Anoche tuve insomnio. Un insomnio mortal de ese que desgasta y que hiere. Donde la mente y el cuerpo tienen una lucha feroz y los fantasmas y monstruos aparecen para amedrentar y torturar el alma...
Y las frases de poeta me salían por chorros, a cántaros, como la lluvia de afuera, tristes, amargas, desoladas y sin vida:
"Esta noche, ni Dios ni los ángeles me escuchan...
Esta noche fría y de lluvia duermo sola, hostigada por los entes oscuros que siempre rondan mi cuerpo, que asustan a los seres de luz que se supone deberían estar hoy conmigo, porque hoy los necesito..."
Ni un ruido afuera que significara un poquito de paz. Lluvia, truenos, miedo...
En eso, una voz llegó:
"¿Cómo no te voy a escuchar, si te regalé—sólo para ti—un arcoiris y un atardecer lleno de magia y luz? luz amarilla, para iluminar tu camino. Y tu arcoiris no es sólo el de los siete colores que fotografiaste esta tarde. Tu arcoiris duerme allí, junto a ti. Porque lo he traído para ti, porque tú me lo pediste, porque lo mereces, y porque YO SÉ porqué...
"¿Entonces sí me escuchaste?"
"Yo te escucho siempre. Tú no tienes que preguntarlo, ni entenderlo... sólo duerme. Descansa. Que YO, que soy tu Padre Celestial, me haré cargo de todo".
Dormí. Tal vez una hora, tal vez dos. Una hermosa ave cantó en mi ventana, y mi arcoiris me dio de desayunar...
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