Número Equivocado

Bebo del vaso que sostengo en la mano, y miro por la ventana de mi departamento. Fuera, algunas luces de autos se ven pasar a lo lejos, como si fueran frías estrellas nocturnas, o luciérnagas perdidas en el campo. Abajo, en la calle, veo a un grupo de muchachos que conversan y ríen. En el edificio de enfrente, una mujer hace ejercicio, todas las noches lo hace a esta hora, no la veo bien desde aquí, pero intuyo que no es guapa. Me encuentro en una oscuridad absoluta, solo entra la luz que proviene de la calle. Me sirvo otro ron, y dejo la botella en la mesilla que esta frente al sofá de la estancia. En la oscuridad me tropiezo con la mesilla, me doy cuenta de que estoy algo ebrio, pero no lo suficiente. Me acomodo nuevamente, cerca de la ventana. La mujer hace abdominales en ropa interior, sin saber que yo la miro. Suena el teléfono, me sobresalto, pero no lo contesto, lo ignoro. Miro Santiago, y el silencio oscuro de sus calles. Dejo el vaso en el suelo y por primera vez en toda la noche, siento frío, afuera hace mucho mas frío que aquí, la gente que esta abajo, se ve bien abrigada y el cielo es amenazador, casi siniestro. Miro la hora, es la una de la mañana y pienso en lo absurdo de esa mujer, de hacer ejercicio a esta hora, y siento que tal vez lo hace por mi, que quizás ella sabe que la miro o cree que alguien más la mira y solo lo hace para encajar bien en toda esta historia, pero es absurdo este argumento, ya que ella no puede saber que es parte de ninguna historia, menos de un desconocido como yo. Sin querer siento que la noche y la monotonía me empiezan a ganar, y el agotamiento o el ron me hacen sentir somnoliento. Antes de cerrar los ojos suena el teléfono otra vez, me incorporo de un salto y mi pie da contra el vaso que había dejado en el suelo. El teléfono sigue sonando, lo voy a contestar. Aló, digo con prisa, pero no me contestan. Aló, vuelvo a repetir y cuelgan. En la oscuridad, busco a tientas el vaso, no lo encuentro así que bebo de la botella, qué pensaría Sofía si me viera así. Miro por la ventana otra vez, la mujer ya no esta, pero su departamento sigue iluminado y las cortinas están descorridas. En la oscuridad alcanzo a ver un libro, es de Bolaño, “Llamadas Telefónicas”. Abajo, los muchachos que se reían hace un rato, ahora discuten, entre ellos hay una mujer. En realidad son dos los que discuten y los demás miran, la chica esta en medio. Vuelve a sonar el teléfono, lo contesto, pero nadie me responde, se escucha el sonido de pisadas sobre un piso de baldosas. Maldito ocioso, digo intentando parecer enojado, luego cuelgo. Abajo, se escuchan gritos, veo como todos corren, hay alguien en el suelo, la chica se queda mirando y gritando, el teléfono vuelve a sonar. Levanto el auricular, pero no digo nada, el silencio lo rompe la voz algo rasposa de una mujer, “Se acabó tu tiempo”, dice y cuelga. Me quedo con el auricular en la mano. Vuelvo a mirar abajo, la chica abraza al tipo que está en el suelo, algunos curiosos también miran. Veo que en el departamento que esta en el edificio de enfrente la mujer mira, directamente aquí, en ese momento escucho que golpean la puerta, primero son golpe breves y cortos, después se vuelven fuertes y agresivos, miro por la ventana, la mujer levanta una mano, a modo de saludo, o tal vez se despide, tengo la sensación de que sonríe. Se vuelve, me da la espalda y se va, las luces se apagan tras de ella. Vuelven a golpear, esta vez son patadas, en ese momento me doy cuenta, de que, de verdad, el tiempo se acabó.