A un músico, a mí músico
Los músicos parecen perseguirme, o más bien, yo los persigo. Es como un ciclo, un vicio; el cual ya no puedo dejar, no me puedo resistir. Es que tienen algo que ningún otro ser (sea periodista, antropólogo o biólogo) tiene.
Los músicos, a diferencia de muchos, poseen alma. Son los únicos. Bueno, ellos y los artistas. Yo no la poseo. No, porque no soy ni música ni artista. O tal vez si la posea. Porque según vos, yo tengo una parte tuya.
Me gustaría que fuera tu alma... pero es que vos no me dijiste qué partecita es la que yo tengo.
Aunque pensándolo bien, me gustaría más que fuera tu corazón. Pero eso es imposible. Ése lo tiene ella. No yo. Y vos, porque si no, cómo harías para quererla?
Los músicos..... Verlos a ellos tocar su música, y no sólo tocarla, sino sentirla, vivirla y hacerle el amor.... eso es el paraíso, la gloria y el cielo; todo junto.
De esos sólo unos pocos. Yo de esos solo he visto a uno y ni siquiera personalmente sino por la televisión. Y de tan sólo imaginármelo al frente, me dan escalofríos y se me eriza la piel.
Ahora mismo lo escucho. Es que esa voz! Esa manera de tocar la guitarra! Pocos músicos, más bien diría que ninguno lo hace como él. Yo y mis comparaciones. Obviamente nadie lo hace como nadie. Porque a pesar de que hay músicos por doquier, cada uno toca a su manera, cada uno hace su música, y la vive, la siente y le hace el amor de diferente forma.
Sé que vos no le sos fiel. Porque también le hacés el amor a ella. Y a mí? Ni me lo hacés, ni me lo pensás, creo yo. Para vos, no debo ser más que una niña, que una adolescente si comparamos con.... bueno, dejémoslo con que sólo soy una niña. Una niña apasionada por la música. Música tocada por otros, interpretada en una guitarra en manos de él. Un él que ahora sos vos, pero que más adelante será otro.
Porque esto es un ciclo, porque antes de vos hubo otro guitarrista; no tan bueno, no tan pasional, pero lo hubo. Y antes de éste hubo otro. Y antes de ese otro, existió un violinista. La oveja negra. Que no es tan oveja y de negro no tiene ni un pelo. Bueno, sus ojos son negros, de un negro penetrante; y pues... su ropa.
Pero ahora, hoy, en este instante estás vos. Un guitarrista más, que me enloquece con su música, que no es tan tuya. Es de otros... otros músicos, otros vos; pero con más experiencia, con más madurez. Pero que de igual forma me hace sentir viva cuando la tocas a ella: a tu guitarra. Y dejás que se escapen las melodías que serán imborrables de mi mente y de mi corazón.
Sé que tu música algún día me dejará de gustar y se la tocarás a alguien más. Y ahí vendrá un nuevo intérprete. Un nuevo guitarrista. O probablemente un saxofonista; como el del cuento aquel. Quizás un flautista u otro violinista. De pronto pasen por este cuerpo y besen estos labios toda una orquesta o toda una banda de metal.
Y ellos seguramente tocarán cosas nuevas, le harán el amor en otra posición, en otro momento a su amante: la música. Y yo estaré ahí, viendo como se aman, viendo como se complementan el uno con el otro. Sintiendo, odiando, observando cual enferma una escena sexo-musical con tanta envidia que desearé ser aquel instrumento, ser esa música, esa melodía.
Sí, ahora estás vos, ahora sos mi músico, mi guitarrista. Ni tan mío, pero a la vez mío. Mío por el momento, porque sé que llegará el día, en que vos pasarás de ser mi mayor inspiración, mi mejor y mayor intérprete, mi amado; a ser uno más, otro en la lista de mis notas, de mis canciones. Y le darás el lugar a estos nuevos artistas, para que sean ellos quienes completen esos compases que vos dejaste vacíos... los que escriban las estrofas que vos no fuiste capaz de escribir, porque tal vez tu condición te lo impedía. Y serán esos nuevos sonidos; unos exóticos, otros tradicionales, de pronto unos vanguardistas, los que harán que mi corazón se ilusione y viva amores solitarios, irreales, fantasiosos, falsos, pero que los sentiré en mi piel, en mis labios y en el pedacito de alma que creo de vos tengo.
Y así, con el corazón completamente sordo de tanta música, podré seguir siendo, a pesar del paso de los años, aquella niña apasionada de la música y vos, seguirás con tu vida como todos los músicos: interpretan sus instrumentos, los aman y les hacen el amor hasta que se vuelven viejos y se desgastan. Y seguramente te enamorarás; te casarás no con tu guitarra, pero si con una mujer que te ha de merecer y que no seré yo. Y jamás te volveré a ver, a vos, a ese maestro, a ese director, al gran compositor, y pasarás a mi historia, junto con las melodías que los músicos tocan para otros, que robo y que las siento como de mi pertenencia, como aquellas cosas que formaron la banda sonora de mi vida.
Karin A. Richter
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