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UN NIÑO ATRAVEZADO
Llevé lo necesario para atender el parto. Meses atrás cuando tuve prácticas en el hospital, platicaba con los especialistas y poco a poco fui detallando como artesano las cosas que serían de utilidad: instrumental, hilos, medicamentos de urgencia, analgésicos, antibióticos, material de curación. Así que llegué preparado a Cox. Me decía: más vale tenerlos y no utilizarlos que necesitarlos y no tenerlos.
El día había sido intenso. Casi dormía cuando escuché que tocaban la puerta y gritaban mi nombre con prisa. Me vestí. Era el músico de apellido Juárez.
— ¡Qué sucede!
—¡Médico mi esposa no puede aliviarse!
En el camino me enteré de que ya había nacido un niño, pero que había otro que no podía nacer.
Él era un violinista. La música en el pueblo Totonaco envuelve alegrías o tristezas intensas. Es parte del cumpleaños, de sus danzas, de la feria que cada año organizan para festejar al santo patrono y aún en los velatorios y cuando levantan la cruz que sucede a los nueve días de haber ocurrido la muerte.
Cuando llegué a la vivienda divisé a la parturienta en el suelo, acostada sobre un tapiz que tejen con la hoja de la palma y que lo nombran petate. La luz de los candiles bañaba de cobre la pieza y la palidez de la señora se hacia robusta. Sobre ella, una manta la arropaba; sus manos parecían cargar su vientre y gemía con discreción. Al verme las comadronas se apartaron cuchicheando en su dialecto. Les dije que no se fueran y el esposo se los repitió en Totonaco.
El cuarto había sido dividido en dos por un gran lienzo de manta. En una dormiría la prole y en la otra su mamá daría a luz un nuevo hermanito. Las cosas habían cambiado y ellos no imaginaban que el ser que siempre los había protegido, ahora, pedía ayuda.
En las viviendas puede no haya sillas, trasteros o camas, pero nunca falta una mesa fuerte, amplía donde sitúan las imágenes de Jesús, la virgen María o nuestra señora de Guadalupe. Todos los días encienden una veladora y es una forma de pedimento. También están las fotos de los que se han ido y la luz, es una manera de decirles que están presentes.
Me incliné aluzándome con una lámpara de mano. El cansancio reflejado en su cara, dibujaba con exactitud que el esfuerzo que le quedaba era muy breve. Contraía los músculos de las mejillas y frente cada vez que el dolor trituraba su abdomen. Al tocar la piel de su cara resbaló por mis yemas un sudor frío. Le pedí a las señoras que sostuvieran las piernas, para hacerle un tacto y darme cuenta de lo que tenía dentro. Se me vino a la cabeza la vez que hice el primero y escuché la voz del maestro que me preguntó ¿Qué siente? y contesté con voz abochornada: blandito y calientito. Hoy en esta madrugada sólo estaban las comadronas, las imágenes, la luz de las velas y una mujer atrapada. Los especialistas, los quirófanos estaban lejos.
Me calcé el guante de látex, lo bañé de agua para quitarle los restos de talco e introduje mis dedos, a lo lejos la voz del maestro “ Recuerden la erres si es redonda, regular y resistente el chamaco viene de cabeza, si es redonda y blanda, viene de nalgas, si no encuentran nada de eso, busquen los pies, los brazos y después las manos y traten de saludarlo, si su mano encaja bien en la de ustedes, entonces tendrán una idea de cómo está situado el producto en el útero”. No había dudas, el bebé estaba atravesado y la cara estaba del lado derecho de la mamá. También sabía que estaba vivo, pues ella percibía los movimientos y el corazón latía al auscultarlo. De nuevo la voz: “todo producto atravesado debe de ser resuelto haciendo una cesárea”
Hablé con el músico fuera de la vivienda. Lejos se escuchaba el trote de un caballo sobre las calles empedradas y el viento fresco sacudía mi conciencia.
—Tu mujer está muy mal, el niño está atravesado. Requiere ser operada y hay que llevarla a un hospital.
