No sueño en gris ni en rojo,
en colores extraños en los que sucumban mis sentidos,
o con matices vanos que intentan esclavisarme,
en tormentas distorsionantes.

Es donde la ilusión grosera de su encanto,
suele olvidar cuan ostentosa y febril es su imagen,
al tornasol de sus pies, y al deleitante fulgor de sus cabellos,
haciendose viciosa a la faceta... una máscara envuelta en sordida elegancia.

Trampa... cuando no existe paz en su juicio,
y rompe cada lazo infantil, de juego y caricia.

Si el ocaso tuviera elección a la medida,
tomaría de inspiración a la franqueza de su inmensidad: musa que deslumbra y elogia su energica presencia,
pues tiene candor en su vestimenta, y acoge con delicadeza la gloria,
en danzante patrón de alegorías y fortalezas.