En verdad y no es por que lo diga yo, hace ya un tiempo me he ganado la confianza del jefe. Luego cumplo tres meses, y hoy es mi primer mandado en serio y nada menos que ha las oficinas de impuestos Internos. Llevaré algunas facturas, y los libros de contabilidad. Tarea nada fácil, de solo pensar en manejarme con el rut y el poder notarial, firmar quizás algunos recibos, y por último lo más importante, no extraviarlos, jamás, nunca.
La noche anterior no pude dormir, pensaba o más bien soñaba despierto tragedias que ocurrían. Me asaltaban, robaban la caja con los libros, perdía el rut o se me quedaba el carnet en la casa, cosas así por el estilo. No pude dormir, estaba en juego mi honor y la confianza de mi jefe.
Por la mañana, muy temprano, me meto a la ducha bien helada para despertar, tomo dos cafés y fumo un cigarrillo.
Llego impecable al trabajo. Con el traje azul a rayas, y el negro maletín de cuero marca “Saxoline”.entro a la oficina del jefe y este me espera sentado frente a su escritorio viendo el matinal en su pequeño televisor. La caja con el rut de la empresa y el poder notarial en la mano, me palmotea la espalda.
-Ya pues Carlitos, haber cuanto puedo confiar en ti.
- Gracias don Sergio, puede no mas. Le digo, mientras me agachaba en busca de los libros, y salía raudo fuera se la oficina.
Primero que todo, tomar el metro y bajarme en la estación Moneda.
Bajo las escalinatas y me sumerjo dentro del túnel en la estación El Golf. Son como diez estaciones las que me faltan. Pienso, poder sentarme.
Tengo suerte, me siento justo al lado de la ventana, guardo la caja bajo mis piernas y cierro los ojos para poder concentrarme en el resto de la misión. Los abro y creo que ha pasado una hora, me inclino y espero lo peor. Estamos detenidos y el sonido de las puertas me termina por despertar. Veo el nombre de la estación y salgo disparado por entre las puertas que comienzan a cerrarse. Ecuador, estación Ecuador decía. Como fui tan idiota.
En eso escucho el tren aproximándose del otro lado. Subo raudo las escaleras y cruzo al frente, metiéndome apenas dentro del vagón.
El tren esta repleto, había avanzado dos estaciones, de pie, frente a la puerta sin poder moverme, cuando pienso en la caja,
Y un escalofrío recorrió mi espalda. Un sudor helado se filtro por mi chaqueta.
- Que dirá mi jefe, y mis compañeros.
Que pasara con migo. Que idiota que soy.
Me bajo en la próxima, con la sola idea de recuperarla. Cruzo por segunda vez del otro lado, y espero el tren que se aproxima.
Cambio de planes. Llegare al final y explicare lo sucedido, no hay duda que si la encuentran, ellos la guardaran, y después de revisar su interior, me la entregaran. Si no hay duda de eso. Eso espero. Faltando tres estaciones, el tren freno en seco y la oscuridad repletó el espacio.
Guardamos silencio por unos minutos, nadie se atrevía a hablar, esperábamos con ansias el restablecimiento de la luz y la súbita partida. Pero nada de eso ocurría, mi angustia crecía, y la desesperación comenzaba el show.
- ¡Puta la güea! Ya po´hasta cuandooo!. Después de esto se vino la avalancha…
Todos comenzaron a gritar, y golpear las paredes. Los silbidos furiosos rebotaban en nuestras cabezas. Mal que mal llevamos veinte minutos y ninguna explicación. Y el tiempo pasa, y mis libros quizás en donde están. Que idiota que soy.
En eso se enciende la luz y la voz de alguien por los parlantes nos habla:
-Señores pasajeros, lamento informarles que por problemas ajenos a nuestra empresa, el servicio de metro a sido suspendido, y tendrán que evacuar inmediatamente. Sin correr y en forma ordenada, salgan de sus vagones y caminen en dirección contraria hasta la próxima estación. Por su comprensión, muchas gracias.
-Cagué. Si la cuevita que tengo. Y ahora. ¿Que chucha hago?
Mientras bajábamos, un tipo a mi lado con audífonos, me dice:
-Lo que pasa, es que encontraron una bomba. Ahí en Pajaritos. En la radio dicen que es una caja o algo así…
- ¡Chucha, la caja!
Salgo disparado por el túnel, en dirección contraría a los demás. Mis pisadas retumban todas partes, y corro. Corro como nunca he corrido. Llego a la otra estación y la encuentro vacía. Ha sido evacuada también. Agacho la cabeza y vuelvo a correr. Llego a la otra, y esta desolada se presenta.
Solo falta una, aprieto los dientes, y siento que lo puedo lograr.
En la mitad del túnel, tropiezo con otro tren vacío, sus puertas abiertas, y el interior iluminado. Falta poco pienso en las luces de la estación luego me iluminan. Esta vez veo movimiento, guardias de azul por todos, y el tren detenido, repleto de policías del Gope.-¡Alto! Alto ahí. Me grita uno de ello. Todo el mundo me mira extrañado.
-¿Qué hace hombre? ¡Identifiquese!
-Hee, me llamo Carlos Araneda. Soy júnior.
-No puede estar aquí. ¡Cabo Arancibia! ¡Deténgalo!
-¡No! Es que usted no me entiende, esa caja es mía
-¿Suya?
-Si lo que pasa es que me quede dorm…
-¡Cabo, deténgalo!
-¡Espere!, no tiene nada dentro, solo libros y algunas facturas…
-¡Que no sabe acaso lo que a logrado con su descuido. Hemos evacuado seis estaciones y paralizado la red del metro. ¿Sabe lo que significa eso? Acaso sabe la cantidad de gente que ha involucrado.
…”Carlos Araneda es el nombre del júnior que dejo olvidada una caja con libros de contabilidad, en un vagón del tren subterráneo. Desplegando con esto a un gran número de contingentes, y formando un caos por más de una hora en las redes subterráneas de nuestra ciudad, poniendo en jaque sin querer nuestra seguridad, y dando a relucir lo frágil que somos frente a hechos de esta envergadura.
Claudia Burgos. Oscar Sanhueza desde la estación Pajaritos”
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