—No tengo dinero doctor. Usted sabe lo que ganamos y lo caro que sería una operación. Además ¿Cómo la llevamos? A píe nos haríamos como cinco horas a la carretera y de allí no sé cuantas horas más. Luego en la ciudad, usted sabe como tratan a la indiada.
Me quedé callado. A lo lejos el cielo resplandecía presagiando lluvia.
-—Dígame médico ¿podemos hacer algo?
Tardé en contestar. La mañana tenía prisa por abrir, pues los gallos venían trotando con sus cantos.
—Corremos el riesgo de que se muera. —comenté.
Me dejó helado su respuesta.
—Como quiera se va a morir doctor. Mire, si decido irme con ella, mientras buscamos gente que ayude, y nos ponemos en marcha, tendremos como escollo el río, después esperar a que pase algún vehículo que nos lleve a la ciudad. Para ese tiempo, ¿podrá resistir? Y luego: ¿cómo la traemos? ¡Usted debe de saber cómo! Se la encomiendo doctorcito.
Olía el viento y sabía que los panaderos ya se habían levantado. Antes de contestarle escuché cerca el ruido de las ramas y el aleteo presuroso de alguna ave.
—Lo intentaré. Sólo te pido que lo qué ordene: ¡se haga! Y que Dios nos ayude.
Respiré profundo y volví al cuarto con temblores en mi corazón.
La mesa de los santitos fue desalojada, —con todo el respeto— y la sitúe al centro. De las vigas se amarraron unos lazos que servirían para colgar los frascos . Se pasó a la señora al centro de la mesa, canalicé su vena en instalé suero. Hablé cariñosamente con la parturienta, diciéndole que pronto estaría bien. Ella entendía el español. Conseguimos más lámparas, y las comadronas ayudarían a mantener abiertas y dobladas sus piernas. Por fortuna ella no había probado alimento desde hacía muchas horas.
Mi arsenal estaba bien provisto. Apliqué: antibióticos, un relajante muscular, un analgésico y dejaría un sedante para el momento más difícil. No tendría mucho tiempo y la luz de la lámpara retrataba mi silueta en la sábana blanca, a un lado los niños parecían dormir.
Cuando terminé de poner el sedante escuché las palabras de mi maestro:
“Antes de la cesárea los médicos intentaban sacar al bebé. Pero en el intento, la matriz podía romperse y desgarrarse; sobreviene la hemorragia y la muerte. Ellos palpaban y palpaban hasta reconocer los pies. Con los dedos medio e índice los sujetaban y poco a poco, situaban al niño perpendicular a la madre. Luego había que llevar los pies a la parte superior de la matriz, —como si el bebé diese una maroma— y muy suave lo sacaban por los pies y a lo último la cabeza.
¡Dios guíame! Aunque ya me había restregado abundante agua y jabón, pedí que me pusieran un antiséptico. Metí mis dedos, mi mano, la señora dormía artificialmente, volví a saludar al niño y palmo a palmo movía las yemas como si estuviese tocando un piano, logré allegarme a sus pies y sujetarlos. Lo demás lo hizo Dios, yo fui el instrumento de Él.
¡Salió el bebé! Montado en mi brazo lo despojé de las flemas que le obstruían la respiración y lloró, débilmente pero lo hizo. Se lo di a la partera para que lo aseara y lo mantuviera cerca de las botellas que contenían agua caliente. Puse toda mi atención en la madre. Otra señora sostenía la cabeza de la mamá. Con la luz de dos lámparas revisé con cuidado, deseando que no hubiese desgarros, por fortuna el sangrado no era abundante. Esperé paciente, sólo tensaba el cordón, pero sin aplicar fuerza. Cuando se vino el alumbramiento de la placenta respiré aliviado y apliqué una sustancia para contraer el útero y evitar la posibilidad de una hemorragia.
Revisé a los bebés, ambos parecían estar bien. Uno de ellos ya le habían amarrado el cordón, yo traía listón estéril. Lo sujeté como lo hacíamos en el hospital. Puse gotitas de antibiótico en los ojos de los niños y volví con la madre que dormía. Percibí en su cara otro tipo de sueño y le guiñé un ojo.
