Las Nubes (Parodia) CORO:
“¡Qué grato perfume de virtud
exhalan tus palabras, cultivador de las
más sólida y elevada filosofía! ¡Dichosos
hombres los que vivieron en la época de tu
esplendor! Tú, que posees todos los recursos
de la oratoria, es preciso que digas algo nuevo contra éste, que se ha hecho digno de alabanza.
Necesitas ciertamente emplear recursos extraordinarios contra tu adversario, si quieres
vencerle y no ser blanco de la burla de todos...”
(Las Nubes: Aristófanes).
* * * * *

Aquel hombre estaba asfixiado por las deudas; solo le quedaba el recurso que su hijo podía ofrecerle: ser el defensor en los innumerables pleitos que le habían puesto. Su hijo porque era hábil y capaz de convencer con su oratoria a jueces y litigantes inflexibles. Pero debía enseñarle los recursos necesarios para que la defensa fuese eficaz. La escuela de Sócrates sería la mejor enseñanza para enredar a sus oponentes y ocultarles las astucias que él había utilizado hasta ser el deudor sin salida de hoy. Su hijo aprendería todas las argucias para defenderlo. Él podría salvarlo.
El joven letrado se inició en las artes de la retórica; fue de fuego la marca en la túnica del conocimiento, y pronto estuvo preparado para ser un gran defensor de su padre. Pero la enseñanza le develó la gran verdad: su padre había engañado y su burla fue el sarcasmo mayor contra la justicia. De modo involuntario, cada alegato desarrollaba las enseñanzas de la Escuela de Sócrates. Diatribas que hubieran podido ser defensas oportunas a la causa del padre, fueron revés para éste y triunfo para los reclamantes.
Pocos días después, a las demandas de dinero se sumó otra aun más grave: el padre fue acusado de incendiario de la Escuela de Sócrates.