Las rendijas del alma.
Por Luís M. Villegas.
Talvez le sea familiar la expresión “dar vuelta a la página”, usada para significar la acción de pasar a otra situación y dar por terminada una fase de algo. Esto establece que tenemos la virtud de decidir, arrogándonos una facultad divina, hasta donde dure algo en lo que estamos embarcados, independientemente de sus consecuencias, que seguramente las tiene, ya que por una razón física, cuando hay más de la unidad en un espacio y una de ellas sale, las partes restantes deberán sufrir de un necesario reacomodo. Usando un ejemplo extremo, imaginemos que alguna de las personas con quien vivimos fallece. Es tan insufrible el escenario que los psicólogos obtienen buena parte de su estipendio explicando y rellenando los huecos que quedan en nuestro ser cuando tenemos el infortunio de sufrir una pérdida de esa categoría, describiendo a su libre albedrío los estadios del duelo que ellos parecen tener muy claro en su entrenado cerebro. Lo cierto es que en la búsqueda incesante de seguridad, todo nos hace falta, en especial nuestra familia y nuestros amigos de quienes recibimos las cuotas de afecto y amor que pretendemos haber ganado en nuestra relación histórica y de la cual nos creemos merecedores, tasándolas absurdamente como si fueran ahorros en un banco imaginario de la ilusión. No existe garantía de que por la cercanía del vínculo, consanguíneo o político, podamos encontrar cuando lo necesitemos su atención a los altibajos con que vamos tropezando ya que parece que es en el éxito y el fracaso cuando mas los necesitamos. En uno para sacar brillo a nuestras pequeñas o grandes victorias y
en el otro caso para humedecer sus hombros en busca de consuelo. En los días comunes andamos tan atareados que la gente que nos rodea parece no existir y creo que ahí es cuando se crean los grandes compromisos. Son las pequeñas atenciones cotidianas, los favores simples, los que crean los grandes afectos y relaciones. En éste rango también debemos reconocer a la gente con quienes tratamos desde que salimos de casa y que nos hacen mas amable la vida, ya que con su trabajo nos brindan el entorno donde luchamos por nuestro sustento. Tratar a las personas con gentileza y amabilidad creará el efecto mágico de hacernos de un buen ambiente en donde quiera que estemos. Si usted tiene mascotas o cultiva un jardín sabrá que esta actitud también alcanza a los animales,a las plantas y a las cosas, pues habemos quienes coleccionamos hasta piedras, quienes nos gratifican con sus colores y texturas.
Regresando a cerrar páginas, le voy a dar un consejo: Nunca lo haga. La vida se encarga de ir cerrando los ciclos de una manera natural de tal forma que nunca tendrá en su haber el cancelar a destiempo algo que por falta de atención o de aprecio cree usted que ya no necesita o ya no le sirve.
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