Llegué al día siguiente y la evolución era satisfactoria para los bebés y la mamá. Dos días después estaba entregado al diagnóstico de otros pacientes. Me ausenté el fin de semana para visitar a mi familia y cuando llegué me dieron la noticia que uno de los niños había muerto. Fui a verlo y el padre me dijo:
—Se murió el que tú atendiste.
Lo miré directo a los ojos y después lo lleve a un rincón de la vivienda.
—No seas mentiroso—, lo enfrenté. El que murió fue el que nació primero.
— Y cómo lo sabes…
Por la forma que tengo de hacer mis nudos en el ombligo. Sólo por eso. Me di la vuelta y le dije a la mamá: cuídalo. Te costó mucho trabajo. |
Texto agregado el 11-06-2007, y leído por 732
visitantes. (16 votos)
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Lectores Opinan |
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10-05-2008 |
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Más allá de lo literariamente hermoso que está escrito, me conmueve profundamente, el leer algo así, de un ser humano tan extraordinario, como lo sos vos Rubén. ¡Gracias por estar!!! ***** MujerDiosa |
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08-05-2008 |
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Un relato sublime para un momento sublime.¡¡¡Bello como bello es el acto de traer una vida al mundo.Mis *****angelicales. almalen2005 |
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24-07-2007 |
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gracias a Dios vivo en una ciudad y muy cerca de hospitales y sanatorios... muy buen texto... pero me produjo un horror interno que no te puedo explicar... pánico... angelo_caduto |
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21-07-2007 |
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conmueve leerlo, excelente india |
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23-06-2007 |
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Un niño atravezado. Una historia tomada de la realidad, de tantas realidades que pululan en este ancho y vasto mundo y que casi siempre parece que suceden porque si, simplemente. Una historia que bien la traes vivida de tu experiencia progfesional. Estupendamente narrada. Emociona ese sentimiento y la profesionalidad de aquellos que brindan lo mejor de sì en su camino. Todas las estrellas. Un abrazo, querido Ruben Shou |
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20-06-2007 |
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"Olía el viento y sabía que los panaderos ya se habían levantado. Antes de contestarle escuché el ulular de los búhos."
Ay Ruben hermoso cuento, triste el final pero que desagradecido el esposo clavarte ese puñal despues de todo lo que iciste por ese "niño atravezado" te felicito!!
mis***** para un buen profecional
besitosss
///NIL///
NILDA |
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19-06-2007 |
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Se me han quedado ciertas expresiones que por su carga y tino me han parecido muy acertadas: "La luz de los candiles bañaba de cobre la pieza". "El dolor trituraba su abdomen"... Y el hacer paralelo de la naturaleza: los gallos, el olor a pan, el cielo presagiando lluvia, y como colofón la idiosincrasia de un nudo. azulada |
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18-06-2007 |
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Bueno, es un relato cíclico. Tiene un inicio y vuelve al inicio. Es decir, desde el comienzo el lector espera que la narración acabe en el fin del embarazo. El punto es "cómo". Yo pensé inicialmente un final trágico o incluso hasta delictual, pero finalmente fue un final "feliz", al menos para el protagonista, lo que es raro ver y creo que la tranquilidad del final como dice un comentario está bien lograda porque logras el dramatismo en el intermedio. En lo demás rescata temas tales como el escepticismo del médico (renuncia a los santos y luego se encomienda a Dios) y por cierto la habilidad técnica de su oficio. No creo que refleje vocación este relato, sino sencillamente frialdad y astucia del médico. Todo lo emocional hace fracasar a las ciencias. Buen texto. ulpiano_carpe |
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17-06-2007 |
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Bueno, sì, participar del arranque de la vida es un privilegio que has escogido vivir y lo haces con valentìa y buen juicio. Tu relato es conmovedor y encierra verdades profundas sobre la vida y la muerte. Te felicito has logrado un gran texto. Saludos. Jazzista |
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14-06-2007 |
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Rubén, creo que todo te lo han dicho en los otros comentarios. Es un relato perfecto hasta en el mínimo detalle. La emoción de lo que acabo de leer nubló mis ojos. al final me hiciste sonreír como para alivianar la tensión, la pericia del médico rural está en tus letras. Felicitaciones. Besos y estrellas. Yo también como Lili me siento orgullosa de vos. Magda gmmagdalena |
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13-06-2007 |
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Tu relato me ha conmovido..pues siempre he admirado a aquellos que eligen servir al projimo, mediante su profesión. La vocación se desborda a lo largo de toda la historia y me hace creer que no soy la única que cree en utopías..
mis estrellitas :) para ti!************** Vilyalisse |
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13-06-2007 |
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Precioso, no me salen otras palabras. Emotivo al máximo y muy humano.
