Me dueles en el alma y en las manos. En el pedazo de beso que me diste aquel día. Me dueles en la frescura de la mañana a la ausencia de tu cuerpo y en esas noches oscuras, húmedas y frías. Me dueles… Me dueles en las palabras dichas, en las palabras pensadas, en esas sílabas pronunciadas una a una para no dejar olvidarme de un juego que comenzamos con una simple caricia. Me dueles en esos recuerdos que ahora parecen ser muchos, millones de ellos. Los mismos que antes en vez de dolerme y perforarme el pecho me alentaban en la lejanía. Me dueles en los minutos que avanzan a velocidades cada vez más sorprendentes y que no me dejan aferrar a eso que antes hubo, que antes fuimos y que hoy ya sólo hace parte de la mente, de esa pequeña cajita llamada memoria. Me dueles en las miradas suspendidas por una esperanza, por algo finito. Me dueles... Me dueles en ese día de silencio, en las pérdidas de sentido. Me dueles en esa desconocida parte que un día de vos tuve y que ahora le pertenece al viento o quizás a ella. Me dueles en el cuerpo, en los senos y en el sexo. Me dueles en esa canción, en esa guitarra y en esas notas que me hacen revivir momentos que ya no tengo, que ya no son míos. Me dueles... No sabes cuánto me dueles. En el pasado, en este presente y en los meses venideros, en lo que tenía y te llevaste. Me dueles en tu ausencia y en esta incansable búsqueda de alguien que me ame. Me dueles en lo que hago, en lo que dejé de hacer; en los hombros, en el cuello y a veces en los pies. En toda yo. Me dueles en este hueco que tengo en el corazón y que no deja de estorbarme, que no me deja evolucionar y ser aun cuando sea un poco feliz. Me dueles... de verdad que me dueles en esta incertidumbre inmensa de no saber lo que ahora soy y de lo que ahora sigue sin estar con vos.

Karin Richter Gómez