Política petrolera ecuatoriana
A principio de los 70 el Ecuador vivió cambios que marcaron su historia. El descubrimiento de pozos petroleros en la zona amazónica ilusionó con un futuro próspero y lleno de riqueza. Las cifras de los primero años así lo demostraban. El PIB creció de 1500 millones de dólares a 14000 millones de dólares en tan sólo 10 años. El ingreso por habitante creció de $260 a $1700 anuales en el mismo período. La industria creció, junto con la imagen del país. El Ecuador fue afortunado, ya que casi a la par de su aparición en el mercado petrolero mundial, la guerra árabe-israelí (1973) multiplicó por 5 el precio del barril. Esto le abrió espacios al petróleo ecuatoriano. El gobierno de esa época, bajo el mando dictatorial de Guillermo Rodríguez Lara, se vio desbordado de recursos que lastimosamente no supo aprovechar. Se dieron políticas populistas de reducción de impuestos y de aumento desmedido del gasto. Se dio el mismo despilfarro que años atrás se había dado con los ingresos del banano y antes del cacao. Obviamente esta situación no era tolerable, por lo que el Ecuador se vio obligado a endeudarse por medio de los organismos internacionales de crédito. Los gobiernos de turno basaron su política económica en los préstamos que recibían del FMI, del Banco Mundial y del BID. La deuda externa ecuatoriana se multiplicó por 22 en tan solo 10 años. El endeudamiento sin sentido cortó esa curva ascendente que el país había cogido. Las responsabilidades que acarreaba la deuda se hicieron incompatibles con las necesidades del país, y por falta de líderes sensatos y honestos, se le dio preferencia a la deuda. En el año de 1981, el 71% del PIB se dedicó al pago de la deuda. Esto obviamente no afectó ni a diputados ni a políticos, que eran los verdaderos responsables de esa cruel inequidad, si no a la gente que nada tenía que ver con el manejo de la economía. Bajo estas condiciones, el estado cambió su política petrolera, a pesar de que nunca la tuvo de manera clara. Surgieron los contratos de servicio con petroleras extranjeras. En muchos contratos el estado recibía el 0% de las ganancias, lo que significa que el Ecuador regaló su petróleo durante años. Actualmente estos contratos han sido reemplazados por los de participación, en los que el estado recibe el 60% del beneficio. Pero cabe recalcar que este porcentaje es percibido por el estado desde hace un año, ya que durante más de 20 años, en el mejor de los casos el Ecuador recibía el 25%. Esta reforma a la ley de hidrocarburos (tal vez el único acierto en el insignificante período de Palacio), sumada con la cancelación del contrato con la Oxy y los altos precios del petróleo han sido fundamentales en el desarrollo macro económico del país. Pero estos cambios son insuficientes. Los precios del petróleo son un arma de doble filo para el país. Si bien recibimos más dinero por cada barril que vendemos, ese extra de dinero se esfuma cuando lo usamos para comprar los derivados que necesitamos. Por eso la importancia de los planes de intercambio de petróleo por derivados que el nuevo gobierno mantiene con Venezuela. El Ecuador por fin podrá vender refinados del petróleo, acabando con ese absurdo de ser país petrolero y a la vez importador de derivados. Ya basta de vender harina y comprar pan. La cooperación con países con más experiencia en la materia petrolera debe profundizarse y sacarle el mayor de los provechos. Tal vez a muchos políticos en el país no les agrade la idea de acercarse al régimen de Chávez, pero viendo por los intereses de todos es lo que más nos conviene. De Venezuela necesitamos su conocimiento y su técnica, para ahorrarnos errores que se puedan cometer. Técnicos ecuatorianos deben viajar a Venezuela para aprender en la práctica cómo se manejan los campos petroleros. Deben ser ellos, y no burócratas ignorantes y corruptos, quienes manejen Petroecuador. PDVSA es la séptima compañía petrolera más grande en todo el mundo, un ejemplo de que el estado sí puede ser competente en la explotación, refinación y comercialización de los recursos. Petrobrás es otro ejemplo de eficiencia, y otra prueba de que la clave para el éxito está en la autonomía de estas entidades. Los recursos que Petroecuador produce deben ser manejados por la misma compañía. No se puede pedir a los diputados; expresión máxima de la ignorancia, la estupidez y la mediocridad; que decidan si aprueban o no un traspaso de fondos de emergencia para la operación de los bloques de explotación. Son asuntos técnicos que deben ser manejados por gente que sepa del asunto. Con una compañía estatal competente se debería buscar el total control de los pozos petroleros por parte del estado. Siendo el Ecuador el dueño de sus recursos se evitaría entre otras cosas, la escasez de gasolina, que resulta irónica ya que en ese tiempo igual se exporta petróleo. Los ingresos al estado serían inmensos, ya que actualmente Petroecuador produce apenas el 40% del petróleo ecuatoriano. Este 40% representa el 30% del presupuesto anual del estado. Si tuviéramos el poder sobre nuestros recursos el presupuesto crecería enormemente y áreas tan olvidadas como salud y educación serían rescatadas de las terribles condiciones en las que se encuentran. Las áreas de explotación deben pasar a manos del estado pero no por expropiación. Ese método ha fracasado completamente por el hecho de que las compañías estatales no siempre están listas para dirigir más pozos de un día para otro. Las petroleras deben sentarse a conversar y Petroecuador debe ser firme y hacerles ver que han tenido un beneficio enorme mientras el Ecuador apenas ha ganado. Se deben fijar fechas para la terminación de los contratos, dando ciertas concesiones a las compañías que obviamente no se irán muy fácilmente de su mina de oro. Cumplidas estas fechas, los pozos pasarían a manos ecuatorianas para ser trabajados y aprovechados por nosotros. Esto sería inaudito ya que pocas veces se tienen dos oportunidades en la vida. En el boom petrolero cegados por la abundancia, perdimos la oportunidad de construir un país más equitativo y próspero. No es tarde para enmendar los errores del pasado y sentar las bases de un Ecuador libre de ignorancia, hambre y pobreza.
|