Era la tercera vez que me la encontraba en la 709. Sentada en el fondo como de costumbre miraba por la ventana la ciudad pasar. Los audífonos en sus oídos la apartaban de la realidad.
Parado, en la mitad de la micro
aplastado por la muchedumbre podía oír mi corazón latir. Mientras la chica hermosa cerraba los ojos así como dejándose amar.
Yo me la imaginaba en mi cama, en mi cuerpo, en mi vida, tocándola,
adivinando siempre en donde hundir mis dedos, besándola en cada partícula de piel expuesta, apoderándome de su alma, penetrándola mas allá de su humedad atolondrada. Me imaginaba.
El sonido del timbre me despertó del sueño erecto de mi pantalón. La puerta
se abre y baja la chica de los audífonos. La puerta se cierra y comenzamos el andar.
Titubié un poco… como dos cuadras. Aprieto con furia el timbre en el pilar y la micro frena en seco. Por supuesto las
chuchadas no se hicieron esperar.
--“Pa’ la pascua te regalo un timbre chucha tu mare”
Lo obvie.
Corro las dos cuadras como si el mundo se extinguiera, nadie me importa, todos me dan igual. Mis ojos son solo para ella.
A veinte metros me detengo, su porte y figura me daban la razón, era la chica de mis sueños, el amor oculto que guarda mi pantalón.
Dobla por Huérfanos y comienza el final. Se guarda los audífonos y respira hondo, sacude su pelo y se pierde por entre las puertas polarizadas del único café con piernas que atendía en ese lugar. Sus luces agotadas apenas dejan leer el nombre. Café Colombia… o algo por el estilo.
La vuelta al trabajo fue estúpidamente irrelevante. Tomé un taxi y me perdí por entre los edificios descascarados que ensombrecían las calles mañaneras del down town.
Durante el día mis pensamientos no variaron mucho. Estaba en ella. Hasta que sentí unos deseos enormes de tomar café.
Cerca de la hora de colación la decisión estaba tomada. Tenia que hablarle, saber por que razón existía, percibir su aroma, oír su voz complaciente arrullándome a su lado. Simplemente tenerla.
Frente a las puertas polarizadas me detengo. El pálpito retumba en mis oídos, la espiración agitada me hace temblar.
La música y las risas taradas de los clientes con corbata me confunden. Busco con ansias por el mesón ovalado y por atrás de la maquina de café Express. Ella no esta, las demás chicas de vestidos diminutos charlan animadas con los clientes. Nadie me mira, solo yo me doy bola. En eso, de atrás de la cortina de humo aparece mi niña angelical. Sus ojos negros me ven desde la entrada. Avanza rauda hacia mi, su pelo suelto flota en el aire, sus muslos firmes se marcan a cada tranco. Es atemorizador, su belleza me quita el aliento, sus grandes pechos en mi boca acabarían con mi respiración.
Llega frente a mí…
__ Hola, ¿Quieres un café?
__ No, no quiero. Le digo boqui abierto.
__ ¿Y que quieres entonces?
__ Hablarte, solo quiero hablar.
__ ¿Como te llamas? Me dice acercándose aun más.
__ Giovanni.
__ ¿Giovanni? Una vez tuve un amigo que se llamaba así. Igual raro el nombre. ¿Que crees tú?
Creía muchas cosas, creía por ejemplo que sus ojos negros guardaban secretos en su propia oscuridad. Creía tener mi lengua en su boca, creía haberla atrapado. Creía saber como era desnuda sin siquiera haberla mirado.
__Sí, pienso igual a ti. No me gusta mi nombre, esta muy manoseado. Cualquier güeon que se cree artista pretende llamarse así. Siendo que enfrente tienes al verdadero, al único gran artista.
__ ¿Artista? ¿Y de que clase?
__Artista en todo lo que hago.
__ ¿Acaso un don Juan? Mira que aquí hay muchos, solo te falta la corbata.
__No, no un don Juan. Mis ojos son para una sola persona.
La he visto tres veces, y en todas me he enamorado. Sentada frente a la ventana viaja en la setecientos nueve, con los audífonos en sus oídos pienso que vive aislada, sola en su realidad.
La miro todo el viaje, aplastado contra los hierros me imagino cosas.
Y ahora sin saber como. ¿Acaso lo sabe el destino? Hoy parado frente a ella… la puedo sentir.
__¿ Y que pretendes...? Me pregunta inquieta.
__ No se, tal vez amarla…
Me da la mano y cruzamos la cortina de humo que separa la sala de… no se que. Entramos a una habitación sin decir ni una sola palabra. A medias oscuras me acuesto sobre la cama. Y la observo.
Ella de pie frente a mi se quita el vestido y su cuerpo es envuelto en llamas.
La ropa interior que lleva es blanca y pequeña, la cual se amolda perfecto a su cuerpo, igual que su cuerpo a mis manos. Estas lo recorren una y otra vez.
Estoy extasiado, su cuerpo desnudo me enfermiza, y sus piernas me asfixian a cada envestida que logro acertar.
El aliento jadeante de su boca lo corto con mi lengua. Ella sentada arriba siempre de mí aprieta sus labios y los pezones con los dedos, el sudor brilla en su rostro. Su vagina roza con más fuerzas.
Al principio le sujete las caderas para guiárselas, luego hundí mi mano en su braga mientras que con la otra iba del muslo a su nalga, de arriba asía abajo, sin despegar su piel de la mía. Después de un rato me estremecí, por un momento creí amarla, y la bese por última vez.
Por su puesto que le pague, desde un principio lo sabía. Solo que no tenia la certeza. Ahora que la tengo no la volveré a ver.
No soy un don Juan, no tengo ojos para nadie.
Bueno, hasta que me vuelva a enamorar.
JP
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