaria para la transmisión de un programa en vivo, tenían al lanzador tan abrumado que necesitó de un esfuerzo sólo comparable a sus actos más difíciles para responder a las preguntas del entrevistador.

- No tenía nada más que hacer en mi pueblo- comentó Mauricio mirando fijamente a la cámara cuatro, mientras la pequeña lucecita roja desaparecía desde ese ojo electrónico, sólo para posarse sobre la número dos.

Como el menor de doce hermanos, Mauricio no tenía oportunidad de estudiar, ese lujo estaba reservado sólo para los dos primeros. -En realidad para el primero y el tercero, ya que la segunda tuvo la mala suerte de nacer hembrita- explicaba entusiasmado el lanzador, mientras las pancartas de “risas” eran levantadas por los animadores de público y unas risas grabadas sonaban de fondo.

- Sólo cuatro podían ayudar a Padre en el trabajo, no podría haber enseñado a un número mayor y yo sólo lo hubiera estorbado. Con un macho y las hembras que sobraban, la huerta se podía mantener muy bien. Yo era el único niño macho que quedaba, y mi futuro estaba ya decidido, me iría al seminario y me haría curita. - Nunca está demás un curita en la familia, decía Madre mientras les contaba a las tías acerca de mi futuro.

Mauricio el lanzador le contaba, ahora entusiasmado, al público y a las cámaras cómo había crecido como un niño solitario, jugando en la tierra, mirando a sus hermanos de la huerta y esperando la llegada de sus otros hermanos y de Padre para compartir una alegre cena familiar, mientras eran atendidos por Madre y las hermanas. – Muchas horas de mi niñez las gasté buscando en mis interiores ese llamado del otro padre, como Madre solía decirme. Nunca lo encontré y estaba ya resignado a partir así no más mis enseñanzas de curita cuando ocurrió el milagro, todo junto, todo el mismo día.

- Nos informaron que el curita del pueblo se había muerto de un ataque a la cabeza o algo así. Él era quien iba a empezar a enseñarme las artes de ser cura, y él era quien luego me inscribiría en el seminario. Nosotros ni siquiera sabíamos dónde quedaba esa cuestión. Eso retrasaría mi partida. Me alegré tanto que tomé lo primero que tenía a mano y lo lancé casi sin esfuerzo y sin darme cuenta de lo que hacía.

-El cuchillo zumbó por los aires de la cocina, la atravesó, pasó por sobre la cabeza de Padre y se clavó con un sordo golpe en la puerta de calle, enterrándose justo sobre la imagen de don Jesús, en el crucifijo que Madre había colocado para proteger la casa de los males de afuera. Entre las letras “N” y “R” que forman la palabra INRI, quedó el agujero que marca mi inicio en el arte del lanzamiento de cuchillos.

El letrero de aplausos no fue necesario porque el público despertó en una aclamación que resonó en el estudio como un gran y único aplauso. Verdaderas lágrimas de emoción aparecieron entre las madres presentes y tras los televisores, mientras un sentimiento de orgullo se dibujaba en las almas de los padres, imaginando que sus hijos algún día podrían soñar con hazaña semejante.

Las tardes de juegos y esperas fueron cambiadas desde el día siguiente por prácticas de lanzamiento de cuchillos. Si los dones de Mauricio eran innatos, entonces la práctica diaria hizo de él el mejor de los mejores. El joven dominaba los peligrosos utensilios, los que parecían juguetes en las manos de un niño. Los lanzaba a la velocidad y al ritmo que quería, inventaba constantemente nuevas piruetas para el lanzamiento y para el viaje de los cuchillos, las que hacían de su arte una nueva experiencia cada vez que lo presentaba en su pueblo.

Cuando el nuevo cura llegó al pueblo, nadie en su familia recordó o quiso recordar el futuro que habían planificado para Mauricio. Madre se convencía pensando que si su hijo nunca escuchó el llamado, entonces ese no era su destino y, en cambio, el futuro trazado por el padre de todos, y anunciado con la muerte del anterior curita, era el arte que ahora su hijo practicaba.

Unos años después Mauricio el lanzador se casó con una vecina, tuvo algunos pocos hijos y siguió dando espectáculos de lanzamiento en un su pueblo, en donde no dejaba de ser aclamado.

