Los humores mudan como el día:
Ora se nubla; solo se despeja,
como se estrella la noche de luminarias,
como se eclipsa la luna,
como florecen las “diezdeldía” cada mañana.
como el correo llega, con una carta.
Los amores, en cambio, se acostumbran,
se sientan y aposentan,
en la ternura del afecto, y en la quietud
se duermen en su pelusilla,
quizás, para hacer más blandos
los rompecabezas del recuerdo,
y más llevaderos los sueños.
En cambio los sueños van y vienen, como el viento,
como fluye el agua dulce del manantial y la fuente
sin conocer el curso de la corriente,
que, inexorable, al mar la conduce
para bañarla de yodo, sal y coronarla de algas.
¿Y la tristeza?
¿De dónde nace la tristeza?
¿Con qué anzuelo pesca sus lágrimas?
¿Dónde se esponjan sus gotas?
¿En qué piedras reposan sus fatigas?
¿Fueron hechas de nubes sus penas?
¿Qué rango le dio el poder de multiplicarse
cargando a cuenta del corazón el dolor de concederse?
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