La guerra de las mujeres.
Cuando Kroc pasó el mando del Gran Consejo a su hija Libuše, ésta nombró consejeras a sus dos hermanas, Tetha, la intuitiva, y Kazi, que conocía los secretos de la naturaleza. Además pidió a Vlasta, su amiga de infancia, que se encargara de su dirigir su guardia personal, escogiendo para ello a un grupo de muchachas sólidas y vigorosas, que al poco tiempo manejaban las armas con tanta o mayor destreza que los hombres. Es así como las mujeres se vieran promovidas poco a poco a un estatus similar al de los varones, lo que originó cambios en todos los ámbitos de la comunidad, así como en las relaciones dentro de cada familia.
Si en un comienzo los hombres aceptaron de buen grado la decisión tomada en su lecho de muerte por el rey Kroc, al que respetaban por su vasta sabiduría, poco a poco empezaron a sentirse incómodos, nunca se había visto que una mujer presidiera el Gran Consejo de Bohemia. Y no es que juzgaran incapaz a Libuše de rendir justicia, que era su rol principal, sino que les dolía la imagen del pueblo checo frente a los demás pueblos eslavos que reían de ellos con una franca ironía burlona.
Lógicamente, esta situación no podía a durar eternamente. Los hombres, en especial los viejos, comenzaron por exigir una vuelta a la tradición, y si bien Libuše supo disuadirlos tomando un esposo que presidiría el consejo junto a ella, Premysl, a la muerte de la princesa y cediendo a las presiones del machismo, tomó la resolución de excluir a las mujeres de todos los cargos de mando o prestigio, lo que provocó una ola tal de burlas y sarcasmos por parte de los hombres, que las mujeres, exasperadas, organizaron una rebelión encabezada por la aguerrida Vlasta, y un grupo de ellas decidió partir del castillo Vyšeharad.
El grupo de rebeldes no se fue muy lejos, su partida no era un exilio, sino una declaración de guerra, querían reconquistar los poderes que habían tenido en vida de la princesa, y para ello contaban con la complicidad de las mujeres que se habían quedado en Vyšeharad. Frente al gran castillo, al otro lado del río, comenzaron a levantar un nuevo fuerte de madera, el castillo de Devin. Desde Vyšeharad, los hombres se divertían mirándolas y hacían apuestas acerca del tiempo que duraría esa rebelión que consideraban como una locura femenina pasajera, ya que estaban seguros de que cuando se cansaran de jugar a la guerra volverían dóciles y sumisas a sus respectivos hogares. Cuando ellas se enteraron de esta actitud, se indignaron ante esa falta de respeto que consideraron inaceptable, y decidieron enviar emisarias a todo el territorio de Bohemia, exhortando a todas la mujeres, jóvenes y viejas, a unirse en la lucha por sus derechos. Poco a poco Devin fue llenándose de mujeres llenas de entusiasmo, soplaban vientos de lucha y reivindicación de una causa que consideraban absolutamente justa. Las más robustas se entrenaban para combatir y la más hermosas y sagaces eran designadas como espías y emisarias.
Sin embargo, las noticias que llegaban día a día desde Vyšeharad en donde los hombres celebraban todavía la recuperación de su primacía riendo de buena gana de esa escapada femenina, no hacían más que enfurecerlas cada vez más, y poco a poco empezó a imponerse en ellas la idea de vengarse para darles un buen escarmiento, ya les mostrarían quienes eran ellas, las mujeres no se dejarían vencer por esa banda de presumidos.
Por su parte, Premysl empezó a inquietarse, la gran cantidad de mujeres que a través de todo el país abandonaban sus hogares no le parecía un hecho tan fútil como al resto de los consejeros, la idea de ir a tomarse el castillo de Devin para terminar de una vez por todas con la revuelta, le parecía cada vez más sensata.
Antes del amanecer del día señalado, la tropa partió con ánimo jovial, los hombres se imaginaban que las ocupantes de Devin se rendirían horrorizadas ante la vista de las armas y entonaban canciones de burla prometiendo darles una buena paliza a sus mujeres cuando todo volviera al orden. Pero las mujeres se habían entrenado para un combate del cual no tenían otra alternativa que salir triunfantes, de lo contrario deberían volver a lo que consideraban como una esclavitud. Además, con el paso del tiempo, los ánimos en Devin se habían ido enardeciendo, ya no se trataba de reconquistar la igualdad entre hombres y mujeres, sino que habían decidido invertir lisa y llanamente los roles, someterían a los hombres por la fuerza, y reinarían como soberanas en todo el país.
Al llegar frente a la entrada de Devin, los hombres callaron atónitos. Tras los muros se encontraba una cantidad enorme de mujeres en armas que, a la orden de Vlasta, comenzaron a gritar desaforadas, desatando así la rabia acumulada durante todo ese tiempo de sarcasmos y burlas. A una segunda orden, Vlasta partió en su montura seguida por un grupo de amazonas mientras desde lo alto caía una lluvia de flechas sobre los hombres anonadados. La victoria del campo femenino no tardó en sellarse con la batida en retirada ordenada por Premysl.
Embriagadas por el triunfo, las mujeres se volvieron al fuerte a celebrar, mientras los hombres se dedicaban a sanar a los heridos que habían podido rescatar, el resto quedó tirado, agonizando fuera del castillo de madera, mientras el río Moldava, rojo de sangre, arrastraba los cadáveres que habían caído en él.
Vlasta y sus compañeras no supieron mitigar su ardor, la victoria frente a los hombres las enardeció hasta un punto de no retorno a la normalidad y cayeron en la escalada de un salvajismo cruel que a la larga solo podía conducirlas a su pérdida, lo que no tardaría mucho en suceder.
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