En contadas ocasiones miro por la ventana, pero esta tarde sin querer me asome por entre los barrotes blindados que protegen… no se que. Y desde el segundo piso, con el sol metido en los ojos pude ver al Claudito.
Sus pies descalzos curtidos por el cemento avanzan sin demora dentro del asfalto negro que los atrapa. El carro que arrastra mas pareciera que lo tirara a el, y su carga de botellas y diarios muy bien apilados se mueven al compás de los hoyos y piedras que habitan con nosotros en la población. Lo observo hasta que se pierde al doblar la esquina intersección calle “ terminal “( Le llamamos asi por que hasta ahí no mas alcanzo la plata para el asfalto. Mas allá solo tierra se puede pisar).
Los dias siguientes y como un reloj al Claudito lo veo llegar. Mientras, escondido en el segundo piso escarbo en mi cabeza alguna idea que haga alivianar la carga del niño moreno que ilumina la opacidad injuriosa de la periferia santiaguina al pasar.
A el es fácil encontrarlo, el dia sabado es el goleador del equipo en las canchas de la “Cinco Sur”.
Los “canillitas” se llaman, están a un paso de la final y yo soy el hincha numero uno. No me pierdo partido. Siempre en el segundo piso pero en la otra ventana se ven las canchas de tierra y las jugadas goleadoras de mi pequeño niño cargador. Cada gol lo celebro con el alma. Tres a cero. Mi niño se lucio. Ya están en la final.
Y ahí va denuevo, sus pies chuteadores arrastran las botellas y diarios recolectados, el corazón se me recoge, aprieto con furia los barrotes en mi ventana y lo veo perderce por la polvorienta calle terminal.
La semana paso’ lenta y quejumbrosa, sus pies descalzos formaron surcos invisibles en la población, el rechinar de las ruedas creo’ tristes acordes que al parecer era yo el único que podía escuchar.
Hoy es viernes, falta un dia para la gran final, la ansiedad me consume. Me aferro a los barrotes y lo espero. Pero el tiempo pasa y el silencio se hace ensordecedor. De pronto ya muy tarde lo veo aparecer, con la cara lavada llena de risa, trae polera nueva y pantalones de mesclilla y en sus pies, relucientes zapatillas blancas recién compradas. Todo listo pienso, todo listo para el campeón, los diarios y botellas juntados para la gran ocasión.
Por fin es sabado, la gente comienza a llegar. Los equipos a la cancha y el Claudito no esta. Lo busco por todos lados, en la banca con los suplentes y en la s calles polvorientas de terminal. No hay caso el Claudito no esta. En eso el gendarme golpea mi celda y dice que tengo visita.
--¿Visita…? ¿Y quien?
--No se, un niño.
Bajo las escaleras y salgo al patio. Detrás de los muros se puede oír el pito silbar. Frente a mi el Claudito me mira con su cara lavada de felicidad y las zapatillas blancas nuevas se echan a correr, se cuelga de mis hombros y me llama Papa’
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