- ¿Qué fue lo que te impulsó a salir de tu pueblo? – preguntaba el entrevistador mientras el público escucha atentamente la conversación.
- Lo de siempre don Pepe, las mujeres. Mi esposa me convenció, me abrió los ojos diciéndome que todo el tiempo que estaba en la casa sin hacer nada podría ir a visitar otros pueblos y mostrar ahí mi espectáculo, que podría ganar más dinero de esa forma. Cuando uno vive en un pueblo alejado no se da ni cuenta de lo que se necesita el dinero, y tiene que llegar una mujer, sabia como todas, para abrirle a uno los ojos.

Ni una mosca volaba en el estudio mientras Mauricio contaba cómo fue recorriendo los pueblos cercanos, cómo era aclamado por la gente que en ellos vivía, y como comenzó a ganar más y más dinero. Su esposa se alegraba mucho cuando llegaba con un fajo de billetes y lo incitaba a salir a presentar su espectáculo cada vez más seguido. Ya no pasaba ni un día de la semana en su casa, cuando un productor de televisión acudió a una de sus presentaciones y lo convenció para ser entrevistado y luego mostrar su arte en el programa de televisión en el que ahora se encontraba. Mauricio estaba satisfecho porque el acuerdo económico que había conseguido alegraría mucho a su esposa.

- ¿Y vale la pena el sacrificio por el arte?

- ¿Por el arte?- pensaba Mauricio, mientras el público y los televidentes esperaban expectantes la respuesta. Recordó por breves segundos el placer de ver volar los cuchillos en su antigua casa, con Madre y Padre aplaudiendo y sus hermanos riendo. Añoró esos tiempos con una intensidad inimaginable. El milagro ocurrió nuevamente. Tomo uno de los cuchillo que tenía preparado para el acto luego de la entrevista y lo lanzó sin darse cuenta de lo que hacía en contra de la pequeña lucecita roja que se había encendido en la cámara cinco. Los televidentes quedaron impactados con la imagen de un cuchillo girando en un perfecto vuelo hacia sus pantallas, y transformado el estudio del programa en una nube de puntitos grises.

Cuando Mauricio se dio cuenta de lo que había hecho ni siquiera pidió disculpas. Su reacción fue tan natural como lo había sido muchos años antes, luego del milagro inicial. Nunca debió de haber salido de su pueblo ni nunca lo volvería a hacer. Su familia y la gente de su pueblo lo recibieron como a un héroe. Su esposa lo encaró dispuesta a reprenderlo, pero le bastó mirar los ojos de su esposo para comprender que no tendría ningún sentido.

Desde ese día Mauricio dedica su tiempo a practicar en su casa, a inventar nuevas piruetas para agregarlas a su arte, y a mostrarlas a su gente, a los habitantes de su querido pueblo. De vez en cuando aparece entre su público algún forastero, hecho que le provoca una gran desconfianza, pero del que prontamente se olvida, terminando siempre por disfrutar del cariñoso aplauso de su público.

***

Don Pepe le preguntaba a Gabriel a qué edad había comenzado a practicar el difícil arte de atrapar murciélagos, mientras el público del estudio escuchaba expectante la respuesta del joven.

Jota

Texto agregado el 15-06-2007, y leído por 286 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
27-07-2007 Es un placer la lectura cuando provee ese gusto estético que tienen textros como éste. La metáfora es clara y contundente; quienes sufrimos la invasión de "los medios" lo sabemos. Mis * y felicitaciones. leobrizuela
11-07-2007 muy buena, que buen ritmo y relato. marfunebrero
25-06-2007 Vaya con el lanzador..Tan ingenioso como tú a la hora de escribir... churruka
15-06-2007 Buenisimo, por algo publican sus trabajos en Letralia caballero. Aplausos y estrellas. _poemme_
15-06-2007 "los finales están contenidos en los principios" es una máxima del Tao. Es una historia bien trazada con un bonito mensaje, lástima que este no suela llegar a la gente de hoy en día. Creo que sabes atrapar la atención del lector y eso siempre en una buena señal. Me gusta. Felicitaciones. jjavier8
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