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Entraron al autobús tres agentes mostrando sus credenciales; pistola en mano, ojos atentos y radios encendidos, recorrieron el pasillo.
Un joven de gafas oscuras miraba hacia la ventana, inquieto. el primer agente se le acerca y le arrebata las gafas, no es quien busca.
El segundo, se fijó en un anciano que consultaba su reloj.
-¿Tiene prisa?-le pregunta, acercándole el arma.
No es quien busca.
El tercero, con sus ojos encendidos a través de los lentes oscuros clava la vista en un chico común y corriente, pantalones de mezclilla y playera desgastada, me había visto ya,
Había encontrado a quien busca.
En el instante justo en el que lanza su primer pie al vacío, al éxito de su misión, un payaso aparece delante de él, por la puerta trasera; otra figura mas, detrás, otro payaso por la puerta de adelante.
-! A ver payasito ¡...-dice el que tiene delante.-Salude a los pasajeros...
El tercer agente da media vuelta y alza la mano a la altura de su frente, yo me agacho sobre mi asiento y miro a través de la agarradera, el segundo nota mi acción y se abalanza...
Una detonación...
con una sonrisa demente el payaso que entró por delante había sacado de su overol naranja una ametralladora, había esquivado el balazo que el tercer agente le quiso poner entre los sesos y la peluca de colores; el segundo agente se aproximaba al piso, muerto ya, victima de seis hambrientas balas; el primer agente como relámpago, disparo sobre el hombro del segundo antes de que este acabara de caer; el maniático payaso soltó un grito de dolor y golpeó la ventana panorámica del autobús con su colorido cadáver.
Antes de que el gatillo del revolver homicida dejara de apretarse contra el nervioso dedo índice, al agente que tenían por dueño le sembraron una bala en la cabeza: el payaso que tenía detrás.
El tercer agente disparó al momento, estático, tieso; el humo que salía de la boquilla anunció final al contratiempo. Los dos payasos habían muerto. Cuatro, a mi parecer.
Se aproxima hacia mí, victorioso.
Levanta su arma, hasta mi frente.

Miro fijamente ese agujero que el agente sostiene frente a mí.
Distingo una luz como la del flash de una cámara, luego un estruendo.
El agente mira a un lado. Debo ya estar muerto.
El agente me mira y se le cae el arma, sale humo de su espalda, sangre de su abdomen.
Como una marioneta a la que le cortan los hilos uno por uno, cae vencido, decepcionado. Muere de rodillas y se desploma de bruces.
El chofer ve la escena a través del retrovisor, y le miro .me sonríe a través de su bigote, y al tomar la palanca de los cambios deja caer una pistola, todavía humeante.
Frunzo el entrecejo y trato de poner una sonrisa al final entrecortada, asimile un bostezo.
-¿Pues que les hiciste?-me pregunta entre risas el chofer.-¿Porque te andaban buscando?
Tomé los lentes oscuros del primer agente y me los puse, la ametralladora del segundo payaso y di un paso hacia la escalinata del autobús.
-Yo, nada. Son los de Electra y los de Axtel.
-Ah, hoy se te vencen los recibos.-me dice el chofer y los pasajeros se ríen a carcajadas, algunos asienten con la cabeza, comprensivos.

Texto agregado el 13-06-2007, y leído por 118 visitantes. (0 votos)


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