En la orilla de mi cornisa me encuentro sentado; expectativamente observando, presenciando este rojizo y estrellado pergamino que cubre la inmensidad nocturna. Lo noto, un astro inerme de la creatividad cautiva del espectro sentimental que con sus rayos de plata me encierran en un cuágulo que posee la sangre nueva e inmortal; un astro que así como yo espectador, se vuelve presencia expectante; como si fuera un ojo, una ventana a tu alma; si, tu mirada; tu mirada dulce y vigilante.
Y buscando ese sortilegio que hace suspirar mi cuerpo endeble, observo tu mirada clara en el cielo, esa mirada que aísla lo mítico de la noche y que solo hace posar mi atención sobre el, sobre su mirada, sobre tu mirada, que me ilumina en mi lúgubre cornisa cual tumba fría y gris. Y a veces, solo a veces el rocío de sus rayos; de tus rayos, me alcanzan, acariciándome, reconfortándome, envolviéndome y cuidándome y es así como en este pergamino nocturno comienzo a escribir esta historia, esta historia llena de finales por empezar, por principios por terminar, por presentes que vivir, futuros que crear, y pasado que no debemos olvidar pero vivir como enseñanza; es así como en esta noche roja baño mi pluma en mi sangre y comienzo a escribir en el pergamino que es tan etéreo como tu figura llena de misterio y fragilidad espectral, es así como extiendo mis alas de demonio y tomo tu mano; observo tu mirada que me guía y así emprendo el vuelo hacia esa mirada fuerte y dulce, esa mirada vigilante, hacia esa mirada, tu mirada, hacia ti....
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