Generalmente, la mitología occidental relaciona la serpiente con el mal, con la seducción y la traición. Existen oscuras leyendas, narradas geométrica y arquitectónicamente por muros, frisos y columnas de templos sepultados que nada tienen que ver con aquella concepción:
“Ravana era un Dios realmente temido; es quizás por ello que sus hijos, las serpientes, eran respetadas y alimentadas en todo el reino que, desprovisto de gobernante, atravesaba una época caótica. Hechiceros y druidas, interpretando las profecías que los astros proporcionan, consiguieron llegar a un acuerdo sobre los dos elegidos que concebirían al futuro Rey.
Así, nació Ast. Su llegada no satisfizo demasiado ni al pueblo ni a los magos; tampoco el oráculo dio esperanzas; posiblemente, por haber nacido hembra. Mas un día, transcurridos cinco años, el Rey de las serpientes irrumpió sin previo aviso en Hulz-traimon, secuestrando a la elegida; a la que todos dieron por muerta, pues el hecho se entendió como si Ravana no estuviese conforme con los designios de las estrellas o que, probablemente, los brujos del reino habían errado en la interpretación.
Desacertada es, a menudo, la creencia humana; pues Ravana amaba a los hombres y sólo pretendía asegurar la proliferación de este pueblo. Su cámara, situada en las entrañas de la tierra, fue testigo de la mordedura que le profirió a la pequeña. Sin embargo, no fue ésta una embestida mortal. Su única finalidad era inyectar en Ast la justa dosis del divino veneno que pondría a prueba el cuerpo y el alma de la criatura inconsciente.
Con apenas cinco años, Ast fue abandonada (se dice) en la comarca de los seis desiertos. Envenenada y dormida, pero al abrigo de unas rocas. Su batalla inminente no la libraría en la dimensión espacial, sino dentro de su propio ser. Es posible que el Cosmos, iracundo por el hecho de que Ravana cuestionase su hacer, definiera la batalla a favor de la pequeña; o simplemente quizás, era ésta demasiado fuerte para el Dios Serpiente. Sea como fuere, al segundo día consiguió recuperar la conciencia, mas no la movilidad. La explicación de lo acontecido posteriormente nadie ha podido jamás hallarla. La cuestión es que, lejos de intentar protegerse del vigoroso sol, la niña tomó la determinación de exponerse al mismo; haciendo un esfuerzo sobrehumano para vencer los restos de veneno. Fue quizás (y es sólo la opinión de un humilde juglar) ese mismo vestigio del reptil lo que transformó la esencia de Ast, logrando obtener del sol un efecto regenerador. Un tercer día estuvo inmovilizada, recabando fuerzas; levantando al fin su mano izquierda a la caída de la noche, aferrándose desesperadamente a la vida, a las mismas rocas que le habían ocultado el sol.
Ast deambuló sin tener conciencia, que no un instinto acertadísimo, por el inhóspito paraje, llegando al sexto día a las puertas de su ciudad. Durante los tres días de travesía, una pareja de milanos le procuró un escaso pero esencial sustento que selló una alianza que aún hoy perdura entre sus descendientes.
Así se plantó frente al templo: deshecha, desnutrida, llorosa y agonizante; pero viva. Incrédulos, sus conciudadanos reconocieron el poder del Cosmos y de los astros y, desde aquél día en que la invistieron, Mesen tiene una Reina.”
* (Nota: Esta historia no pretende ningún rigor mitológico. El uso de nombres preexistentes sólo debe interpretarse como simbólico y como una opción personal. Gracias si llegaron al final de la historia).
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