Te felicito, amigo.
Un abrazo y estrellas a miles***** graju |
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13-06-2007 |
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El milagro de la vida, nos conmueve, sobretodo a las que tenemos la dicha de haber vivido el momento más sublime, de alumbrar a nuestros hijos.A veces creo que si los hombres por un momento pudieran sentir el momento de dar a luz. No existirian las guerras , ni las armas que destruyen tantas vidas. Me hizo recordar los momentos mas importantes de mi vida .Gracias.***** monica-escritora-erotica |
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13-06-2007 |
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simplemente exelente... descubrir este escrito fue una sorpresa muy agradable. Una entrega maravillosa. Un beso Ursulita |
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12-06-2007 |
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Rubén... estoy emocionada, estoy orgullosa. Que bien describiste el lugar donde estaba la mujer, como trasmitiste el dramatismo del momento, la resolución... Me hiciste repasar las clases de obstetricia. Nunca olvidaré el primer parto en podálica que vi, como aparecian los piecitos primero y había que esperar un tiempo intermoinable para mi sin hacdr nada... solo esperar.
Me estoy secando las lágrimas. Mis respetos Maestro. lilianazwe |
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12-06-2007 |
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Este escrito vale mucho más que estrellas, es el relato que más me conmovió de todos los que lei hoy... impresionante!! La forma de narrarlo...que decir de ello si parece que estamos ahi viendo lo que sucedía en ese momento. Honestamente mi admiración y mi respeto a Usted Doctor, y al amigo cariño y mis buenos deseos. ***** gfdsa_elisa |
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12-06-2007 |
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Excelente prosa. una linda historia digna de ser contada y más si lo cuenta el protogonista de la misma.
como iba leyendo me entraba en cada detalle y asisti a ese parto como si fuera tú mismo.
y pensaba como pueden vivir eses seres humanos en esas poblaciones lejanas de los servicios necesarios para sobrevivir.
pero a la vez, pense que Dios aunque a veces duerme pero siempre sabe lo que hace.
te felicito de corazón por este bello texto, me deleitó leerlo, me hace sentir más humana.
y pensar que si así trbajaron todos los profecionales seria todo distinto más humano.
un abrazo.
********* miles te las mereces romantica_7 |
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12-06-2007 |
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¡Y qué deleite leerte! maravillas |
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12-06-2007 |
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¡Dios mío, Sendero, qué manera más hermosa de dar VIDA! Alumbrando la verdad. Y que exquisita prosa, tan llena de ternura, tan clara y caudalosa como la corriente del manantial ¡Y qué delite leerte! maravillas |
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11-06-2007 |
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Queda algo para decirte querido Ruben, como dice Victoria, uno va bebiendo cada palabra tuya, y se emociona, y se siente compartiendo ese lugar y esos momentos. Creo que ya te he dicho mil veces que eres un gran escritor, pero tambien eres un gran ejemplo de ser humano. Un millon de estrellas. adriana73 |
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11-06-2007 |
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Es un escrito impresionante, conmovedor, me imaginé en esa situación ya que mis hijos tuvieron que nacer por cesárea, pero no por venir dados vuelta, sino por estrechez, cada palabra tuya, la fuí bebiendo, realmente era como estar tocando a ese niño que llegaba al mundo, imaginando ese dolor de la madre y como maniobraba tu mano a través de esa mujer.
Me conmueve imaginarme en un lugar así porque pienso habría muerto.
El paisaje lo retratas bellísimo y tambien me pareció estarlo mirando*********
Bello escrito, como lo es la vida amigo
Besitos Victoria 6236013 |
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