Suena el teléfono. ¿A quién se le ocurre llamar a esta hora? ¿Qué no saben que soy una persona ocupada? De seguro es uno de esos muchachos que pueden darse el lujo de perder el tiempo. Pero el tiempo no vuelve, deberían saberlo, y no se puede jugar con él como si fuera una pelota que lanzas lejos y puedes tomarla de nuevo.
¡Cómo odio que el teléfono irónicamente se calle justo cuando estás frente a él! Es como si el aparato gozara viéndote parar a las tres de la madrugada y justo para completar la faena se callara, como riéndose por dentro.
Ya que estamos despiertos, mi boca está seca, voy a la cocina, no hay vasos limpios, ni siquiera hay vasos. Tengo tanta sed. Suena de nuevo el teléfono. Dejo mi plato hondo lleno de agua y voy otra vez al teléfono.
-¡Bueno!
Silencio y nada más. Debe tratarse del mismo muchacho, me quiere jugar una broma. De seguro es el que reprueba todos los meses, ¿cuál era su nombre? Eugenio. Lindo nombre, pero es sólo simbólico su significado, me refiero a que este muchacho no es del todo un buen estudiante y ya había amenazado con cobrársela. Vaya manera de perder su tiempo.
De vuelta en la cocina, tomo agua como si fuera Diana. Abro el refrigerador pero no hay nada más que el último pescado que le compré a Diana. No crean que es un pez enorme, fue lo único que podía comprar con tan poco dinero. ¿Dónde estará esa gata? Me recuerda mucho a Plutón, el gato negro, el del cuento de Poe.
Tengo tanta hambre. Escuché que las personas mayores de sesenta años debían llevar a su mascota para que les pudiesen vender alimento para gato, ya eran muchos casos en los que las ancianitas se comían el alimento, y francamente a esta hora y sin dinero, no se me ocurre idea mejor. Sinceramente es mejor de lo que se ve, en especial las que tienen “juguito”.
¿Y si no era Eugenio? ¿Y si alguien más me llamó? Ahora que lo pienso no ha llegado Rocío, ¿le habrá pasado algo? Sobrecogido por el temor, la duda, fui a cotejar los dos números telefónicos. Eran exactamente el mismo, y no lo había visto antes. Era Eugenio, sin duda. Quiero que se le ocurra llamar de nuevo…
Por tercera vez en la noche el ruido del timbre telefónico ahoga mi silencio. Pero esta vez ya verá:
-Sé quien eres, sé dónde vives así que deja de estar molestándome, no cederé a tus presiones y …
-Hola- me interrumpió una voz, era una voz delgada, dulce.
-¿Quién habla?
-Soy yo, Bárbara.
-¡Bárbara! ¡Qué gusto!
-Sí, ha pasado mucho tiempo.
-¿Pero aún te acuerdas de mí?
-Sí, mira estos últimos días yo he pensado mucho en ti y ¿sabes? …
-Te extraño.
-Yo también.
-Recuerdo que una vez no teníamos dinero para regresarnos, habíamos ido a la playa, fuimos sólo un día, ni siquiera pudimos dormir, no teníamos dinero. Tuvimos que vender nuestras chamarras.
-Sí, lo recuerdo.
-Siempre tuve una duda, ¿cómo te apellidas?
-¿Dos años juntos y no te acuerdas?
-No es que no me acuerde, es que jamás te pregunté, realmente nunca me importó, no sé por qué te pregunto
-Martínez.
Justo aquí llegó un largo y solemne silencio. Hay que decir algo que realmente no sobre, así que continué:
-¿Por qué terminó todo?
-Dejaste de buscarme, y hoy se me ocurrió llamarte.
-Estoy con alguien más, pero nunca dejé de pensar en lo que me hacías sentir cuando estabas a mi lado.
-¿Por qué nunca aceptaste que me amabas?
-Por que no creo en esa basura.
-¿Cómo se llama?
-¿Para qué quieres saber?
-¿Vas a salir con eso? Cuando no querías decirme algo salías con “para qué quieres saber? Lo odio
-Sólo quiero que me digas para qué?
-Para imaginarla.
-No es importante el nombre.
-No me vas a decir.
-No.
-Muy bien.
-¡Genial!
-¿Qué?
-Olvidé que dejé agua calentándose espera.
No encuentro razón para seguir con la plática, es absurdo. Además tengo que dormir, son las 3:36. Bueno hablaremos cinco minutos y le colgamos:
-Ya regresé. Mira creo que todo esto es una tontería, estoy con alguien más, espero que también estés con alguien más. No sé porqué llamaste pero la verdad es que … /bip/ /bip/ /bip/
Colgó. Ella me colgó a mí. Es increíble, después de que me despierta me cuelga, ¡maldición!
De regreso a mi alcoba ¡carajo! ¿quien puso este librero aquí?
Cristales por todos lados, debió romperse algo. Un portarretratos, genial. Es el que me dio Bárbara. ¿Y la foto? Debe estar por aquí; si aquí está: “con amor Bárbara Rocío Martínez, Diciembre de 1999”. Jamás había visto esto antes.
-Hola amor cuánto llevas allí?
-no mucho, acabo de regresar.
-Estoy cansado, vamos a dormir.
-Está bien, me llevas agua, yo me adelanto, estoy muy cansada.
Voy a la cocina. Hay dos vasos limpios. Carajo, hay dos vasos limpios y yo bebí en un plato hondo como gato. Llevo los dos vasos al cuarto. Me siento en la cama. Que pesado día, mañana estará peor, necesito dormir. Miro el techo, me tomo de un trago el agua me recuesto y giro hacia mi derecha. Extiendo el brazo y toda la cama es para mí.
Por fin escucho el maullido de Diana. Voy a buscarla y la encuentro sobre el escritorio mirando un portarretratos azul, de madera. Maúlla como si llamase a la foto. Tranquila Diana, mami se fue, hace 3 años se fue.
La llevo a la cama, le gusta dormir conmigo desde que murió Bárbara, ella me la regaló. Ay Bárbara … el cuarto solo, la habitación fría y mañana tengo que ir a la escuela, y yo pensando en tus ojos. Mañana, mañana, algo iba a hacer, ¿qué era? Revisemos mi agenda:
1)Aplicar examen.
2)Recoger mi ropa.
3)Ir por la tarde al entierro.
4)Sacar las cajas.
…Se me olvidó algo. Acostarme temprano, tengo que aplicar otro examen el Viernes. Me recuesto en la cama, ¿qué hace este vaso aquí? ¿Porqué hay uno lleno y otro vacío? No importa. Lo bebo de un trago, veo el techo, me sobo el estómago. Suena el teléfono. ¿A quién se le ocurre llamar a esta hora? ¿Qué no saben que soy una persona ocupada? ... |